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Dos artesanos del ritmo

Fattoruso y Yahiro concluyen su gira por las Islas en un encuentro con alumnos en el Conservatorio Superior de Música de Canarias

Dos artesanos del ritmo

Mediodía de percusión global y fraseos de piano. Candombe, jazz, samba y blues fluyen con naturalidad cuando dos maestros de la talla del multiinstrumentista Hugo Fattoruso y el percusionista Tomohiro Yahiro se encuentran en un escenario. Ayer, los dos músicos protagonistas del proyecto Dos Orientales, concluyeron su tránsito por las Islas en una clase abierta en el Conservatorio Superior de Música de Canarias (CSMC).

Ante un aforo reducido formado por alumnos del centro, y una vez completados los conciertos de la gira europea que les trajo a Canarias, el pasado viernes en la capital grancanaria, y el sábado en La Laguna, la clase magistral fue un ejercicio didáctico, a la vez que participativo, a partir de la experiencia de los protagonistas. Varios de los estudiantes, a petición de Fattoruso, se animaron a acompañar en la percusión, una vez que el uruguayo dejaba de lado el piano y se colgaba un tambor de los que utilizan para tocar candombe, el sonido popular de su país.

"Soy un artesano de las notas", decía Fattoruso, tras agradecer los aplausos de los alumnos una vez que atacó con el piano una pieza de aires brasileños con el contrapunto percusivo de Tomohiro Yahiro armado con un simple pandero. "La mano, un poco más fuerte que el palo", aconsejaba el uruguayo a los estudiantes que completaban el "diálogo entre tambores".

La observación

Dos genios frente a frente que se comunican con un simple gesto casi imperceptible para la audiencia. La fusión que predican estos Dos orientales, que escapa a cualquier catalogación por la infinidad de culturas que vuelcan en su paleta musical, tiene mucho que ver con la capacidad de cada uno de ellos para llevar a su terreno los palos de estilo con los que se han formado.

Tomohiro Yahiro, a quien la capital grancanaria le impulsó a convertirse en músico profesional durante los años que pasó en la Isla en la década de los 70, animó a los músicos a sentir, a convertirse en observadores, a arriesgar más allá de la disciplina académica. "Llevo siete años con Hugo y decidí hacer cosas más creativas con músicos latinos, aunque leo solfeo muy mal", dijo. Son dos esclavos del ritmo felices de compartir su maestría con el resto del mundo.

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