La preadolescencia, ese estado de la vida en donde pasas de ser un dulce niño a un insufrible adolescente. Cambias de centro escolar, te salen granos por la cara, te ponen aparatos en los dientes y te das cuentas de que el instituto es una selva salvaje llena de chicos y chicas intentando encajar de alguna manera. Etiquetas a todo el mundo; los empollones, los populares, los deportistas y los frikis. Y no sabes si te gusta eso de que todo el mundo se caracterice por algo.

Aparecen conceptos que nunca antes creías que tendrías que poner en práctica: valentía, justicia, integridad. Reflexionas sobre ti y las personas que te rodean y parece que todo lo que conocías cambia por completo. Y de repente, la amistad. Por todos esos cambios confusos y aterradores, existen asociaciones como la Comunidad Báha'í de Canarias que enseña a todo niño o niña que quiera a transformar toda esa frenética situación en una ocasión para aprender sobre el mundo y ayudar a avanzar a la comunidad.

"Aprendemos a respetar a nuestros compañeros, a no insultarnos entre nosotros y a trabajar en equipo", explica Ibay, un chico de 12 años del instituto Jinámar. "Me parece importante todo lo que nos enseñan, y además de eso nos divertimos." Mediante el juego y el arte, niños de entre 11 y 15 años son educados para canalizar sus emociones y transmitirlas poco a poco en un bien para ellos mismos, para sus compañeros y para su barrio. "Poco a poco van realizando pequeños servicios a la comunidad, y alcanzan objetivos", explica Daniel Expósito, uno de los animadores de este grupo prejuvenil afincado en el barrio de Jinámar.

Cada miércoles a las cuatro de la tarde, varios chicos del barrio vuelven a las clases del Instituto para leer, escuchar y debatir sobre los valores importantes de la vida y saber cómo aplicarlos a la vida diaria; a la convivencia con los demás, a las relaciones familiares e incluso al propio barrio. Y con ello, Anatael Santana, presidente del Patronato de Fiestas, Cultura y Deportes del barrio, se siente especialmente orgulloso.

Muchas son las veces que se habla del barrio de malas formas, con un aire condescendiente y en la línea de "hay que salvarlo". Sin embargo, pocos saben que los héroes ya están en el barrio. "Con este grupo hacemos ver a los chicos el patrimonio histórico y cultural, y conseguir que admiren lo que tienen y que se sientan identificado con ello." A la par que aprenden sobre el barrio, transmiten al resto de compañeros y amigos esos conocimientos y valores y los ponen en marcha. "Este proyecto se llevaba a cabo en Jinámar hace un par de años, pero por algunas circunstancias dejó de realizarse y a partir de septiembre del 2017 comenzó otra vez gracias a la colaboración del Instituto, que nos ofrece un aula cada vez que hacemos nuestras sesiones", explica Daniel Expósito.

"Es algo raro que unos chavales de esta edad se muestren interesados en este tipo de actividades, donde no hay ningún tipo de estímulo como un equipo de fútbol u otro atrayente", revela Santana. Sin embargo, al comienzo del año escolar en septiembre, unos cinco alumnos quisieron formar parte de este actividad. Quizá por la pura curiosidad típica de los niños o las inquietudes que trae el comienzo de la adolescencia. El caso es que actualmente más de veinte menores de distintas zonas de Jinámar acuden con regularidad a las sesiones y se nutren de una diversión sana en donde crecen y hacen crecer un apoyo incondicional a su barrio.

"Los chicos de estas edades se refugian mucho en los videojuegos o el móvil, por eso que crezca tanto el grupo es bastante impresionante", explica Expósito.

Y es cierto. A pesar de que las nuevas tecnologías inundan nuestro mundo y nuestra vida social, estos chicos han querido formar parte de un proyecto totalmente libre de pantallas. "Le dije a mis amigos que hacemos muchas actividades divertidas y excursiones, pero también aprendemos cosas nuevas y valores y algunos se animaron a venir", cuenta Ailyn, una de las niñas que desde el principio formó parte del grupo. Puede que las épocas en donde no existían ni ordenadores, ni móviles los niños jugasen en la calle, lugar donde se entretenían la mayor parte del tiempo, y sus madres desde una ventana les llamasen porque se hacía tarde.

Puede que esos niños hoy acostumbren a entretenerse colgando fotos en el facebook, mandando whatsapps o viendo programas de televisión. Sin embargo, algo está claro; sea la época que sea, a los niños les gusta comunicarse y aprender.