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Día de luz y tinieblas

La Comunidad Autónoma conmemora con la vista en el horizonte el día, 30 de mayo de 1983, en que su Parlamento se reunió por primera vez

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Día de Canarias 2021 | Acto institucional Andrés Gutiérrez

Canarias celebra su gran día sin poder alargar la fiesta: hay demasiado por arreglar y recoger en una sociedad castigada con saña por la crisis del coronavirus. Por eso en el santacrucero Teatro Guimerá se pasó ayer de puntillas por el presente. Fue el recuerdo de un pasado peor y el sueño de un futuro mejor.

«El presente es una madre que sueña con el futuro». Lo dijo una de las actrices del espectáculo Las islas que queremos ser, que ayer abrió el acto institucional del Día de Canarias en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife. El espectáculo tuvo tres partes: pasado, presente y futuro. Un pasado peor, un futuro esperanzador y un presente por el que tanto la obra como la celebración pasaron de puntillas.

El acto de conmemoración de aquella primera reunión del Parlamento autonómico –30 de mayo de 1983– fue la evasión de un presente en el que las Islas tienen poco que celebrar y mucho de lo que ocuparse: desempleo, pobreza, bajos salarios, ineficiente redistribución de la renta... Lo reconoció el presidente del Gobierno regional, Ángel Víctor Torres, en el photocall por el que desfilaron las diez Medallas de Oro, las tres galardonadas con los Premios Canarias 2021 y los representantes de las instituciones de la Comunidad Autónoma. «Aún lo estamos pasando muy mal; vienen tiempos difíciles, duros», admitió. «Pero cada día es mejor que el día anterior», puntualizó. Las palabras del jefe del Ejecutivo resumen el leitmotiv de un acto que comenzó con puntualidad inglesa –las 20.30 exactas– y bajo un estricto control sanitario.

Antes de que las luces del Teatro Guimerá se apagaran para el comienzo del espectáculo dirigido por Juan José Afonso, el pasado, el presente y quizá el futuro –en este caso de la política– también fueron protagonistas. Jerónimo Saavedra –que mantuvo una pequeña pelea con una rebelde mascarilla quirúrgica– y un discreto, casi silencioso, Paulino Rivero fueron dos de los rostros de un pasado más o menos reciente.

«Aún lo estamos pasando muy mal; vienen tiempos difíciles, pero cada día es mejor que el anterior»

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Los dos expresidentes del Gobierno de Canarias llegaron media hora antes del comienzo del acto, cuando ya ocupaban sus asientos –el aforo del Guimerá se redujo al 33% para evitar disgustos– buena parte de los representantes del actual Ejecutivo. El presente de las consejeras Yaiza Castilla y Noemí Santana –que destacó el hecho de que por primera vez en la historia de los Premios Canarias tres mujeres, excepcionales, hayan sido reconocidas con la máxima distinción de la Comunidad Autónoma– o del propio Ángel Víctor Torres. También del presidente del Parlamento, Gustavo Matos, quien siguiendo el guion de la noche y admitiendo de manera implícita las sombras del presente recordó que «nos toca inventar Canarias de nuevo».

Una esquiva Carolina Darias, ministra de Sanidad, pasó desapercibida hasta que el vicepresidente Román Rodríguez –tan pasado como presente, quizá más– le hizo algo parecido a cosquillas en el photocall. «Estamos saliendo del túnel», aseguró el también consejero de Hacienda, guardián de los dineros de la Comunidad Autónoma a quien Dolores Corbella, flamante Premio Canarias de Investigación e Innovación, le había puesto tarea sin ni siquiera saberlo: «Es extremadamente importante invertir en investigación, en cultura y en educación», subrayó la galardonada.

Tampoco faltaron el portavoz y consejero Julio Pérez y el diputado y presidente gomero Casimiro Curbelo, que como Rodríguez tienen, como poco, tanto pasado como presente. Ambos pasaron por un photocall por el que al final no solo desfilaron quienes tenían que hacerlo –premiados y representantes institucionales–, sino también miembros más o menos destacados de los partidos o de los grupos parlamentarios. Todos con más soltura y desparpajo que los galardonados, algunos de los cuales pasaron un pequeño mal rato ante flashes y micrófonos.

El color del cristal

«Todo se ve del color del cristal con que se mira». La frase está escrita con bolígrafo rojo y letras pequeñas en la pared de uno de los edificios vecinos del Teatro Guimerá. Y en un acto como el de ayer, tras un año tan duro como el de la pandemia y una situación tan difícil como la actual, era obligatorio usar el cristal que mejor permitiera imaginar un futuro muy poco parecido al presente.

«Duerme y despierta en las Islas que queremos ser; Islas heridas que respiran el miedo por el abismo»

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Las islas que queremos ser comenzó con una madre –pies descalzos– que camina por un camino pedregoso. «Tejer, podar, cuidar, consolar...». Las tareas de mujeres canarias que soñaron con algo mejor para sus hijos. Poner el retrovisor ayuda a relativizar el presente, pero este presente, que en la obra es breve y casi inservible para cualquier otra cosa que no sea soñar con un mejor futuro, es difícilmente relativizable. Por eso el presente también es «una madre que sueña con el futuro», una madre canaria no tan desdichada como la de aquel pasado pero tan preocupada como ella por lo que Canarias les deparará a sus hijos. Eso es todo lo que ayer se celebró del presente en el Teatro Guimerá: que habrá futuro.

Un futuro en el que el paro estructural habrá desaparecido, en el que no habrá machismo ni reductos de xenofobia, en el que el medio ambiente y la sociedad irán de la mano y en el que una niña de hoy ganará el primer Premio Nobel para el Archipiélago. También un futuro en el que se confirmará la victoria de la actual ministra de Igualdad, Irene Montero, contra la lengua de Cervantes, porque las Islas serán islas «para todes», enfatizó uno de los actores. «Duerme y despierta en las islas que queremos ser; islas heridas donde se respira el miedo por el abismo».

Tras la obra, Josué Espino, Marta Batista, Jacob Hernández, Daniela Arzarello, Sergio Pérez y Ángeles Perea, el cuerpo de danza del espectáculo, mezclaron el baile con la logística para montar la mesa de autoridades, la tarima con los galardones y la grada con las sillas de las diez Medallas de Oro y tres Premios Canarias. Fue un espectáculo en sí mismo que mereció casi tantos aplausos como la obra y solo menos que las tres excepcionales mujeres –María Isabel Nazco, Dolores Corbella y Rosario Álvarez– galardonadas con los Premios Canarias de Bellas Artes e Interpretación, Investigación e Innovación y Patrimonio Histórico. Rosario Álvarez fue la encargada de poner voz a las tres premiadas, e insistió en dictarles la tarea a los miembros del Gobierno: educación, cultura, investigación.

Para su discurso, el presidente Torres pareció tomar nota y apeló a esa Canarias de cultura, educación, investigación e innovación que tanto se soñó durante la casi hora y media que duró el acto institucional. La misma que se lleva soñando tantos años entre avances más o menos sólidos. Avances ahora en entredicho por el varapalo del coronavirus. «Es el momento de transformar Canarias», señaló Torres. En la primera fila, la mayoría de sus compañeros en el Consejo de Gobierno asentía con la cabeza.

La cantante canaria Tina Riobo fue la encargada de cerrar la noche con su interpretación del himno de la Comunidad Autónoma. Riobo tiene, al margen de una voz excepcional, raíces guineanas. Raíces en el continente vecino, ese en el que tantas personas sueñan con un mejor futuro antes de lanzarse a la mar en una barcaza. «El día es hoy», dijo Torres, para «tender la mano a quienes más la necesitan, sean de donde sean, vengan de donde vengan».

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