¿Cómo surge esta colaboración de la Universidad de las Artes de Berlín (UDK) con el Conservatorio Superior de Música de Canarias?

En nuestra universidad tenemos a un estudiante canario, Manuel Gómez Luis, que desde hace años habla mucho de las Islas, y entre otras cosas nos tenía al día sobre la actividad de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, del Teatro Pérez Galdós, y cuánto está haciendo el Conservatorio Superior por abrirse, por buscar colaboradores para proyectos comunes. Hablamos con Sergio Alonso para ver la posibilidad de trabajar y hacer alguna colaboración. El director fue a verme, nos entendimos bien, y este tipo de colaboraciones va más allá de un compromiso en un papel, lo importante es entenderse y que exista un buen trato humano. Lo definitorio es el fin común de ambas instituciones. En este contexto, es importante que el Conservatorio funcione de forma interdisciplinar, porque hoy en día no se pueden separar las artes, un cantante por ejemplo tiene que integrarse en otras disciplinas.

¿Qué aporta la UDK al proyecto teniendo en cuenta que estamos ante dos modelos de formación y gestión cultural distintos?

Eso lo sabremos cuando empecemos a trabajar con la orquesta y los cantantes y ahora solo puedo especular. Muchas personas pueden tener miedo porque otros sistemas puedan arruinar al suyo, pero el hecho de que sea diferente será muy enriquecedor para los alumnos que participan en el proyecto. Estoy convencido de que la manera de hacer música en España y Alemania es diferente, pero al juntarse trae beneficios para todos.

Estas iniciativas tienen su efecto en el relevo generacional que viene demandando la ópera. En Alemania, la ópera esta normalizada en la oferta cultural, si bien para el común espectador español continúa siendo un lujo. ¿Qué opinión le merece?

Todo funciona como una pirámide donde en la base estarían millones de personas que conocen y aprenden un poco de música. Sobre ellos, más personas que se forman más en serio, y a su vez le siguen los que se dedican a la música de manera profesional, y luego los mejores, y la cumbre. Los de arriba no pueden subsistir sin el resto. Y no creo que la ópera sea un lujo. El arte es una necesidad primitiva del ser humano. Ni siquiera en Auswitch podían estar sin música. Incluso en Alemania y en sus teatros también hay problemas de público, sus departamentos pedagógicos buscan fórmulas para atraer nuevos públicos, y en otros países ocurre igual. El peligro de que el público vaya a menos está ahí pero es culpa también del mundo virtual, las estrellas están al alcance de cualquiera en distintos soportes y se ha perdido la relación emocional con la práctica artística. Hay que reestablecer esa relación emocional con el público, y eso se consigue desde la escuela. Y estos proyectos no son importantes por el dinero que se necesita, sino porque sirven para reflexionar de una manera nueva sobre la cultura.

La situación económica de España ha desarmado a la cultura y ha propiciado que el Gobierno cambie las reglas del sector.

Los buenos tiempos han pasado y nos hace igualmente pensar sobre la ópera, si queremos que sea como una película, o si tiene que reinventarse. Para una persona particular, lo que se recorta en cultura puede ser muy elevado, pero realmente en la práctica este dinero no llega para hacer otras cosas. Además, cuando hay que elegir lo que se va a recortar, los políticos se ahorran comunicar otras áreas en las que podrían hacer esto sin tocar la cultura. Se suele olvidar el impacto económico que tiene la actividad cultural. Cuando una persona va a la ópera, primero compra ropa adecuada, luego las entradas, que beneficia a la actividad del centenar de personas que trabajan en cualquier teatro, y luego se van a cenar. No es un impacto a largo plazo, pero sí es importante. El deporte mueve mucho dinero y nunca ha necesitado de grandes aportes del Estado. En la cultura siempre ha habido históricamente un mentor. En Estados Unidos, las empresas son las que financian la cultura, pero son también las que dictan la estética de todo lo que se hace con su dinero. El Estado es quien tiene que regular la cultura.