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aniversario de un reto cultural

"Hemos popularizado algo más la ópera, antes era muy elitista"

"La Ópera de Las Palmas habría terminado como el Festival de Música de Canarias si hubiese sido absorbida institucionalmente", destaca Alejandro del Castillo, presidente de Honor de ACO

"Hemos popularizado algo más la ópera, antes era muy elitista"

¿Cómo se crearon los Amigos Canarios de la Ópera?

Hace cincuenta años el concejal de cultura, Gregorio de León Suarez, tuvo la brillante idea de crear los Amigos Canarios de la Ópera, inspirándose en la magnífica labor que desde 1953 estaba realizando la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO) al organizar en Bilbao una temporada operística de categoría. Gregorio se reunió con un grupo de aficionados de la ciudad para fundar esta entidad artístico-cultural y un día apareció por mi oficina proponiéndome ser su presidente. Inmediatamente le dije que no, pero insistió tanto que finalmente acepté. A consecuencia de ello se establecieron los estatutos, que casi se copiaron de los de ABAO, y se organizó una junta directiva que me tuvo como presidente durante veinticinco años.

¿Estaba compuesto únicamente aficionados?

En absoluto, porque como era de esperar hablamos rápidamente con Alfredo Kraus, quien aceptó asesorarnos, de tal modo que empezamos a diseñar los aspectos organizativos y la contratación de cantantes contando siempre con su asistencia y su actuación. Entonces se programaron principalmente las óperas que él cantaba y también utilizamos sus contactos, por lo que trajimos de fuera a sus amigos, que eran desde barítonos a sopranos, pasando por tenores y contraltos, a los que se unieron los de la Isla.

¿Cómo se formaron el coro y la orquesta?

Al principio el coro era de la ABAO hasta que el tenor canario Chano Ramírez creó el coro Regina Coeli. Tampoco teníamos orquesta, sino una orquestita hasta que Juan Cambreleng y yo fuimos a hablar con el presidente del Cabildo, Fernando Giménez Navarro, para decirle que la ciudad tenía que tener una orquesta. Entonces se creó la que ahora existe. Por lo tanto el Cabildo nos subvencionaba prestándonosla.

¿Es cierto que Alfredo Kraus rompió con ustedes?

Durante los tres primeros años fue prácticamente el que lo organizaba todo, hasta que llegó el momento en que estábamos tan mal de fondos que le pedimos que rebajara un poco su caché y se enfadó. A partir de entonces se negó a colaborar con nosotros en la organización, de tal modo que tuvimos que hacerlo todo solos, lo cual al principio fue muy problemático.

¿Se pelearon con el cantante?

Alfredo y yo fuimos amigos desde jóvenes, hasta el punto que le seguí por toda Europa asistiendo a sus actuaciones. Después de cada función iba al camerino a abrazarlo y él me llamaba Alejandrito. Este es un tema muy delicado, prefiero guardar silencio acerca de una serie de cosas, nunca las dije mientras Alfredo vivía y nunca las diré ahora que está muerto.

¿Cómo respondió el público al principio?

Hemos tenido llenos desde la primera edición del festival porque ya existía una afición considerable.

¿A qué cree que se debe esa devoción de los grancanarios por la ópera?

El origen está en que cuando la gente todavía viajaba únicamente en barco, Las Palmas era escala obligada para todas aquellas compañías y cantantes que se dirigían a Sudamérica, con lo que durante gran parte del siglo XIX e incluso a principios del siglo pasado, cantaron en nuestra ciudad las figuras más insignes del bel canto. Eso creó un interés por la ópera que fue fundamental para ayudarnos a fundar el festival.

¿Cómo se financiaba ACO?

Teníamos unas dificultades enormes de financiación, siempre estábamos yendo al banco a firmar una letra para poder sacar el festival adelante, y posteriormente la pagábamos. No contábamos con apenas financiación pública, porque había gente en el gobierno que decía "ahí está el conde que pague él". Todo era muy diferente por aquella época, no existía el gobierno autónomo, así que solo podíamos contar con el ayuntamiento y el cabildo para recabar alguna ayuda, pero a pesar de todas estas dificultades fuimos organizando las actividades poco a poco con muy escasos fondos.

¿Quién ocupó el papel de Alfredo Kraus?

Afortunadamente pudimos contar con un director de teatro y ópera argentino, Tito Capobianco, que fue director general de las compañías de ópera de Cincinnati, San Diego y Pittsburgh. Me costó mucho dinero contratarlo e incluso tuve que darle un despacho en mi oficina, pero fue él quien organizó los siguientes festivales, y a partir de su incorporación fue cuando realmente creció la afición a la ópera, porque se hicieron cosas que nunca antes se habían visto en esta ciudad.

¿Cuáles fueron las novedades que introdujo?

Se trajeron los mejores músicos y cantantes del mundo, como por ejemplo Joan Sutherland, una soprano australiana de coloratura, ya fallecida, que destacó principalmente por su contribución al renacimiento del bel canto durante la segunda mitad del siglo pasado. También contamos con una orquesta y coros de Michigan, así que montamos algo espectacular que tuvo como fruto despertar la afición de gente que no estaba interesada en la ópera. Capobianco hasta hizo un plano de como tendría que reformarse el Teatro Pérez Galdós y la reforma que se efectuó a posteriori se realizó como él la pensó.

Un salto cualitativo de tal envergadura tuvo que ser muy oneroso.

Efectivamente, costó mucho dinero, especialmente a mí, pero es algo que no me pesa, porque me enorgullezco de haber despertado el interés de los grancanarios por una faceta de la cultura que es considerada elitista a pesar de que pertenece a todas las clases sociales. Mi mayor recompensa es haber montado un buen festival de ópera que ha durado medio siglo, promoviendo a través de él la gran afición que existe en nuestra sociedad, ver como cada año se llena el teatro es algo que no tiene precio.

¿No recibían ninguna ayuda pública?

Recibíamos subvenciones de ayuntamiento, que dicho sea de paso, nos costaba cobrar. Cuando se creó el Gobierno Autónomo de Canarias recibimos de ellos otra subvención, pero debo destacar que quien nos trató mejor fue Óscar Bergasa durante la presidencia de Jerónimo Saavedra, que nos pagaba religiosamente.

¿Es cierto que hubo políticos que ofrecieron financiar ACO a cambio de influir en la organización?

Sí, es verdad, pero siempre nos negamos a ello. En su momento muchos nos dijeron que estábamos perdiendo una oportunidad de oro, pero estoy convencido de que si ACO hubiese sido absorbido institucionalmente, el Festival de Ópera habría terminado como el Festival de Música de Canarias. Esto continúa funcionando porque sigue siendo financiado por aficionados que no cobran, sino todo lo contrario, tienen que poner dinero de su bolsillo.

¿Por qué abandonó la presidencia de ACO?

Tras veinticinco años estaba muy cansado de la vorágine anual que suponía estar el frente de Amigos Canarios de la Ópera, así que decidí delegar el testigo en Pedro Suarez Saavedra, quien posteriormente lo traspasó a Gregorio de León y tras su fallecimiento a su hermano Juan de León, que a su vez lo ha cedido a Óscar Muñoz, quien lo ostenta en la actualidad. Estoy bastante desligado desde que dejé la presidencia, pero creo que esta directiva lo está haciendo bastante bien.

¿Ha habido algún cantante que intentasen traer y rechazase su oferta?

En absoluto, todos venían encantados, no había nadie que no quisiera o lo hiciera a regañadientes. A quienes quisimos oír cantar aquí los invitamos y siempre aceptaban, sólo nos quedó la pena de no poder haber contratado a María Callas porque por aquella época ya estaba casada con Onassis. También en la actualidad me encantaría poder ver cantar a Jonas Kaufmann, un tenor alemán que está considerado el mejor del mundo, lo cual puedo confirmar que es cierto porque hace unos años lo vi interpretar La Boheme, mi ópera favorita. Pero si no lo traen no es porque él no quiera, sino porque no tiene fecha hasta dentro de mucho tiempo y cobra una burrada.

¿En alguna ocasión la falta de fondos ha disminuido la calidad de la ópera programada?

Nunca, hemos traído los mejores cantantes que había. José Carreras, Montserrat Caballé, Placido Domingo, todos han cantado en el Pérez Galdós. La mayoría de las representaciones salían bien, otras mejores y habían algunas que resultaban inferiores, pero generalmente todos los que hemos traído no han decepcionado.

¿Recuerda algún momento embarazoso?

El primero que me viene a la memoria es uno que protagonizó José Carreras cuando interpretaba a Mario Cavaradossi en Tosca. Al final de la obra estaba entonando el aria "E lucevan le stelle", en la cual mira el cielo y ve como las estrellas se disipan lentamente durante su estancia como prisionero en el Castillo Sant'Angelo porque está amaneciendo lo que significa que en breves momentos tendrá lugar su ejecución. En medio de aquel instante tan emotivo sonó un portazo tras el escenario y muy molesto dejó de cantar y gritó: "¡coño, aquí no dejan trabajar a nadie!". El público le llamó malcriado y le dijo que no había tenido consideración, pidiéndole que se disculpase.

¿No hubo una ópera en la que se rieron de Montserrat Caballé?

Sucedió en Tosca en la que interpretaba a Spoletta. Hay una escena en la que ella apuñala al barón Scarpia, jefe de la policía, en su oficina del Palacio Farnese, pero antes de marcharse acerca dos candelabros al cadáver y coloca un crucifijo sobre su pecho. Como comprenderá una mujer con su físico no podía arrodillarse a poner los candelabros en el suelo, así que cuando no lo hizo se oyeron algunas risas. En otra ocasión interpretó a la protagonista de La Traviata, que se está muriendo de tuberculosis, y ella no tenía precisamente una figura para ponerse en el papel de una famélica tuberculosa, pero el público se olvidaba de aquella obviedad gracias a la magia que operaba su maravillosa voz.

Caballé es las más insignes mezzosopranos que ha habido, y una de las mejores cantantes que han interpretado la "Casta Diva" de Norma. Un recuerdo impresionante que tengo de ella es verla cuando cantó en La Scala María Estuardo de Donizetti, en el que interpretaba a la reina de Escocia, se recuerda como una de las mejores representaciones de esa ópera que ha habido y tuve la inmensa suerte de estar allí, ponía la carne de gallina y al público en pie.

¿Ha habido algún cantante que se haya ido molesto?

El único fue Placido Domingo que vino a interpretar Carmen y después hubo una crítica muy dura de Guillermo García Alcalde que le molestó mucho. Sin embargo nos une una gran amistad, cuando nos vemos en Madrid nos saludamos muy afectuosamente.

¿Quiénes han decepcionado más?

Uno de los que posiblemente ha desilusionado más a sus admiradores grancanarios fue Giuseppe di Stefano, un tenor italiano que desarrolló su carrera hasta principios de la década de 1970, del que se ha dicho, con razón, que era "el tenor con la voz más hermosa", pero cuando vino ya era un poco mayor.

¿Cuál ha sido la representación más desastrosa?

Probablemente un Sansón y Dalila bastante accidentado. Tenía que interpretarlo Mario de Mónaco que cuando vino también estaba en decadencia. Cantó Otelo, pero más que cantar recitaba, y luego tenía que hacerlo en Sansón y Dalila, pero llamó diciendo que se encontraba mal y no podía. Enviamos un médico que corroboró su incapacidad y tuvimos que traer urgentemente a otro tenor de Milán que no lo conocía ni su padre, pero que era el único que en ese momento estaba disponible para interpretar esa ópera. Cuando llegó un directivo fue a recibirlo al aeropuerto y el cantante le preguntó: ¿cuándo es el ensayo?, a lo que le respondió: "no hay, tenemos que ir al teatro que la obra comienza a las 17:30". Prefiero no recordar como salió aquella ópera.

Pagamos a Mario de Mónaco únicamente por cantar Otelo pero cuando vio que no le pagábamos Sansón y Dalila exclamó: "¡cómo no me van a pagar!, ¿quién ha llenado el teatro?", así que tuvimos que hacerlo sin haber cantado. Luego nos invitó a Roma a verle cantar Norma, diciendo que nuestras entradas estaban en taquilla, pero cuando Cambreleng y yo fuimos a recogerlas tuvimos que pagarlas. Aun así me dio mucha lástima ver como los romanos lo trataban gritándole "fuera, bufón", mientras cantaba.

¿Cuál es el futuro de la ópera en Gran Canaria?

Es difícil de decir, porque de niño en mi casa sólo se oía ópera, la primera película que vi en el cine fue un biopic sobre Schubert y la primera vez que mis padres me llevaron al Pérez Galdós fue a ver La verbena de la paloma. Esa educación es cosa del pasado, ni los niños ni los jóvenes oyen ópera, por lo que dentro de unos años la afición disminuirá drásticamente.

¿Cuál es la solución?

La educación, mis hijos son aficionados porque la ópera es única música que se ha escuchado en casa cuando eran niños. Los jóvenes actuales solo oyen una música estridente que me pone enfermo, por eso aprecio profundamente lo que hicieron los tres tenores, Luciano Pavarotti, José Carreras y Plácido Domingo, a pesar de lo mucho que fueron criticados, porque sus conciertos llevaron la ópera a mucha gente que no era aficionada.

¿Cree que en el futuro desaparecerá la ópera?

El público ha envejecido, pero sigue habiendo gente joven, no desaparecerá porque es tan bella que siempre quedarán aficionados aunque sean menos. Además el festival ha conseguido que se haya popularizado un poco más que antes, que era menos conocida y mucho más elitista. Figúrese que había que ir de smoking y el número de representaciones era mucho menor. Ahora se representan cinco óperas, con tres funciones cada una, mientras que cuando empezamos eran solamente tres con una única función.

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