Cenizas ‘engofiadas’ a ritmo de salsa en el Carnaval de día

La fiesta de las viudas al sol saca a la calle a los carnavaleros con el concierto de Joseph Fonseca

La última jornada de los Carnavales del Mundo pincha en público

Comienza el periplo de la Sardina antes de su quema final

Juan Carlos Castro

Tras la gran cabalgata de anoche, Las Palmas de Gran Canaria se levantó hoy con calima y una buena dosis de resaca. El Carnaval de día de las viudas al sol arrancó a las doce de la mañana, con mucho ritmo y poco público. Ni el paracetamol, ni el concierto Joseph Fonseca, consiguieron levantar a los carnavaleros de la cama para abarrotar el recinto de Belén María, que en esta última jornada de los Carnavales del Mundo estuvo falto de movimiento durante la celebración previa a la quema de la sardina en Las Canteras

«Esperábamos más gente», lamentó Ana, que acudió con sus amigas. Todas iban ataviadas de venecianas de época, y esperaban una gran masa, la misma que hubo el año pasado durante la actuación de Carlos Vives, que fue el encargo de amenizar la fiesta preludio al entierro de la sardina. Pero Ana y compañía no fueron las únicas que lo notaron. Las dos Miércoles –Adams– de Ceniza, encarnadas por Néstor y Luis, que fueron a disfrutar de la música también se quejaron de lo mismo. Llegaron de las primeras con su mascota, la mano Cosa, que iba bien cómoda sobre el hombro de una de ellas. «Cosa no tenía ganas de venir y pensé. ¿Qué hago? ¿Me la cargo al hombro? Y eso hice», contaba una de las tenebrosas niñas. Ambas llevaban un tarro de cenizas lleno de ¿gofio? «No es gofio, son los restos de la sardina del Carnaval de 2023, la saliente», señaló una de ellas. El objetivo era esparcir la mitad en Las Canteras y la otra en Santa Catalina para invocar la vuelta del jolgorio al mítico parque. Si bien este personaje se caracteriza por su maldad y falta de expresividad, hoy sus copias capitalinas estaban arrebatadas bailando al ritmo de la salsa del grupo A Tempo Music, que salió a la dos del mediodía al escenario principal, presidido por el pez de cartón-piedra que luego ardería en llamas.

«Yo llevo aquí desde ayer que vine a ver a Manuel Turizo, me quedé a dormir y empaté», bromeó Nairobi. «A ver si la gente se anima un poco cuando salga Joseph Fonseca», subrayó Almudena, su compañera de trabajo. Ambas, junto a su grupo de amigas, fueron disfrazadas de cabareteras. Eso sí, Nairobi fue la única que salió anoche. El resto se quedó en casa cargando las pilas para aguantar hoy.

No es para menos, al que tiene buena noche, quizás el día siguiente se le hace cuesta arriba. Y ese es exactamente el ambiente que se respiraba en los escenarios ubicados en la plaza Manuel Becerra y la calle Saulo Torón. Los chiringuitos cambiaron el frenesí de copas y salchipapas por la calma, incluso se podría decir que hasta aburrimiento por la falta de actividad, y los carnavaleros el perreo por la acera, en la que la mayoría aguardaba a que se animara la cosa para formar un buen tenderete. Sin duda, el trabajo más difícil recayó sobre el disyóquey, que intentó por activa y por pasiva que los presentes se contoneasen. «Póngase cerquita a ver si esto sube», reclamó sin éxito.

A las 17.30, Belén María comenzó a llenarse con los primeros acordes de Noches de Fantasía, la canción más conocida de Joseph Fonseca. No obstante, el merengue y la bachata del cantante no consiguieron el ansiado sold out. Las gradas permanecieron prácticamente vacías durante todo el evento, y en la explanada los asistentes bailaron sin problema por la cantidad de huecos libres. 

Naviera 'A dos velas'

Entre los que danzaron bajo la batuta del puertorriqueño estaban Jésica y Blas, una pareja de marineros de la naviera A dos velas, que opera la ruta entre el Carnaval y el barrio de Lomo Apolinario, donde viven ambos. Para los malpensados, aclararon que el nombre de la compañía no se debe a la escasez de actividad sexo afectiva, sino a que se acaban de comprar una vivienda. «La hipoteca nos tiene a dos velas, y encima nos casamos en julio, tenemos que ahorrar», explicó la mujer. 

La sardinita espera la quema en el escenario de Los Carnavales del Mundo.

Al lado, una familia de bolos esperaba la embestida de una bola que los tirase al suelo. Uno de ellos, Rosario, era la primera vez que acudía al Carnaval de día. «Estoy encantada, me encanta», recalcó. La idea del disfraz la tuvo su hijo, Iván, que se compró el traje, y el resto lo replicó manualmente. 

«Nos acostamos a dormir a las mil, pero aquí estamos, esperando a la sardina», señaló Manuel, que iba de Jafar, el villano de la película de Aladín. Junto a él, David, que se disfrazó del genio de la lámpara, y Kari, que parecía recién llegada de los carnavales de Río de Janeiro con su body de volantes voluminosos y estampado colorido. Puede que el mundo de Aladín no tenga nada que ver con Brasil, pero en este caso el nexo de unión era la amistad. Y es que el Carnaval, sin las personas queridas, no es Carnaval.