Dos fulgurantes apariciones en Desperado y Abierto hasta el amanecer, llenas de sensualidad y erotismo, sirvieron a Salma Hayek para cautivar a Hollywood, una industria que desde entonces se ha rendido a su talento y carisma, intactos a sus 50 años, ya convertida en todo un icono latino.

Aquella Carolina que retozaba alegre en la cama con Antonio Banderas, al igual que Satanico Pandemonium, la vampira disfrazada de exuberante bailarina que hipnotizaba y hacía beber de sus pies a Quentin Tarantino, son las creaciones de alto voltaje con las que la mexicana irrumpió en el cine por la puerta grande, ambas con la firma de Robert Rodríguez.

"Desperado fue la primera vez que me desnudaba en el cine, así que fue muy difícil", indicó Hayek. "Era mi primera oportunidad en una película de Hollywood y sabía que tenía que hacerla. Fue muy complicado. De hecho, lloré. No quería estar desnuda frente a la cámara. No dejaba de pensar: ¿qué dirán mis padres?", comentaba en 2012 al tabloide británico The Sun.

No menos exigente resultó la escena de su inolvidable baile en bikini con una enorme serpiente pitón sobre la tarima del Titty Twister, el infame bar de carretera al que llegaban George Clooney, Tarantino, Harvey Keitel y Juliette Lewis sin imaginar el festín de sangre y vísceras que les aguardaba. Hayek sentía absoluto pavor por las serpientes, pero Rodríguez, muy pícaro él, le dijo que Madonna iba a aceptar el papel si ella lo rechazaba, así que la intérprete pasó dos meses haciendo terapia para sobreponerse a sus miedos y así poder rodar la escena.

Y, sin duda, dio sus frutos. Esos trabajos le abrieron la puerta de Hollywood de par en par, hasta el punto de que en 1997 ya situaba su nombre al mismo nivel que el de la estrella masculina de turno en cintas como Solo los tontos se enamoran, con Matthew Perry, y Breaking Up con Russell Crowe. Su carrera cinematográfica, tras títulos como El mexicano, El gran golpe, Bandidas -junto a su amiga Penélope Cruz-, o Pregúntale al viento, pasó a un segundo plano tras el nacimiento de su hija, Valentina, en septiembre de 2007, fruto de su relación con François-Henri Pinault.

Pasión

Desde entonces sus apariciones más comerciales han llegado de la mano de comedias bienintencionadas con Adam Sandler y Kevin James (Niños grandes, Niños grandes 2, Peso pesado) y de El gato con botas (2011), su reencuentro "animado" con Antonio Banderas. Pero su asignatura pendiente, tal y como reconoció el año pasado en el Festival de Cannes, es volver a ponerse tras las cámaras, lo que la actriz mexicana calificó como su "gran pasión".