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Alberto García Saleh

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Desde que Antonia Font alcanzara las altísimas cotas de calidad dentro de la música pop de este país gracias a una discografía irrepetible, en Mallorca no paran de salir propuestas interesantes. La última es la de este cuarteto que llega con un disco de pop contundente que se mueve entre la experimentación del indie de los noventa y los aires más asequibles del pop comercial ochentero. Una formación que, aunque cante en inglés es, precisamente, en el único tema que interpretan en mallorquín, Geloisa, cuando se acerca a su banda maestra. Con un sonido que está en punto intermedio entre Australian Blonde y Melon Diesel, desde el primero hasta el último tema, el grupo de Mireia Flores realiza un frenético repaso por la música de las últimas tres décadas con la voz de la cantante, que recuerda un poco a Gwen Stefani, como principal punto de identidad. Aún así, destaca el aire medio country que imprime a Medicine, ese arrebato de oscuridad en Drunk on desire, o esa lección sobre el mejor pop de guitarras de los noventa que transmite Be your fool.

El debut de esta banda jienense en 2013 soprendió a propios y extraños gracias a una manera inteligente de entender el pop que acogía referencias exquistas aunque con una propuesta rebosante de personalidad. Tres años depués llega este segundo trabajo aún más sorprendente. Con un comienzo y un final cercano a Suicide, el disco incluye títulos como Cadáver con todo el encanto de Lagartija Nick, Único argumento de la obra que mezcla de forma acertada la neopsicodelia con el sonido Madchester, o un maravillosoArchivo nostálgico de ideas que supone el antídoto perfecto para aquellos que tengan nostalgia de la faceta más experimental de Radiohead. El mundo expresionista del que hacen gala en Acelerador de sueños construyen un cuerpo sonoro partcular que se sitúa entre Spiritualized y My Bloody Valentine. Y el juego de guitarras que imprimen a Mecánica eterna recuerda, nada menos, que a Band of Susans. Pero lo mejor está, sin duda, en esa utilización del feedback en la onda más ortodoxa del noise americano que es Presente continuo.

La presencia en la producción de un miembro de Pulp ha servido para mantener un poco la cordura en este nuevo grupo británico cuyo debut parece pertenecer a la última hornanda garajera de Detroit. El disco, sin ir más lejos, recuerda las excentricidades del primer Iggy Pop en su época de los Stooges, con canciones potentes, sin conseciones, pero con el suficiente tono melódico para no situarlo fuera de la ortodoxia anglosajona. De este modo, las cuatro trallas sonoras con las que comienza descansa luego en un Roll another que parece recoger la psicodelia de los Beatles con un aire a la Velvet Undreground. Pero el grupo incluso tienen tiempo para desviarse por el art rock en Curtain twitcher o en la canción que titula el álbum en la onda de bandas outsiders y experimentales del tipo deThinking Fellers Union Local 282. En Take it parecen querer emular algo del sonido de los primeros Happy Mondays con un fondo noise realmente cuativador. E incluso saben meter instantes de contención melódica con atmósferas a lo Suede en Please don't wait for me.

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