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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

Ha nacido una estrella

La actriz cubana Mirtha Ibarra en 'Neurótica anónima'. LP / DLP

El material del que se nutren las películas no es tan importante como la forma que tenemos de hacerlo nuestro, es decir, de aplicarle una particular interpretación, como le ocurre a la protagonista de la pieza de teatro Neurótica anónima, que la compañía de Joel Angelino representa el 9 y 10 de abril en el Teatro Guiniguada. En Neurótica anónima la actriz cubana Mirtha Ibarra encarna a Dulce Rodríguez, una sesentona acomodadora del cine Maravilla de La Habana (la ciudad tenía más cines que Nueva York hasta 1959: Principal, Edison, El Coloso, Ambassador, Lux, Avenida, Arenal, etc.), cuyas paredes ruinosas albergan sus sueños dormidos de convertirse en una gran estrella de cine, como las norteamericanas Bette Davis, Rita Hayworth y Joan Crawford, o las cubanas Daisy Granados, Beatriz Valdés y, en un guiño a su fans, ella misma.

La intérprete de Guantanamera ha venido dejando su impronta en mil proyectos: el más conocido, su participación en Fresa y Chocolate de Tomás Gutiérrez Alea, pero también en Golpes a mi puerta de Alejandro Saderman, Mararía de Antonio Betancourt, Cuarteto de La Habana de Fernando Colomo, Sobreviviré de Alfonso Albacete y David Menkes, Aunque estés lejos de Juan Carlos Tabío o La partida de Antonio Hens. Pero el proyecto que debería llevarla a la posteridad, como a la protagonista de Ha nacido una estrella de George Cukor, no es ninguno de éstos, sino Neurótica anónima, escrito, dirigido (en colaboración con Joel Angelino) e interpretado por ella misma, que se presenta como una bella unión del teatro con el cine.

Mirtha Ibarra ha armado en Neurótica anónima su mejor manifiesto contra la mediocridad así en el arte como en la vida, un divertido y absorbente continuo donde el amor, la adoración, todas las pasiones, hasta las políticas, salen a escena, porque como dice ella misma, a través del personaje de Dulce, "yo siempre tuve la boca imprudente y la lengua muy larga". Dulce/Mirtha no tiene miedo a nada, salvo a la infelicidad: "Yo no sé por qué ese indio, Krishnamurti, decía que la felicidad es un estado del cual somos inconscientes, no nos percatamos. ¿Por qué coño no pasa lo mismo con la infelicidad?". Dulce es un personaje roto, vapulado por la vida, perseguido por la infelicidad, que confunde la vigilia, el sueño y la realidad, como le recrimina Paquito Domínguez (Joel Angelino), el proyeccionista del cine Maravilla, secretamente enamorado de ella.

En Neurótica anónima, Mirtha Ibarra convierte a sus dos personajes (al que se une un tercero, un limpiador homosexual, interpretado también por Joel Angelino) en centauros del desierto en una travesía hacia el desahogo emocional. Su mayor logro quizás sea despertar en el espectador un estado anímico análogo al de su protagonista femenina, que se define a sí misma como "escéptica, irreverente y ecléctica como La Habana, pero con mucho encanto". En Neurótica anónima, la actriz y dramaturga cubana rescata el genio de Tomás Gutiérrez Alea para mezclar el absurdo, la denuncia social y la crónica de las flaquezas humanas en una parodia neurótica que, a un tiempo, maldice y divierte.

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