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Seis minutos negros

La UD Las Palmas cedió dos goles en un par de llegadas inocentes del cuadro navarro para volver a mostrar sus debilidades defensivas

Pedro Bigas, con la nariz vendada, gana un balón por alto a Kodro. QUIQUE CURBELO

El Osasuna casi ni se lo podía creer. Tuvo que rascarse los ojos un par de veces para darse cuenta de que sí, que era cierto lo que veía en el marcador del Estadio de Gran Canaria cuando se marchó al descanso. Al término de los primeros 45 minutos de encuentro iban ganando por 1-2 sin apenas pisar el área de la UD Las Palmas. Sus números al descanso, no podían ser más efectivos: dos tiros por dentro de la portería, dos goles. Petar Vasiljevic, técnico del cuadro pamplonica, tenía motivos para irse satisfecho al descanso.

El plan hasta entonces le había salido bien; la UD dominaba y el Osasuna resistía. Porque el equipo rojillo aguantó a medias la embestida inicial de Las Palmas, sediento de goles, de victoria, de volver a sentirse un equipo seguro con su gente en las gradas. El gol liberador de Jesé aplanó a Las Palmas. Los amarillos siguieron a lo suyo, monopolizaron el balón -la posesión llegó a superar el 80% mediada la primera mitad-, pero volvió a patinar en su propia área ante un equipo con unos recursos ofensivos tan limitados como los del Osasuna.

La UD tiene una condena en su línea defensiva. Las pérdidas de balón en campo contrario le generan al cuadro de Quique Setién unos problemas terribles. Quizá sea un daño colateral de la exposición que hace de fútbol el conjunto amarillo, pero también es mejorable. Otro día más la condescendencia de la zaga y sus fatigas a la hora de completar la transición defensiva tras pérdida dieron un vuelco al devenir lógico del partido. Cuando el choque pedía otro gol de Las Palmas, llegó una remontada exprés del Osasuna.

Dos pérdidas de balón sin aparente peligro -primero Tana y después Jesé Rodríguez- se convirtieron en el germen de los goles del Osasuna. En el del empate, contó además con un invitado especial: Javi Varas. El guardameta sevillano no atinó a la hora de blocar un centro aparentemente sencillo de Jaime Romero para dejarle el balón a placer a Kenan Kodro. Pero a pesar del error del guardameta, el posicionamiento de Maurico Lemos, lejos de la zona de influencia del balón y apartado de la línea de pase del centro -dejó el primer palo totalmente abierto-, deja mucho que desear.

En el segundo gol del Osasuna, solo seis minutos después, la historia se repitió: pérdida, balón a banda, centro y la complicidad de la defensa de la UD Las Palmas. El centro inocente de Olavide desde la derecha sin apenas oposición volvió a encontrar a Kenan Kodro. El hijo del mítico Meho se escapó de su posición entre David Simón y, otra vez, Maurico Lemos para hacerse hueco, controlar el balón y golpear a portería. La capacidad de reacción de la defensa y de Javi Varas volvió a quedar en entredicho.

La UD, en un abrir y cerrar de ojos, tenía delante toda un papeleta: saber reaccionar ante un golpe de ese calado. El colista más triste de Europa -nadie en las cinco grandes ligas continentales tiene unos números tan pobres como el Osasuna- se ponía por delante.

En los minutos que pasaron desde el segundo gol de Kenan Kodro hasta el turno del bocadillo en las gradas se vio una UD Las Palmas ansiosa, poseída por las ganas de cambiar el rumbo rápido de un partido que sabía que no debía ir por ese camino. Llegó el turno del descontrol, de las malas caras, de las protestas y los nervios hasta que se reanudó el partido. Y es que el equipo amarillo se complicó por un momento un partido en el que no tenía motivos.

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