Aunque en la actualidad no se conozca a ciencia cierta la función de los menhires, monumentos megalíticos formados por una gran piedra alargada clavada en el suelo en posición vertical, una de las teorías más aceptadas sugiere que se trataba de mojones, es decir, postes de piedra que sirven para indicar un mensaje, ya sea este una dirección, la distancia en un camino o el límite de un terreno.
Por lo tanto el menhir, a pesar de su sorprendente sencillez, contiene un enunciado, expresa un mensaje que por la solidez y la sencillez de su forma se vuelve inalterable y erguido desafía el tiempo. Esa es la metáfora que define la exposición Palabras Menhires, una curiosa combinación de obras que están a medio camino del sonido y la forma, moviéndose entre un ejercicio lúdico y otro hermenéutico.
El poeta, dramaturgo, narrador y ensayista austriaco Hugo von Hofmannsthal escribió justo al comenzar el siglo pasado que "las palabras no pertenecen a este mundo, forman un mundo aparte y por sí mismas uno tan completo como el de los sonidos. Todo lo que existe puede ser dicho, puede ser puesto en música, pero nunca se puede decir una cosa completamente tal como es". La frase, recogida por Rossique, ilustra el catálogo de la exposición mostrando que sus obras suponen una experimentación visual que combina una reflexión sobre las relaciones existentes entre el sonido y la imagen, a través de una profunda meditación sobre las palabras como conceptos y representaciones físicas.
A través de diversas técnicas artísticas entre las que destaca el collage, las imágenes de Palabras Menhires consiguen que al revés de lo que sucede en cualquier exposición, en esta sea el cuadro el que mire al espectador, convirtiéndose en un espejo, una representación que entabla un diálogo profundo entre la experiencia vital del que lo contempla y los significados que contiene. De este modo se establecen como iconos que realizan una pregunta al espectador, convirtiéndose en cómplices de su historia y le obligan a entender la verdad que se oculta tras su artificio.
Con este objetivo, Rossique ha dividido la muestra en tres partes, dos están dedicadas a las artes plásticas y la tercera al arte sonoro. La primera, titulada Palabras Menhires, Cuatro Novelas Ilustradas reúne ochenta y ocho obras que se encuentran divididas en cuatro series: Del sonido consciente, De la tenacidad casual, Retrato de lo indecible y De la extinción de los juguetes. Las piezas de estas cuatro secciones aglutinan elementos tomados de diversas naturalezas fantásticas.
La segunda, Concreta, agrupa setenta y ocho piezas que se diferencian de la primera serie en que en estas la imagen prevale- ce sobre el resto de los elemen-tos, constituyendo jeroglíficos, que como haikus tratan de hacer reflexionar al espectador, pero con frases extraídas del refranero popular.
La tercera parte de la exposición, Estancias, está compuesta por siete composiciones sono-ras, de una duración aproximada de 50 minutos, a través de las cuales se propone combinar música e imagen.
Por lo tanto Palabras Menhires aparecen como hitos verbales, mojones expresivos con los que el espectador tropieza en su periplo expositivo. Combinando pintura, texto y sonido, como poemas pintados, danzas petrificadas, música materializada, le invitan a reflexionar sobre el significado de las imágenes que le presentan. Así el espectador al ver que un primate arrodillado tiene encima de la cabeza una virgulilla como la de la letra ñ, debe ser capaz de descifrar que lo que tiene ante sí no es un mono, sino un moño.
Palabras Menhires supone un paso más en la trayectoria de Paco Rossique, que vuelve a presentar una experimentación total de la palabra, la imagen y el texto en una combinación sonora, plástica y gráfica fascinante.
