El timplista José Antonio Ramos, sobrado compositor e instrumentista, falleció a primera hora de la tarde de ayer en la capital grancanaria, a causa de un infarto que le sobrevino cuando se encontraba en su estudio haciendo deporte en su bicicleta estática, según confirmaron a Efe fuentes de su productora, Soldomilare. La salud de Ramos era excelente, según pudo constatar ayer este periódico en fuentes de su entorno, tras haberse recuperado totalmente de una neumonía de la que se vio afectado hace unos meses.

Su muerte ha sido un gran mazazo para su familia y amigos, que ayer tarde se reunían a las puertas del estudio en un gran lamento colectivo ante la trágica pérdida del músico. Nadie quería asumir lo que era una terrible realidad. Casado y con una hija de cinco años y un tremendo futuro profesional por delante, Ramos se había significado como el músico que sacó al timple de su contexto folclórico natural para explorar nuevos territorios sonoros. Incluso hizo grande al pequeño instrumento al dotarlo de una nueva personalidad tímbrica. Un revolucionario que le cambió el carácter a la música tradicional de las Islas en distintos ejercicios de estilos, que electrificó el instrumento, el timple electroacústico, y al que dotó de nuevas herramientas creando el timple midi.

Ayer fue una tarde amarga para la música en las Islas. El tanatorio San Miguel, en Las Torres, donde fueron trasladados sus restos mortales a la espera de la incineración que tendrá lugar este mediodía, fue el lugar donde familia, amigos, y personalidades de la cultura y la política se dieron cita para presentar sus respetos a un "gigante" de la música canaria en las últimas décadas.

La carrera de este músico que se fajó en renovar los sonidos de raíz canaria a través del timple, tiene un recorrido inmenso, de giros hacia el jazz y las músicas de raíz sin perder el sustrato canario que siempre le acompañó. Primero como alumno de un gran timplista y maestro de maestros como Totoyo Millares, y luego compañero de una generación de instrumentistas que junto a Benito Cabrera y Domingo Rodríguez El Colorao hicieron grande al timple dentro y fuera de Canarias.

Su faceta de docente e investigador deja tanta huella como su producción discográfica. Su impronta queda en jóvenes timplistas como Germán López, músico de Artenara que se antoja como una proyección natural del pulso de su mentor.

Ramos hizo que el timple coqueteara con el banjo de Bela Fleck, la gaita de Carlos Núñez y la trikitixa de Kepa Junquera para asombro de las audiencias que no conocían las virtudes del grancanario. Y en un Womad hizo realidad ese mestizaje del que tanto se predica y en el que Canarias, gracias a artistas como Ramos, juega con una ventaja que asombra a los neófitos.

VIAJE MUSICAL. El excitante viaje musical de José Antonio Ramos comenzó con Trío Timple, bregando en la órbita popular y grabando discos como Más que un sueño (1990) y Tanekra (1994). Su debut en solitario llegaba con Los Cuatro Gigantes (1998), primer paso en una carrera segada ayer y que continuó sumando escalas en ese viaje alrededor de todas las músicas amigas. Puntales (2000), Timples@2000 (2000), junto a Cabrera y El Colorao, su Jeito (2001), el pulso con Polo Ortí en Para timple y piano (2003), otro envite de grandes triunfos con Andreas Prittwitz en José Antonio Ramos y Andreas Prittwitz (2004), la memoria de Pedro Lezcano musicada en Los versos de la vida (2004), el homenaje a sus quince años de profesión 15 años de timple (2005), el gran homenaje compartido con su maestro Totoyo Millares en Las Manos del Maestro (2006), y otros como Sefarad y el Romancero Canario siglos XVI y XVII (2007) y El secreto de las cartas de piedra (2007), para el libro homónimo de su hermana Pilar.