La Provincia - Diario de Las Palmas

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MEMORIAS (I)

"La hegemonía de Canarias fue gracias a los británicos"

"Terminada la guerra de Corea vino por aquí un militar sueco, conocido como capitán Harding, que fue uno de los primeros nudistas de Playa del Inglés", rememora Antonio Santana Miranda

Antonio Santana Mirada es una leyenda viva de la historia del turismo de Gran Canaria. Fue uno de los principales precursores, mentores e impulsores de la actividad turística. Empezó en Santa Brígida, en el restaurante Fonda Monte, en El Lentiscal, y siguió en Maspalomas con su famosa Casa Antonio o El Alpendre del Amo, que por las dos denominaciones era conocido este negocio dirigido a los turistas nórdicos con su famoso asado de cochino. Este nonagenario nacido en Tafira y radicado en San Fernando de Maspalomas en una gran casona canaria situada al lado mismo de su antiguo y emblemático local, ahora en desuso, tiene una privilegiada memoria y una cabeza bien amueblada. Fue presidente de la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo de Las Palmas en sus inicios y nunca ha dejado de estar vinculado a este sector. Siempre vestido elegante, tocado con sombrero y pañuelo cada vez que sale a la calle, cuerpo bien erguido en su descomunal estatura, recuerda al dandy que nunca ha dejado de ser.

Antonio Santana Miranda nació hace 91 años, el 17 de febrero de 1926. "Mi padre llevó a mi madre a casa de mis abuelos y yo nací en Tafira baja, en la última casa de arriba subiendo de Las Palmas a San Mateo, una casa de dos pisos, que está frente al seminario hoy". La gestación fue en San José de las Vegas (Santa Brígida). Su padre trabajaba como cocinero mayor y jefe de compras del Hotel Santa Brígida. Más tarde la familia se mudó al Real de Coello, en Tafira.

Primogénito

"Soy el mayor de cinco hermanos y todos viven. También fui el primer nieto para mis abuelos. Tengo tres hermanas. La hermana que me sigue cumplió 90 el sábado, 89 mi hermana Carmen, 88 mi hermano Pedro, que vive en Suecia hace 60 y que está aquí ahora. Viene todas las semanas porque hoy es muy barato. Y la última es una hermana, Jesús, que nació por culpa de la guerra civil española. Mi padre no quería ir a la guerra ni que lo militarizaran y tuvo el quinto hijo para que no lo mandaran al frente de batalla. Y entonces no lo movilizaron". Una de sus hijas es filóloga y la otra economista del Gobierno canario. Su hijo mayor falleció atropellado en Agüimes en 1985.

Su padre era hijo de un emigrante canario nacido en Santa Brígida que se marchó en 1898 en un barco de la naviera Matutes. "El billete se lo vendió a mi bisabuela el abuelo del alcalde de Las Palmas, don Pedro Hidalgo. En aquel entonces todos los jóvenes canarios que estaban en edad militar y los movilizaban, salían a emigrar".

Cuidando reses

"Mi abuelo, ya casado con mi abuela que también era de Santa Brígida y se llamaba Saturnina Troya Melián, dejó a la mujer aquí y a su hija Clotilde. Mi abuela estaba encinta de mi padre y mi abuelo se marchó a Argentina. A mi abuelo Pedro, que era un hombre muy instruido, no le gustó Argentina ni Buenos Aires. Fue al puerto El Caminito de Buenos Aires, vio un barco cargando reses y preguntó a dónde iba, le dijeron que a Europa. Él les comentó que también iba a Europa. El barco se dirigía a Gales, al sur de Gran Bretaña, y mi abuelo se fue a Gran Bretaña, cuidando reses".

Cuando volvió su abuelo a la isla ya su padre tenía ocho o nueve años. "Mi abuelo tenía mucho miedo a que lo detuviera la guardia civil porque no había hecho el servicio militar. Otro agravante era que mi bisabuelo murió en Cuba. Y a otros dos tíos abuelos míos los mataron en Cuba, en Guantánamo, por la guerra, defendiendo a España. Como la familia de Las Palmas de Joaquín Díaz Saavedra. Su abuelo Morales también vivió aquel episodio".

La panadería del bisabuelo

"Mi abuelo tenía añoranza de su mujer y de su familia y regresó aquí, pero no se quedó en Tafira, que es donde mi bisabuelo tenía una panadería, en lo que es hoy el Jardín Canario, en El Piquillo. Allí tenían su casa don Ramón Olarte, el padre de Lorenzo, al lado, y algunos conocidos empresarios de Triana. Mi abuelo se fue a vivir a Tamaraceite porque allí tenía buenas amistades, como el médico Medina Nebot, Gregorio León y otros. Allí mi abuelo engendró a otra hija, la más pequeña, que se llama Remedios. Pero se asustó un poco y se fue a Aríñez, para Utiaca, en San Mateo. Como no le gustaba mucho Aríñez y La Yedra, se fue a Tejeda. En Tejeda vivió unos años pero la cultura de mi abuelo no era la de cuidar cabras y vacas. Entonces el Juzgado de Guía controlaba Mogán y venían las notificaciones de Guía a Tejeda y Mogán".

Díaz Bertrana

"Mi abuela tuvo allí unos contactos muy buenos, entre ellos un tarraconense muy popular en Artenara, Díaz Bertrana, abuelo del que luego sería presidente del Cabildo. Era un político que vino poco menos que desterrado a Artenara y se casó con una señora de los Díaz de La Aldea de San Nicolás. Federico Díaz Bertrana, que fue presidente del Cabildo, tenía un hermano mayor falangista que se llamaba Ervigio. Y había otro que era militar, que fue coronel, y otro que era cura. Ricardo se separó de la mujer y vivía en el hotel Madrid, enfermó y se murió. Se había casado con una hija de Pedro Suárez Cárdenes, que era una familia muy falangista. Mi abuelo estuvo allí y mi padre le dijo: ni cabras ni agricultura. Entonces vino a Tafira a casa de mi abuela, de su madre, y el abuelo de un compañero periodista, Fernando Ortega, que era un gran cocinero en el hotel Santa Catalina a principios del siglo pasado. Se llamaba Gumersindo Hinojar, un extremeño que vino aquí al cuartel, trabajó en la cocina y se quedó. Mi padre le dijo que se iba a Las Palmas con su pariente a trabajar al hotel Santa Catalina".

Hotel Santa Catalina

"Mi padre era un hombre muy voluntarioso, un poco bruto quizá en sus formas. Podía ser hoy día un ácrata. Las cosas que no estaban bien, fuera. De allí se fue a Las Canteras, a un hotel que estaba junto al bar Las Cuevas, al lado del edificio de La Marina. El hotel se llamaba Tower y estaba lleno de los empleados de las casas inglesas aquí. A principios de siglo las casas inglesas tenían que traer toda la contabilidad de Escocia o de Inglaterra porque aquí no había tenedores de libros. Todo ese personal estaba allí. Y la mujer del dueño del hotel era la hotelera mientras que él trabajaba en los servicios del carbón en los barcos. Mi padre se fue allí y se puso a trabajar en el hotel. Había aprendido tanto que pronto se hizo el amo. Al dueño del hotel le costaba un disgusto cada vez que mi padre se cabreaba con su mujer: iba a Tafira a buscarlo en una tartana".

Tomás Miller

"Cuando mi padre trabajaba en el hotel de Las Canteras contactó con la casa Miller, donde estaba Tomás Miller. Hubo una polémica con el nombre del colegio, que antes se llamaba Tomás Miller y ahora Jerónimo Saavedra. Están locos, no saben lo que hacen. Sin Tomás Miller no habría estado hecho el Muelle Grande. La hegemonía económica, social y política de Canarias fue gracias a la influencia británica. Mi padre se fue con los Miller y con Quiney. Carlos Quiney se había ido a la guerra y lo mataron. Se quedó la mujer aquí, que era familia de un cónsul de Inglaterra: los Herst. Juanito Herst era un futbolista del Victoria. Y mi padre, un forofo del fútbol como consecuencia de los británicos, que lo trajeron aquí, como el golf o el tenis".

Hotel Quiney

"Al final mi padre se fue con Quiney al hotel Santa Brígida, lo que es hoy el hotel escuela, y tenía también el hotel Metropole, que costó una porquería. Me crié en el hotel Santa Brígida y mi padre se hizo un hombre allí. Se casó en 1925 con 29 años con mi madre, que era Miranda Brito. Mi padre hacía todo era un hombre de entera confianza. Yo tengo un libro en el que se habla de dos cocineros de fama en aquella época, lo editó el Patronato de Turismo. Uno es Juan del Rosario, conocido como maestro Juan el Pelao, un hombre de Agaete y un cocinero número uno. No se pagaba ni valoraba como hoy. Y mi padre, Pedro Santana Troya, era el compañero. Ellos hacían los menús en francés, la comida era internacional, pero predominaba la cocina inglesa y francesa. Mi padre se hizo su casa con ese trabajo. Ganaba 400 pesetas en 1926 cuando nací. El bar Monte, que está en Monte Lentiscal por encima del Bentayga, que es mío hoy, lo hicieron mi padre y mi madre, él trabajando en el hotel Santa Brígida".

Café Monte

"Luego alquiló el local del Cafe Monte a unos alemanes hasta 1949. Yo insistí mucho para denunciar ese arrendamiento pues siempre pensé en el turismo como motor económico y compartía esta opinión con muchas personas relacionadas con el Puerto pues la hora del aeropuerto no llegó hasta 1956. Eso me levó a solicitar un crédito para construir alojamiento para catorce clientes en 1951. En 1936, cuando estalló la guerra civil española fraticida del general Franco, mi padre tenía de capital en propiedad más de 50.000 pesetas. En esa época era millonario. Se fueron a Santa Brígida, se casó en enero y yo nací en febrero del año siguiente. Fui un Pepón que trajeron los reyes a mis padres.

Los Salesianos

"Estudié en los Salesianos de Las Palmas. El problema es que yo entraba y salía todo el tiempo y cuando mi madre se calentaba conmigo me decía: vete con tu padre al hotel, fuera de aquí. Era el mayor, el mimado. Mi padre habló con unos vecinos en la Cruz del Inglés y allí estaba el dueño de la cervecería La Tropical y de más cosas, don Víctor Sánchez. Como ese señor era diabético, le decía a mi padre: Pedro, vente por aquí y me haces una receta que pueda comer por el azúcar. Mi padre tenía mucha amistad con él y con don Jaime, que era un maestro de obras muy adelantado. Hacía obras muy buenas. Entonces mi padre le dijo a don Víctor que estaba preocupado por mí porque siempre estaba tirado aquí y en el hotel con los ingleses, para arriba y para abajo. Entonces le dijo que eso se arreglaba mandándome a un colegio con Agustín Jáimez, y me enviaron a los Salesianos. Lloré porque fui interno a pesar de estar mi casa a diez kilómetros del colegio, que estaba en Ciudad Jardín, al lado del hotel Santa Catalina".

En la cama

"La experiencia en el colegio fue muy buena a pesar de que lloré mucho y además me meaba en la cama. Tenía un problema con la orina, me levantaba cada noche a limpiar. No me adapté bien, estaba deseando salir. Es que empecé interno con apenas ocho años. Yo tenía una obsesión por los hermanos de mi madre, sobre todo el mayor, un hombre que hizo mucho dinero. Tengo un primo hermano que fue abogado del Cabildo: Manuel Miranda Nieves. Otro hermano era ingeniero, otro se suicidó, mi primo Antonio, que se ahogó en el Muelle Grande. La madre era de los Nieves de Santa Brígida. La última tía que tenía se murió el otro día con cien años: Lucía Nieves, era maestra".

Curas y cemento

"Estaba en los Salesianos y me preguntaban si iba a estudiar para cura. Y contestaba: ¿cura?, yo seré igual que mi tío, que vende cemento, hierro y azulejos. Yo voy a hacer lo mismo. También estuve una época vendiendo cemento, pero cuando terminé en los salesianos, que estaba deseando marcharme, tenía metido en la cabeza el Viera y Clavijo. Mis hermanos fueron al Viera pero yo fui a la Escuela de Comercio, a estudiar lo que se llamaba Altos Estudios Mercantiles. Me pegué allí siete años porque hice perito mercantil y después profesor mercantil. En 1937 se quemó el hotel Santa Brígida. Estaba yo en la cama y el 8 de agosto de 1937, jugando con mi hermana la chiquitita con un año apenas, pasaron unos obreros y mi madre me gritó: Antonio, que el hotel se incendió, que se prendió fuego, mira a ver cómo está tu padre. La madera del hotel se estaba cayendo abajo. Mi padre estaba todo tiznado sacando el material y el director del hotel gritaba que no sacaran nada porque eso estaba asegurado. Y nos quedamos en la calle sin llavín".

Alquiler de 300 pesetas

"Pero mi padre tenía el bar en el Monte, aunque lo tenía alquilado en 300 pesetas. Mi padre tenía 400 de sueldo, 300 del bar y 65 pesetas de otra cosa, pero compraba en el mercado y llevaba una cesta para él y otras diez cestas para el hotel. La comida a mi casa venía asegurada. Nos tuvimos que venir a vivir a Las Palmas y allí conocí, en El Terrero, en la calle San Justo, las chinches, la miseria, el hambre? porque era la época del Mando Económico de Canarias. Estábamos en mitad de la guerra civil y luego vino seguido la segunda guerra mundial. Mi padre decía: yo les educo a ustedes pero ustedes son mi compañía de seguros. Y aseguró a mis hermanas en una compañía de seguros para el dote, y a mi otro hermano y a mí nos aseguró estudiando y trabajando para él retirarse".

El turismo

"Yo le decía a mi padre qué íbamos a hacer. Yo le dije: mira, papá, tú has trabajado siempre con ingleses, tienes tantos amigos ingleses,¿tú no has pensado en el turismo? Y él me contestó: quítate eso de la cabeza, ¿el turismo otra vez?, ya el turismo pasó, tuvo su tiempo, pero ahora estamos en guerra, primero fue la del 14, luego la guerra civil y después la segunda mundial, ¿qué coño turismo? Pero yo le insistía: papá: turismo, turismo, turismo, y le daba la matraquilla con el turismo. Ya tenía una edad porque acabé las milicias. Y entonces mi padre me dijo: al alemán nazi hay que echarlo de aquí, del bar alquilado. La hermana había abierto un boquete en la pared debajo de los eucaliptos y allí tenía una emisora de radio. Allí y en el Pico de la Caldera. Siempre estaba mirando si venían barcos ingleses al Puerto. Entonces le dije a mi padre: mira, papá, aquí hay que hacer unas habitaciones y dejarse de coñas porque de Las Palmas a Tejeda no hay nada, sino el restaurante Bentayga este, que nos está jodiendo Juan Espino. Entonces fui a hablar con don Víctor Sánchez, fui a la Caja de Ahorros para hablar con don Matías Álvarez y me prestaron 60.000 pesetas. Con 60.000 pesetas de aquel entonces hice catorce habitaciones en la casa del Monte y la terminé en 1952. Hice el bar, lo modifiqué todo con 60.000 pesetas, firmando letras al Banco Santander como una montaña".

Clientes suecos

"Los primeros clientes de hospedaje de la fonda eran suecos. Tenía amistad con don Domingo Cárdenes, que era el que representaba el turismo del Estado. En el parque de Santa Catalina hay una Casa del Turismo, Fataga, que ahora es un restaurantito chico. Pues todo eso lo representaba Domingo Cárdenes. Había otro señor de Santa Brígida, de la entrada de La Atalaya, que se llamaba Francisco Pérez Naranjo. Con ambos tenía muy buena amistad desde la juventud, aunque ellos eran gente mayor. Estaba muy ilusionado y me dijeron que por qué no iba a los barcos. Les respondí que qué iba a hacer yo en los barcos y me dicen: vete a la puerta de la escalerilla de los barcos y cuando bajen por la escala te ofreces y les dices a los turistas que tienes una cama que vale tanto. Lo hice y bendito sea dios. Llené mi casa primero de franceses, que venían de África, de Conakry o de Dakar. Durante el mes de abril hasta el 15 de septiembre eran todos franceses y francesas. Tanto en el hotel Santa Brígida como en la hostería Monte trabajamos bien durante el invierno con turistas británicos, pero la primavera y el verano, como ahora, era una época de incertidumbre. Las relaciones con los británicos mejoraban cada día pero fallaba la otra mitad del año".

A pie de barco

"Por eso seguí el consejo de un viejo amigo y empecé a ofrecer mis servicios a los pies de los barcos atracados que procedían de África, especialmente de Senegal. Tuve que aprender francés y sus costumbres ya que estos clientes eran en su mayor parte funcionarios de la Administración y tenían una estancia intermedia entre el clima de África y Marsella. En Las Palmas capital estaba el hotel Madrid, el Monopol, que don Juan Quevedo Ramírez reparó y lo hizo hotel; el hotel Cairasco, que es hoy la Caja de Ahorros; y en Las Canteras estaba el Tower y el Central, que era chiquitito y estaba en el parque Santa Catalina. La ciudad estaba muy limitada para estancias".

Primer nudista

"Terminada la guerra de Corea apareció por aquí un militar sueco que había participado en ella. Venía a evadirse y dejó sus bártulos en la oficina de información del parque Santa Catalina. Este señor, conocido como capitán Harding, fue uno de los primeros nudistas de Playa del Inglés, si no el primero. Era todo un personaje. Fue fundador de una agencia de viajes que ayudó y animó a otros a interesarse por el clima y los precios en aquellos tiempos de finales de los 50 y principios de los 60. Los clientes en aquella época se alojaban en casas particulares donde tuvieran cama y desayuno. Se les entregaba un talonario de cien pesetas por servicio de comida. En mi afán por participar del negocio turístico me reuní en La Puntilla con un amigo sueco y unos daneses que montaron un restaurante con música en vivo, conocido como Costa Blanca.

Lenguas del norte

"En aquel entonces no habían llegado las guaguas, de manera que trasladaban a los clientes en 'piratas' hasta el Monte. Hacíamos allí unas fiestas donde músicos de La Atalaya de Santa Brígida tocaban la guitarra, se ponía un tercio de vino tinto en cazuelas y se preparaba una cena. No tuve más remedio que manejarme en las costumbres y las lenguas del Norte de Europa. Mi primer viaje fue en 1964. Me fui con tres amigos al sur de Suecia, Alemania y Austria. Nos recibieron como representantes del turismo y nos llevamos una gran alegría. Desde ese año he visitado más de cien veces los países nórdicos, hasta tres veces al año".

Primeras copas

"Mi padre y yo teníamos contactos y por eso nos aprovechamos. Las primeras copas que se bebían los ingleses en el hotel Santa Brígida se las tomaban allí, pero las copas grandes se las bebían en mi casa. Me hice amigos, nos íbamos de juerga juntos y mi mujer también. Teníamos una amistad familiar. En 1952 tenía en las habitaciones de la casa fonda al señor Hoffman, la mujer y dos hijos; tenía otro matrimonio de Gotemburgo y después Hirven, que tenía una fábrica de acero en Estocolmo, con el hermano y su mujer".

"Eran amigos y clientes. Un día me vieron mustio porque tenía que pagar una letra y no tenia dinero. Les dije: nada, que tengo que pagar al banco y no tengo dinero. Era un 17 de febrero y estábamos celebrando mi cumpleaños. Al momento bajó de la habitación y dejó el dinero sobre la cama. Me dijo: sube y cógelo".

Cambulloneros y KLM

"En esa época cogí una amistad con el cambullonero del Puerto. Los cambulloneros tenían muchas relaciones con los barcos suecos, los maquinistas y los capitanes, y surgió una amistad con los capitanes de los barcos, que se quedaban en la fonda mía del Monte. Un día estaba yo en el Puerto y me encuentro con un matrimonio".

"Comencé a hablar con ellos en el inglés que yo sabía y la conversación me sirvió para estar trabajando con la compañía aérea de Holanda KLM cinco o seis años con el personal que venía de allí. Era una fonda amigable, familiar. Yo les hacía unos riñones al Jerez y se quedaban locos, con cebolla rebozada como si fueran calamares. Aprendí a cocinar con mi padre y por mi propia necesidad, y se me daba bien".

Matrimonio

"Empecé con los suecos y me casé en 1955. Mi casa estaba llena de suecos. Hice parte del transporte con el coche del sueco. Primero vino a Barcelona y luego embarcó el coche en la compañía Pinillos. Mi hermano se fue a Suecia con él. A mí también me invitó pero le dije que no iba porque ya estaba casado. Sebastián Alzola, de la familia de abogados, se casó con una chica sueca alta y guapona que se llamaba Bibe Loomberg. Yo con la fonda había hecho una casa más grande, había comprado un solar atrás y había hecho un comedor para 60 personas y arriba seis habitaciones dobles con cuarto de baño. Entonces la mujer de un amigo, una chica sueca, me dijo: ¿por qué no haces una fiesta de navidad para suecos? Y yo le respondí: qué coño, yo no sé hacer eso. Y me contestó: yo te enseño".

Cochinos y azucar negros

"Entonces compramos los cochinos, compramos la mostaza, compramos el pan rallado, compramos el azúcar negra, compramos pasas, unas almendras y una cosa que es oriental y picante para hacer un vino caliente. Al final se hizo la fiesta con 150 personas. Fue un éxito, un gran suceso. A la semana vino otra vez esta chica y me dice: ¿por qué no hacemos la fiesta de Santa Lucía, que yo estuve por Santa Lucía de Tirajana? Había ido con unos suecos y en una panadería estaban haciendo un cochino a la usanza canaria. Despedía un olor tremendo, agradable, se metieron todos los suecos dentro y se compraron la pata de cochino con la piel tostada, con chicharrones".

Primera fiesta del cerdo

"Le dije que lo hacía cuando ella quisiera. La primera fiesta del cerdo fue el 1 de enero de 1963. Hice el primer cochino para sesenta comensales y estuve sesenta años haciéndolo. La fiesta costó 4.800 pesetas. Los turoperadores escandinavos, la prensa y la televisión se hicieron eco. Por eso en 1968 recibí en el Palacio de Congresos de Madrid y de manos del ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, la Medalla del Mérito Turístico. Empecé en el Monte y luego seguí en el Sur, en Maspalomas. Cuando yo empecé en el Sur no había nada, empezó mucho más tarde, en 1963. El turismo sueco estaba en Las Canteras, en la calle La Naval, en la calle Portugal, en El Confital. Algunos alquilaban sus casas para meter suecos. Asando cochinos pasé yo más fatigas que el carajo. Aquello fue un éxito porque era un buen ágape: un cochino, un tercio de vino, un barril pequeño de treinta y tantos litros, verduras, papas sancochadas, salsa y tal. Por todo eso les cobraba 6.000 pesetas a sesenta personas. He ido aprendiendo porque el sueco vendía cazuelas de barro como una antigüedad ya que los canarios ponían allí el vino. Las vendía a 300 pesetas. Entonces yo fui a ver a Panchito a La Atalaya, el alfarero de la cerámica, y todos los meses vendía cien cazuelas para el vino a 300 pesetas".

Comedor para 700 personas

"En el Monte hice un comedor para 700 personas. Quité las habitaciones e hice otro para 150 personas. Y estuve desde el año 63 al 76 allá arriba. Pero los suecos se me vinieron para abajo, para el Sur. Entonces yo estaba desesperado y venía a San Fernando de Maspalomas para ver cómo estaba esto por aquí. Me fui allá arriba a Arteara, a Fataga. Pensaba que si me moría dejaba a mi pobre mujer con cuatro chiquillos y otro que iba a nacer. ¿Cómo iba a pagar todo lo que iba a deber si esto vale una fortuna? Yo tengo una piscina en el Monte detrás de la casa fonda. La hice para los suecos. "Un día había un señor abogado en una de las habitaciones de mi fonda del Monte, don Aniceto Casañas, que trabajaba con don José Mesa. Me dijo: ¿y tú no sabes que abajo, en Maspalomas, hay unas habitaciones de planchas de zinc, donde empaquetan tomates, que son del Conde? Me dijo que me podía ayudar. Entonces estaba aquí de delegado de la Secretaría de Estado de Turismo un tal Eduardo López Merino, al que llamaban López Merienda y al que le mataron un hijo en Jinámar. Le dije a él que qu+ería ir para el Sur porque me había dado la medalla de Turismo en Madrid el ministro Fraga Iribarne por mi labor en el Monte".

"Me inflé entonces con la medalla, gané amor propio, estaba eufórico. Fue la época en el que el turismo se instaló en el Sur. Era la época de Antonio Cillero, Enrique Barreda y Angelita en la Delegación de Turismo de Las Palmas. Al principio no había aquí Delegación de Turismo. El turismo aquí lo representaba Juan Vernetta, uno que había sido teniente de la Policía Nacional, en la calle Constantino. Y después la Delegación de Turismo, que no era ministerio sino secretaría de Estado, estaba en Almacenes Cuadrado, en la tercera planta".

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