Ay, ay, ay, ayyyyy, que me mueroooo, ya me dieron con un perdigón. Siento cómo se me escapa el alma, Maruca. Quiero que sepas que la vida a tu lado, aunque con más curvas que la carretera de Fataga, ha sido bonita como un atardecer en El Confital después de reabrir al baño por la desaparición de los enterococos?. Exterior noche, parque Santa Catalina. Primer mogollón: Pepe, en el suelo, disfrazado de caniche hormonado, revolcándose cual cochino negro en el barro tras una lluvia fina. Ella, con cara de escepticismo. ?Miravé, Pepe, que a ti te da una calentura y ya te crees que te vino a visitar la de la guadaña o, en su defecto, la del sacho?. Te digo que no, que fue aquí, en la nalga. ¡Un médico! ¡Un sanitario! ¡Protección civiiiiiil! ¡Qué vengan los Geooooos! ¿Tú crees que tiene orificio de salida o se habrá alojado en algún órgano vital? ¡Un goteo de domapina, estoy fibrilando! ?Tienes el seso sorbido con las series de médicos y de forenses, que te crees que eres Don Aurelio el practicante y después te mareas cuando le pongo una tirita a tu nieta?. Ante la insistencia y viendo aparecer un punto rojo traspasando la tela perruna, en el lugar donde la espalda pierde su nombre, Maruca decidió hacer un casting de mascaritas forzudas y arrancar con el hombre para el Hospitalito. ?Rápido, que veo nublado, qué pena... Mañana juega el equipillo, perra vida?. Señor, tiene usted un alfiler de los gordos clavado en el trasero, sentenció el sanitario. Y él: ?Hay gente que ha muerto desangrada por el pinchazo de esos enviados del diablo?.