Lo que son las malditas paradojas de la vida (malditas y puñeteras para el que las sufre): el Cabildo, a instancias de Carmelo Ramírez y de su grupo Nueva Canarias, qué remedio el apoyarle, decidió conceder a la activista polisaria Aminetu Haidar el 'Roque Nublo', máximo honor que concede la Corporación por una destacada entrega a Gran Canaria. Y el Gobierno de la Nación, casi a la vez, y esta es la casualidad, termina los primeros expedientes que reconocen el derecho de un olvidado grupo de marineros y pescadores isleños a acogerse a los beneficios de las leyes de apoyo a las Víctimas del Terrorismo. El Ministerio del Interior impondrá próximamente las Grandes Cruces y Encomiendas a los trabajadores del mar que fueron asesinados, heridos o secuestrados por el Frente Polisario en los años 70 y 80 que, ahora, son oficialmente considerados terrorismo. Esto, en cuanto al reconocimiento institucional, tiene el efecto de que las víctimas del Polisario, como las de ETA, el Grapo, la yihad islámica, tienen el tratamiento de Excelentísimos o Ilustrísimos Señores y Señoras. En el aspecto económico, el departamento a cargo del ministro Rubalcaba, pero cuya dirección lleva José Manuel Rodríguez Uribes, que asistió al primer congreso de la Asociación Canaria de Víctimas del Terrorismo (Acavite), el pasado sábado en el hotel Ifa Faro, tiene a punto las primeras pensiones e indemnizaciones específicas.

Hasta ahora, este episodio de la historia del Archipiélago ha estado silenciado o, peor, ninguneado. España tiene una desgraciada experiencia en atentados terroristas: la Transición vivió con ETA, con el Batallón Vasco Español, con la triple A, estos dos, mutados luego en el GAL; apareció el estrambótico Grapo, del que aún no se sabe a ciencia cierta cuáles son sus raíces... y la yihad islámica y Al Qaeda cometieron la masacre del 11-M. Y siempre ha estado claro quién era el malo y quiénes los buenos; quiénes mataban y quiénes eran los asesinados. No ha habido dudas entre quiénes eran los verdugos y quiénes las víctimas. Y en todos los casos la Policía y la Guardia Civil, persiguen a los culpables y los llevan a los jueces, y la justicia los juzga y los envía a prisión. ¿Siempre? Siempre no. Hubo más de sesenta atentados, con docenas de muertos y de heridos, con docenas de secuestrados, y torturados, que han sido humillados con el desprecio social y oficial. Lo contaban el sábado, con lágrimas en los ojos, hombres que aún temblaban con el recuerdo de las tres zódiac rodeando al barquillo mientras los polisarios disparaban las Kalashnikov, y la ametralladora pesada sobre un trípode, y el bazoka; y la huérfana que no ha encontrado aún el cadáver de su padre; y las viudas, que han permanecido treinta años pidiendo justicia y le contestaban que era "un accidente laboral". Decía la hija de uno de los asesinados que trabaja en el aeropuerto de Lanzarote, que "era muy duro pasar todos los días al lado de Aminetu Haidar y de quienes gritaban de polisario amigo". Esos amigos mataron a su padre, humilde pescador.

Más allá de toda duda razonable, que conste. Las hemerotecas guardan las reivindicaciones hechas por los portavoces del Polisario, y las amenazas al Gobierno español de una 'escalada bélica' después del ametrallamiento y secuestro del 'Junquito', y el ataque a la patrullera 'Tagomago', que había ido a auxiliarles. Felipe González expulsó a Bujari Ahmed y al resto de la delegación; y los sucesivos gobiernos empezaron a marcar distancias de esa dictadura llamada RASD mantenida artificialmente por el régimen argelino y por una cuantiosa ayuda humanitaria sobre la que hay fundadas sospechas de cambalaches con otros países que comparten el desierto. Este es un trozo de la historia de Canarias que estaba oculto bajo una pesada losa de demagogia y fanatismo. Pero la manzana, aunque tarde en madurar, termina por caer al suelo: es la ley de la gravedad.