Puede resultar un hecho de ciencia ficción, pero hubo un tiempo en que no existían ni Maspalomas ni Playa del Inglés. Los turistas que llegaban a Gran Canaria venían buscando su buen clima, su paisaje y su oferta cultural.
Ilse Court, es tal vez una de las guías con más experiencia en el sector. Empezó en este oficio en los años sesenta. "Entonces llegaba un turista culto y adinerado, interesado por saber, atento a las explicaciones que le dábamos, nada ver con lo de ahora". Al principio no había guaguas para llevarlos de excursión, y la empresa de Ilsen contrataba a una flotilla de taxis que los iba a buscar al muelle. "Los llevábamos a Tejeda, y se quedaban encantados con el paisaje. Entonces el Sur no existía, la oferta consistía en dar la vuelta a la Isla y llevarlos a comer. Les hablaba de la cochinilla, un tinte natural que nos pedían de París y de Persia. Todo les interesaba".
También ofertaban excursiones de un día para visitar otras islas como Tenerife o Lanzarote, además de la tentación más exótica: pasar una larga jornada en el Sáhara. "Teníamos aviones de esos pequeños de unas 27 plazas, y los llevábamos a disfrutar del desierto. Nada más llegar les esperaba una jaima en la que podían tomar un té. Pero después empezamos a tener problemas, le tiraban piedras a los jeep y tuvimos que suspender estos viajes".
Con el tiempo, aquellos visitantes cultos y adinerados han dejado paso a otros muchos: "Yo me jubilé en 2002, y ya en los últimos años notabas que no les interesaba lo que le contabas. Les decías que iban a visitar Las Palmas de Gran Canaria y querían venir en cholas y pantalones cortos".
Isidro Ramos empezó a trabajar como guía en 1973. "Entonces hacíamos un recorrido por toda la ciudad, Casa de Colón, Vegueta, la Catedral y también les gustaba mucho ver la diferencia de climas que había en la Isla. Del sur seco al verde de la cumbre". Ramos siente que si no se hace nada, "una isla que lo tiene todo, como Gran Canaria, puede quedarse sin nada. O se renueva o esto se muere".
