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15 años del ataque a las Torres Gemelas

Los canarios rememoran el 11-S

Todos recuerdan qué hacían ese momento en el que las Torres Gemelas de Nueva York caían en uno de los peores ataques terroristas, un acto que el mundo vio casi en directo y que algunos isleños vivieron allí

Juan Avilés.

El sonido enloquecido y frenético de las ambulancias, de los coches de bomberos, de las sirenas de la policía sigue siendo el recuerdo más claro que el periodista majorero Juan Pablo Nóbrega guarda de aquella mañana en Nueva York. También el olor, el fuerte hedor a materiales quemados, a plástico, a moquetas, a sillones, a estanterías, a libros. Durante semanas, esa nube de humo densa se convirtió en la estela brumosa que acompañó a los residentes en Nueva York en sus primeros días de luto.

Nóbrega había llegado tan sólo una semana antes. Venía con el afán y la ilusión que siempre despierta enfrentarse a un nuevo reto, a un nuevo destino. Este periodista majorero había dejado Canarias y se disponía a trabajar como corresponsal en Estados Unidos para Canal Sur.

Septiembre es tal vez uno de los mejores meses para visitar la Gran Manzana. Ya se ha desvanecido ese calor sofocante, que aprieta por las esquinas, por las avenidas numeradas que desembocan en Brooklyn, el barrio de las casas de película, con esos tres escalones o quizás cinco, donde se sientan los vecinos simpáticos del segundo A.

Nada hacía presagiar un suceso tan dramático. La noche antes Juan Pablo sólo pensó que tendría que empezar por recorrer la ciudad y buscar historias, esos reportajes que tanto gustan en la sección de sociedad. Pero al despertar ya notó que algo no funcionaba. Entonces vivía en un pequeño apartamento entre la segunda y la tercera avenida, no muy lejos de las Torres. Al mirar el teléfono vio como 30 llamadas perdidas. Algo estaba pasando, tan grave, tan grande, que no pudo imaginarlo.

Caras de miedo

Todas las cadenas tenían la misma imagen, la de ese primer avión que chocaba contra una de las Torres Gemelas. En Nueva York el ataque se producía entre las 8 y las 9 de la mañana. Juan Pablo Nóbrega reconoce que al principio se quedó tan noqueado que no daba crédito: "aquello fue tan descabellado, que costó creérselo. Creo que a muchos norteamericanos les ocurrió lo mismo, nada más despertarse, veían esas imágenes".

De inmediato se dio cuenta de que tenía que salir a la calle, ver lo que estaba ocurriendo y contarlo. Fueron horas de incertidumbre también de desconcierto. No funcionaban los teléfonos, y en la puerta de su casa lo esperaba el caos.

"Tengo una imagen que creo que no olvidaré jamás, un auténtico río de coches de policías, bomberos, ambulancias, todos iban en dirección a las Torres, y como se vio después muchos de ellos terminaron muriendo, ya sabes que la mayoría de las víctimas fueron precisamente los que acudieron en auxilio de las personas que se encontraban en esos rascacielos, ese ruido resultaba infernal".

Y en sentido contrario, huyendo de aquel horror, este periodista majorero tropezó con las personas que trataban de escapar de aquel brutal ataque, "era un éxodo, la gente corría en dirección al puente de Brooklyn. Sus caras reflejaban miedo y desconcierto, como si no supieran lo que estaba pasando".

Los periodistas tuvieron muchos problemas para llegar cerca de la llamada zona cero, "nos pusieron muchas trabas, fue muy complicado poder llegar hasta allí. Imagínate, costó mucho esfuerzo informar sobre lo que sucedía, pero era lo que tenía que hacer".

Después de este fatídico día, Juan Pablo trató de contactar con otros canarios. Le hablaron de una chica de Gran Canaria, de la Aldea de San Nicolás, que trabajaba en las Torres, Patricia Araujo, pero nunca ha querido hablar sobre este suceso. Esta economista ocupaba uno de los despachos de uno de estos rascacielos, y de forma milagrosa fue una de las personas que logró salir ilesa. Pero sigue sin querer contar lo que ocurrió ese día.

El shock que sufrió la ciudad, el país, fue tan grande, que evidentemente provocó en los estadounidenses un gran cambio. Nóbrega recuerda que el dolor, la tristeza, dejó paso al miedo y también a la intolerancia, "siempre se ha dicho que Nueva York tiene poco que ver con el resto de Estados Unidos. Tiene fama de ser una ciudad abierta, multicultural, cosmopolita, pero este suceso rompió algo y comenzó a nacer un cierto rechazo a lo árabe. Me acuerdo de que un amigo mallorquín, que es bastante moreno, me dijo que la gente lo miraba mal, y eso antes no ocurría".

Con el paso de los años, hoy domingo ya se celebra el 15 aniversario de ese suceso, los norteamericanos han aprendido a ver de forma diferente este día. Para Nóbrega, "el 11 de Septiembre se ha convertido en un símbolo, en el aniversario de muchos héroes, de la gente que perdió la vida por salvar a otros".

El ataque a las Torres Gemelas de Nueva York provocó un cambio radical en la forma de concebir la seguridad y la política internacional. Para el catedrático de Historia Contemporánea de la UNED, Juan Avilés, "de pronto apareció una nueva amenaza que se identificaba con el yihadismo. Hasta entonces siempre pensábamos que las guerras ocurrían en otros países, lejos de nosotros, pero a partir de ahí, ya sucede aquí. Aunque hay que aclarar que siguen siendo los musulmanes los que se llevan la peor parte".

Avilés, experto en política y movimientos árabes, también es autor, entre otros, del libro Osama Bin Laden y Al Qaeda: Fin de una era. Considera que una de las claves para la retroalimentación de estos movimientos terroristas se produjo con "el error de proporciones colosales que se cometió durante el Gobierno de Bush y su ataque a Irak". El ahora famoso y autoproclamado Estado Islámico es para este profesor "hijo directo de Al Qaeda, y en sus filas hay muchos exmilitares de Sadam Husein. Acabar con esta organización es fundamental, y espero que se logre en unos años".

El gran problema con el que se enfrenta ahora Europa radica en los recientes atentados que se están produciendo en el corazón de estos países, y que para Juan Avilés son consecuencia de la mala respuesta que se dio al 11 de Septiembre. Avilés reconoce que lo malo para todos es que "ser terrorista resulta muy fácil, como se ha visto cualquiera puede entrar en un tren y soltar una bomba, o atropellar a la gente con un camión".

Luchar contra esta lacra resulta una tarea muy complicada, sobre todo porque vencer al fanatismo es difícil, "desde nuestra óptica puede parecer hasta ridículo, pero hay que pensar que hay chicos que se inmolan porque Bin Laden dijo que eso no duele y además en el paraíso los esperaban 72 jóvenes puras".

Diez años después

La realidad es que esa mañana del año 2001 en Nueva York y la hora del almuerzo en España pasará a la historia como una de esas citas que jamás se podrán borrar. La tristeza y el miedo por lo ocurrido siguieron su curso, sobre todo entre los estadounidenses. Otro de los canarios que ha podido ver de cerca y sentir el pavor que provocaba ese 11 de Septiembre fue la tinerfeña Inma Alonso. Diez años después de aquel ataque, esta joven llegaba a Nueva York para trabajar en una agencia de viajes. Como todos, había visto por televisión aquellas imágenes, pero sin duda se sintió impactada ante el dolor y las lágrimas que vio entre sus compañeros: "me acuerdo de una chica, Francesca, de Connecticut, que se puso a llorar. Queríamos ir a ver el Museo de las víctimas y es que ellos no podían entrar. Eso me impresionó mucho".

Inma Alonso que vivió en la Gran Manzana durante dos años también visitó en varias ocasiones la conocida como Zona Cero, pero se acuerda de forma especial de una pequeña iglesia, "que está muy cerca de donde estaban las Torres, y además no le pasó nada. Al entrar, en sus paredes hay colgadas muchas fotografías de las víctimas de ese atentado. Ese es otro de esos recuerdos que seguro tendré para siempre".

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