Hoy se cumplen 20 años del fallecimiento de Eduardo Millares Sall, creador del popular Cho Juaá, arquetipo de canario bonachón y campechano que es desde hace décadas uno de los más reconocibles iconos isleños. Coincidiendo con este aniversario, se reivindica una comprensión más amplia de un artista al que ha fagocitado ese álter ego tocado con cachorro, pero que fue más que un mero caricaturista costumbrista.

El humor gráfico canario pasa de forma inevitable por sus dibujos. Nacido en 1924, Millares Sall aportó durante más de cuarenta años a distintas publicaciones periódicas -de forma notable Diario de Las Palmas y Sansofé- una visión de lo canario que aúna con humor lo campesino y lo ciudadano. Además, supo retratar con tintes de cierta nostalgia la desaparición o transformación de toda una idiosincrasia isleña ante la llegada del turismo de masas. Todas estas características cristalizan en 1958 con la creación de Cho Juaá, pero en este mismo campo tampoco sería justo olvidar su faceta de animador o dinamizador. Suyas fueron iniciativas como el longevo suplemento humorístico El conduto.

La catedrática de Historia del Arte María de los Reyes Hernández, que comisarió la muestra Más allá de Cho Juaá, que el pasado diciembre acogió el Cicca, sin negar la importancia que tiene el caricaturista costumbrista, reclama una visión más amplia para el artista Eduardo Millares. "Nos podemos pensar en él como alguien solamente unido a ese personaje, álter ego que llegó a identificarse con él. Fue mucho más, fue un hombre que tuvo una visión personal de la historia del arte. Creo que después de 20 años hay que poner las cosas en su sitio", explica. Para Hernández, Eduardo Millares "deconstruyó la historia del arte tradicional y la transformó en una historia del arte que podría llegar al gran público, desmitificando grandes iconos como la Gioconda o la Venus de Milo".

Así, Millares cobijaría dos artistas distintos. "Por un lado está Cho Juaá, lo comercial, lo que publica en prensa. Ya está reivindicado, es el que todos conocen. Pero hay otro Eduardo, que es un artista. Las obras con las que convivió, las que guardaba en casa, no eran ésas comerciales". Las características de este otro artista más recóndito apuntan a "un pintor que maneja el cubismo y sintetiza los planos de manera magistral. Desmitifica las obras de la alta cultura, llega al gran público desde la prudencia. Expuso algunas de estas obras, pero las tenía como un tesoro aprehendido. Pensaba que eran para su intimidad, pero no para el gran público".

Entre las posible causas que explican esta timidez para mostrar su producción, la catedrática alude a la pertenencia a una familia en la que la creación ocupó un lugar destacado. "Fue un gran artista, pero dentro de su familia había tanta gente importante, que hacerse un hueco era difícil. En la creación artística estaban Manolo y Jane", recuerda.

De la biblioteca personal de Eduardo Millares se deducen otras preferencias. "No sólo tenía amor por Picasso, sino también por el expresionismo alemán. Las lecturas, sus libros, indican un pensamiento artístico contemporáneo acorde con su tiempo", dice Hernández, que se refiera a una serie de creaciones n las que el artista canario "interviene en las obras de la alta cultura", como el Guernica, para dar a luz algo nuevo que modifica nuestra visión. "Hay muchas historias del arte, tantas como cuantos artistas quieran hacer una revisión", dice. "La visión del Guernica es increíble. Él lo que hace es desmitificar iconos, pero no sólo de Picasso, también de Cézanne y Matisse, por ejemplo". Todo un universo que va más allá del dibujante que supo sintetizar las características de los canarios en un personaje emblemático.