La Provincia - Diario de Las Palmas

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"Ahora tengo más ganas de vivir"

Ana Delia González ha recuperado la sonrisa y algo de peso gracias a la ayuda de los vecinos de La Garita y el Patronato La Sal

Ana Delia González, en la sede del Patronato La Sal, donde colabora en su mantenimiento y en las actividades que se organizan. SANTI BLANCO

Luce una amplia sonrisa cuando relata, en compañía de Julia Martel, presidenta del Patronato La Sal, cómo es su vida ahora, aunque también le brotan lágrimas cuando rememora sus dos años de sin techo en la playa de San Borondón, cercana a la de La Garita. "Me veo feliz, ahora tengo más ganas de vivir y me veo bien, incluso he subido de peso y ya tengo hasta muslo", exclama en un tono alegre, muy alejado del llanto y la cabeza gacha que presentaba hace un año, cuando su historia fue conocida por los medios de comunicación.

Su renacer tiene como punto de partida La Garita y su deseo de salir de la situación en la que se encontraba. Empezó a colaborar en las fiestas del barrio costero con una ilusión y energía que llamaron la atención de Julia Martel, quien se fijó en "esta niña [39 años] de la que conocía su historia por los periódicos y me impresionó". Una primera impresión, recuerda la dirigente vecinal, que se topó "con un carácter arisco, entendible por como lo ha pasado, pero también vimos que era una persona que necesitaba ayuda y le hemos dado toda la que hemos podido".

Meses después, se ha convertido en pieza esencial e imprescindible para el Patronato La Sal y para la actividad que desarrolla en el barrio. "Ana Delia se ha esforzado en colaborar con nosotros y en las fiestas de La Garita con una dedicación total que nos ha sorprendido a todos. Aquí se le quiere como una más, es muy buena gente, moralmente fuerte y merece tener una oportunidad para recuperar su vida y sus ilusiones".

Ana Delia González se muestra muy agradecida con Martel y los vecinos del barrio costero que le han ayudado y la han acogido como una más. "Aquí hay más gente buena que mala y que se han solidarizado conmigo", expresa con alguna que otra lágrima sobre las mejillas, un apoyo que intenta devolver con su cada vez mayor presencia en los actos de La Sal.

Así, según asegura Julia Martel, "Ana viene todos los días al local del Patronato para coordinar los talleres que organizamos, se encarga de fijar los horarios de las reuniones con los vecinos, atiende a los niños que vienen a estudiar aquí o lleva la sección gastronómica y también de la música. Ya es imprescindible para nosotros, un miembro más de la asociación y que no rechaza ninguna tarea, incluso la de colaborar en el mantenimiento de las canchas".

Éste es su presente, pero no se olvida de pensar en el futuro, una v ez ha alejado de su mente el pasado que ha marcado sus últimos años de vivencias. "Estoy buscando trabajo y he vuelto a solicitar una vivienda social para encauzar mi vida como cualquier persona. No he matado ni he robado a nadie, sé que he cometido errores y que a veces tengo un carácter muy fuerte, pero no soy mala gente", añade Ana Delia.

Cuando se le pregunta cómo fue su estancia en la playa durante dos años, tiene recuerdos para las personas que le ayudaron "trayéndome comida, dejándome duchar en sus casas o haciéndome compañía, pero tenía mucho miedo porque estaba sola y temía que me violaran o me mataran".

Un riesgo nada ficticio. En septiembre de 2016, mientras dormía en su caseta, dos encapuchados arribaron a la playa con una narcopatera que abandonaron. Ana Delia todavía tiene el susto en el cuerpo. También las lluvias torrenciales de octubre de 2015 inundaron su vivienda de plástico y tuvo que tapar con las manos las goteras.

Ahora es otra cosa: "Ya no tengo pesadillas de noche, duermo tranquila y veo mi vida con más alegría y esperanza", asegura.

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