Comercio

El califa de la calle Cebrián

Llegó del Atlas bereber en los noventa y ahora, con 53 años, triunfa con una humilde frutería a las puertas de Triana, en la capital grancanaria. Es la historia de Kahalifa Allouch y su esfuerzo por prosperar

El califa de la calle Cebrián

Juan Carlos Castro

Es media mañana y la frutería de Khalifa Allouch está a pleno rendimiento. La clientela habitual entra y sale y a todos les llama por sus nombres. Quieren papaya de Gáldar y fresas de Valsequillo, sandías del Sur y tomates de La Aldea, aguacates de La Palma y ajos de Lanzarote, batata y papas del país. Todo reluce en las estanterías con el vigor de lo fresco. La pequeña tienda de Arenales, de apenas 20 metros cuadrados, se ha convertido a ese lado del barrio en la referencia para comprar productos de temporada.

A Khalifa Allouch, que emigró de Marruecos a principios de los noventa, todos le llaman Khali en las proximidades de Triana. Allí, en la esquina de Cebrián con Perojo, montó en 2008 la frutería Tamara. El primer año pensó en cerrar porque le costó hacerse con el vecindario, pero a base de madrugar ha logrado un producto de calidad con el que ha fidelizado a sus clientes.

FRUTERIA TAMARA | 25/04/2024 | Fotógrafo: Juan Carlos Castro

FRUTERIA TAMARA | 25/04/2024 | Fotógrafo: Juan Carlos Castro / Juan Carlos Castro

En apenas media hora entra una señora que se lleva nísperos de Gran Canaria y encarga ajos de Lanzarote; un hombre que pide un kilo de manzanas Marlene, y otra señora que opta por la caja de fresas de Valsequillo y una papaya cultivada en Gáldar, entre otras frutas y verduras. También una joven que elige dos aguacates canarios y un señor que prefiere uvas chilenas. Son de esas negras, redondas y chiquititas, de temporada, porque si no se puede vender un producto de proximidad, que sea «fresco y de calidad», con las menos horas posibles de frío en las cámaras de refrigeración.

Un mercado pobre y caro

Por eso Khalifa madruga tanto cada día. Se levanta a las tres de la madrugada para estar sobre las cuatro en la cola de Mercalaspalmas. La gran superficie de distribución de alimentos abre a las cinco, pero media hora antes se forman colas para entrar. «El mercado canario es pobre y caro. Si quieres calidad, tienes que madrugar», explica el frutero.

La condición insular, según Khalifa Allouch, es la raíz del problema: casi todo llega de fuera, en barcos, y eso encarece el producto y perjudica su calidad, sobre todo con la fruta, una mercancía delicada y sujeta a las estaciones para su cultivo que casa mal con la logística del transporte marítimo.

Por eso el frutero prioriza los productos canarios y opta por los de temporada cuando no le queda más remedio que comprar los de fuera. Así controla tanto la calidad como el precio, pues el coste se dispara si procede del exterior de la Unión Europea y, además, se importa para consumirlo al margen de su estación habitual.

Productos de temporada

Ahora, por ejemplo, empiezan a llegar las primeras nectarinas y los primeros melocotones, dos frutas que lucen grandes, redondas y coloridas en las estanterías, pero a precios que rozan los seis euros. Lo normal es que bajen a medida que se acerca el verano. 

Con todo, al Kahalifa le gusta adelantarse y sorprender al vecindario, sabedor de que su clientela, con un poder adquisitivo medio a alto, siente debilidad por la novedad y busca calidad en su tienda. «La diferencia con la fruta de las grandes superficies se nota bastante», confirma Mar Caballero, que muerde una fresa para probarla y acto seguido se lleva una caja traída esa misma mañana de Valsequillo.

 Otra habitual, Mercedes Santana, compra un buen puñado de nísperos y encarga ajos conejeros para la semana que entra. Gran Canaria, por lo visto, no es muy dada al cultivo de esta hortaliza, que llega a la frutería procedente de un agricultor de Lanzarote.

De la finca a la mesa

Tanto Caballero como Santana también valoran las maneras de del Khalifa, que se toma su tiempo para elegir la fruta, colocársela al cliente y darle conversación si la ocasión es propicia. Lo que no se vende, se tira, más aún en 20 metros cuadrados y una pequeña cámara frigorífica. De ahí que el marroquí cuide al detalle todo ese proceso, «de la finca a la mesa», como le gusta decir.

FRUTERIA TAMARA | 25/04/2024 | Fotógrafo: Juan Carlos Castro

FRUTERIA TAMARA | 25/04/2024 | Fotógrafo: Juan Carlos Castro / Juan Carlos Castro

Llegó a Gran Canaria el 29 de noviembre de 1990, en avión, sin visado, dispuesto a trabajar «en lo que hiciera falta» para «progresar en la vida». Tenía 19 años y el éxito o la tranquilidad social, como prefieran llamarlo, le ha llegado ahora, con tres hijos y una pequeña frutería al lado de Triana, a los 53 años.

Es bereber, se crió en el Atlas y por eso, quizá, se desenvuelve tan bien entre frutas y verduras, pues ha sabido aplicar a su oficio las enseñanzas de la tierra que le inculcó su padre desde chico. 

Opina que la juventud no quiere trabajar como antes, que los inmigrantes tienen más ayudas y que todo eso afecta al campo canario. «Las familias abandonan sus pequeñas fincas y cada año hay menos fruta», subraya este hijo de ganaderos y de agricultores. No lo ha tenido fácil. Antes de montar la frutería trabajó de mantenimiento en el hospital Negrín y tuvo que batirse el cobre en la hostelería.