Hacer deporte es sano, pero no es suficiente. La actividad física no puede ser utilizada como coartada para eludir otros hábitos saludables. Aquí presentamos y analizamos un dato de una investigación propia que resulta muy clarificador: uno de cada cuatro adolescentes que juegan al fútbol de forma organizada presentan sobrepeso u obesidad. Además, muchos de ellos no son conscientes, y sus padres, tampoco.

Entre las líneas de trabajo del equipo de investigación en Promoción para la Salud (PRECAM) de la Universidad de Oviedo figura llevar a cabo intervenciones que mejoren en las personas los conocimientos y les motiven a adoptar estilos de vida saludables. En este estudio nos planteamos evaluar cómo eran la alimentación, la hidratación y el nivel de actividad física de adolescentes de varios equipos de fútbol del Principado de Asturias. Como bien es sabido, la alimentación inadecuada y la inactividad física se asocian con el exceso de peso, un problema presente en nuestra sociedad desde hace años y que aún requiere estrategias e intervenciones para su abordaje.

Participaron 316 jóvenes, con edades comprendidas entre 13 y 16 años. Y si bien el nivel de actividad física era adecuado, las otras dos conductas eran mejorables.

Falsas necesidades y creencias

Uno de los resultados más destacables, y que en cierta medida puede resultar sorprendente, fue que el 22,78 por ciento de los jugadores analizados tenían un peso excesivo (el 18,35 por ciento sobrepeso y el 4,43 por ciento obesidad). Esto puede explicarse atendiendo a que la actividad física no es el único factor que influye en el peso, y quizá las falsas necesidades y creencias que nos ha impuesto la sociedad en los últimos tiempos hayan favorecido esta situación. Por ejemplo, las actividades de ocio de los menores parece que han derivado más hacia el sedentarismo que a la actividad, lo cual contribuye a acrecentar este problema.

Por otro lado, resulta importante destacar que la alimentación desempeña un papel fundamental en relación con el exceso de peso. En estudios previos realizados por el equipo, hemos analizado la influencia que ejercen los factores ambientales como, por ejemplo, la disponibilidad de adquirir comida no saludable en puntos de venta de fácil acceso o la publicidad, en relación con el deterioro de la alimentación de la población, no solo en términos calóricos sino también nutricionales.

El marco teórico de referencia utilizado en esta investigación ha sido la Dieta Mediterránea. Hemos observado que casi el 70 por ciento de los jugadores estaban en disposición de mejorar su patrón dietético para adecuarlo al modelo mediterráneo. Y los resultados no fueron mejores al referirse a la hidratación, entendida como la ingesta de líquido durante el desarrollo de los partidos y necesaria para compensar las pérdidas ocasionadas por la competición.  Los resultados indicaron que aproximadamente el 10 por ciento de los jugadores, no ingerían nada de líquido durante la actividad deportiva. Si bien es cierto que no se consideró el nivel previo de hidratación y que las condiciones ambientales no fueron extremas –lo cual minimiza el riesgo de aparición de deshidratación–, ésta no debe ser obviada, ya que su presencia puede producir efectos negativos en el futbolista joven, como disminución del rendimiento físico-deportivo o el aumento del riesgo de lesión.

 

El hecho de que en la población estudiada el nivel de actividad física fuese adecuado, tal como hipotetizamos, y que las otras dos conductas ofreciesen posibilidad de mejora hizo que nuestra intervención se centrase en ellas. Para ello, durante una temporada y siguiendo las recomendaciones de expertos en nutrición y promoción de la salud, desarrollamos una intervención que combinó varias estrategias encaminadas a mejorar los conocimientos en relación con las conductas alimentación e hidratación (qué alimentos son esenciales y cuáles no, qué comer y beber antes y después de los partidos, qué nutrientes aporta cada alimento o grupo de alimentos…), aumentar la motivación y fomentar un ambiente pro-salud en los clubes y, lógicamente, en los jugadores participantes.

Un aspecto destacable, por innovador, ha sido el hecho de desarrollar el estudio en un contexto poco habitual en cuanto a intervenciones educativas se refiere. La mayoría de las recogidas en estudios científicos previos se llevaron a cabo en entornos escolares. Sin embargo, son varios los autores que aconsejan ampliar el radio de acción de la educación sanitaria. Consideramos el entorno futbolístico como idóneo por tratarse de un contexto que, a priori, puede ser entendido como promotor de salud.

Los padres se equivocan

Otra cuestión que ha emergido en esta investigación ha sido la inadecuada percepción de los jugadores y sus progenitores en relación con el peso del menor. El 18,6 por ciento de los jugadores fueron erróneamente clasificados por sus progenitores, quienes mostraron tendencia a subestimar el peso de los menores, y un 14,1 por ciento de los menores también percibieron su peso de forma incorrecta, creyendo que éste era adecuado cuando en realidad era excesivo. Este resultado reviste una gran importancia, ya que reconocer el exceso de peso es esencial para poder iniciar el cambio, es decir, implementar medidas para solucionar este problema de salud como pueden ser aquellas encaminadas a mejorar la calidad de la dieta o fomentar la práctica de actividad física.

Si bien se observó mejoría en ambas conductas, lo cual puede ser satisfactorio, consideramos que aún queda mucho trabajo por hacer.  Nuestro consejo, a la luz de los resultados obtenidos, es que se debe continuar promoviendo la educación en relación con la alimentación saludable, evitando limitar ésta al hogar o a entornos escolares. Es una misión que ha de ser entendida desde una perspectiva social y ha de ser integrada y desarrollada en todos los entornos en los que los menores estén presentes. Prevenir el sobrepeso y la obesidad en la infancia favorecerá el crecimiento saludable y contribuirá a evitar la aparición de enfermedades crónicas en la edad adulta, como por ejemplo las cardiovasculares.

Recomendaciones para los clubes

Por otro lado, y esta recomendación es específica para los clubes deportivos, es que, a la hora de planificar las temporadas, las competiciones y los entrenamientos sería conveniente incluir estrategias de hidratación y reposición hídricas adecuadas, en función de las características físicas de los jugadores, las condiciones ambientales y el tiempo de participación en la actividad deportiva. Se debería fomentar, en niños y adolescentes, el hábito de hidratarse adecuadamente, y no sólo cuando sientan sed, ya que este indicador ha demostrado poca fiabilidad.

En definitiva, promover hábitos de vida saludables continúa siendo fundamental para reducir la incidencia del sobrepeso y la obesidad en población menor de edad. Aún hay que continuar trabajando para mejorar la calidad de la dieta, la adherencia a los patrones dietéticos mediterráneos y disminuir tanto el sedentarismo como la inactividad física. Las estrategias deben involucrar a los menores y sus familias, y ser desarrolladas en todos sus entornos.