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Cine

El gran Robert Rossen

Jiménez de las Heras indaga en un libro profundo y necesario sobre un cineasta complejo, demonizado por la izquierda

El gran Robert Rossen

José Antonio Jiménez de las Heras cincela un necesario y profundo análisis de la figura del gran Robert Rossen, un cineasta que no siempre ha tenido el reconocimiento que merece, en primer lugar por su prematura desaparición. Su última película, Lilith, es de 1964 y es "una obra compleja y muy malentendida por la crítica y el público. Me atrevo a aventurar otras razones como la incomodidad de su figura, tanto en su faceta de creador como en su compromiso ideológico, difícil de encajonar y simplificar. El hecho de que militase en el Partido Comunista Americano durante diez años y que, tras dos negativas, aceptase testificar ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses ha demonizado su figura para la izquierda. Sin embargo, su cine contiene una radicalidad en su visión del mundo, desde una gran abstracción conceptual, y una profunda elaboración narrativa que unido a un discurso crítico y complejo con la sociedad de su tiempo hacen difícil las aproximaciones maniqueas a su obra y su figura; algo que hace que las visiones derechistas del cine se sientan incómodos ante Rossen". Fue capaz de lo que "muy pocos consiguen: mirarse a sí mismo de forma descarnada y confrontar su imagen resquebrajada con la de la sociedad que le hizo así. De ello surge una de las más hermosas, abstractas y complejas visiones del ser humano y del mundo que puedan hallarse." . El buscavidas y Lilith entroncan "con temas y preocupaciones de Rossen que vienen desde lejos en su filmografía: la reflexión sobre el poder, la explotación de los seres humanos por sus congéneres, la importancia de las relaciones personales en el marco social y el peso de la sociedad sobre los hombres, todos estos son temas presentes aquí y que surgen de la visión del mundo de Rossen y de su pasado. Lo que ocurre es que la fractura personal que supuso para él su experiencia frente al Comité le conferirá una complejidad torturada a su mirada sobre sí mismo y del mundo que le rodea. Gracias a ello, Rossen será capaz de extremar su creatividad, la delicada sutileza de su mirada, para crear metáforas personales, a la vez que universales, desde su propia experiencia. Su capacidad poética se refinará dotándole de una sensibilidad intelectual que le permitirá, cuando tenga el control absoluto de sus películas, afrontar unas obras globales que respiran sin fisuras y al unísono en su deslumbrante brillantez formal y narrativa, al tiempo que en su preciso y complejo análisis social y personal.

Rossen es un hombre de su generación que muestra "un humanismo definido por su compromiso ideológico, la pulsión por mostrar la realidad de su tiempo y una inquebrantable fe en el cine como instrumento de comunicación, reflexión e incluso agitación. Si Rossen destaca en algo es en su obsesión por obtener el control absoluto de su obra desde un momento temprano en su carrera. De alguna manera podría decirse que Rossen es el pionero de los cineastas independientes, alejados en su concepción del cine de Hollywood y de los grandes estudios".

Rossen fue, además, guionista en la Warner durante diez años, una "figura fundamental durante ese período en la definición de un cine social y político estadounidense, creador clave en la definición del Noir, militante comunista, cineasta lírico y combativo... Mi fascinación fue creciendo con el conocimiento de una obra compleja, poética y hermosa, así como de un hombre atormentado y poliédrico: un tipo duro y un intelectual de fuste conviviendo en combate constante con sus creencias, sus miedos y sus contradicciones".

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