El periodista grancanario Salvador Sagaseta falleció ayer, a los 63 años, en el Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín, tras una larga convalecencia por un cáncer. El considerado como el último periodista literario, que mantuvo durante años la columna Archipiélago veneno en el diario LA PROVINCIA, fue despedido ayer por numerosos amigos, que recordaron algunas de sus hazañas periodísticas. Será incinerado hoy, a las 14.30 horas, en el Tanatorio de San Miguel de la capital.

Salvador Sagaseta nació el 5 de abril de 1947, en Las Palmas de Gran Canaria, estudió en el colegio Viera y Clavijo y después en el Instituto Pérez Galdós. A los 18 años fue víctima de la persecución del régimen franquista, protagonizando un delirante episodio, por el que se vio sometido a dos consejos de guerra que acabarían con dos años de cárcel y el exilio. La publicación en 1967, en el periódico Diario de Las Palmas, dentro de su columna Luz verde a la juventud, del poema Consejo de paz de Pedro Lezcano, sentó mal a las autoridades, que lo detuvieron de inmediato. "Él tuvo claro desde el principio que iban a por su apellido, no a por él", explica el filólogo Nicolás Guerra, autor del libro Tres consejos de guerra y un consejo de paz (CCPC). Y es que su padre, Joaquín, era republicano, y su tío, el abogado laboralista y miembro del Partido Comunista Fernando Sagaseta ya había sido encarcelado por sus ideas.

Para el primer consejo de guerra se ordenó a los oficiales de permiso que acudieran a la sala vestidos de uniforme para ocupar los asientos y así evitar que el público pudiese entrar. Muchos fueron los que acudieron para dar su apoyo a Salvador, que estaba asombrado por todo el suceso, ya que el mismo poema se había publicado tiempo antes, e, incluso, había obtenido un premio en el Gabinete Literario. Su defensor en aquel proceso fue Lorenzo Olarte. De este primer embate salió absuelto, pero se convocó un segundo consejo de guerra en el que, a pesar de que el fiscal militar pedía un año de cárcel, fue condenado a dos. "Cumplió la pena completa, sin ninguna reducción, una parte aquí y la mayoría en el Penal de Jaén, donde tuvo problemas con un guardia fascista", decía ayer su hermano Joaquín. Pero no acabó aquí la cosa. Al poco tiempo de regresar, la policía se presentó en su casa para decirle que tenía que ingresar en un Batallón de Castigo, en el Sahara. Esto marcó otro punto de inflexión. El Partido Comunista logró embarcarlo en un carguero a Italia, aunque antes estuvo escondido en una casa de Pedro Lezcano y luego en la de otra familia.

En Roma se casó por poderes con su novia canaria María del Pilar Ayestarán Díaz, de Teror, que contrajo las nupcias en la villa mariana con el padre de Salvador haciendo de Salvador. "Una cosa muy triste", comentaba Joaquín. Con María Pilar llegaría a tener tres hijos. Juntos viajaron a Suecia, donde estuvieron exiliados hasta la amnistía de 1977. Luego se incorporó como colaborador a LA PROVINCIA.

En su última etapa, dividía su página en tres bloques, en los que desgranaba la actualidad con su particular visión. Por un lado, su columna, Archipiélago veneno; por otro, una viñeta en la que un filósofo de barra ponía el contrapunto socarrón a las noticias del momento. El último bloque era para el famoso Huevo de Oro, un premio, a veces lisonjero y otros envenenado, que llegó a tener, incluso, su gala de entrega anual. "No eras nadie, si no te había dado el Huevo de Oro", decía ayer un compañero en la redacción, donde hace ya meses que se le echa de menos. Descanse en paz.