"No es un tema inédito ni desconocido, sino que ya había sido abordado por el propio Winston Churchill [primer ministro del Reino Unido entre 1942 y 1945] en sus memorias sobre la Segunda Guerra Mundial e, incluso, por la historia oficial británica del conflicto", recordó ayer Juan José Díaz Benítez, profesor del departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), durante la primera charla de las segundas jornadas Arqueología del conflicto, centradas en el papel geoestratégico de la Isla en la contienda global.

Bajo el título Una alternativa estratégica a la pérdida de Gibraltar: Canarias en la planificación militar británica (1940-1943), Juan José Díaz Benítez (Las Palmas de Gran Canaria,1975) expuso tanto los condicionantes como los protagonistas del proyecto de invasión, la evolución durante más de tres años y, finalmente, "el alcance de unos planes que nunca se llevaron a la práctica" y, sin embargo, existieron, es decir, son historia. En su opinión, "es interesante porque se elaboró, incluso se asignaron fuerzas y buques de transporte, en una coyuntura en la que Gran Bretaña necesitaba esos medios para otras operaciones, lo que ya indica la importancia que se le concedió".

Además de evidenciar la política exterior británica con respecto a España si la dictadura franquista hubiese decidido entrar en la guerra, la operación denominado Chutney, Puma, Pilgrim o Tonic, cambios por motivos de seguridad, "también influyó de forma menos directa en el desarrollo de sus acciones anfibias, ya que la fuerza que se preparaba para desembarcar en Gran Canaria a mediados de 1941 constituía la mayor fuerza anfibia de la que disponía en aquel momento para este tipo de operaciones", tropas utilizadas luego en operaciones posteriores a los desembarcos en Argelia durante la operación Torch de 1941 o en la conquista de la base naval de Diego Suárez (Madagascar) en 1942. Para Díaz Benítez, "donde más se pueda notar la falta de aplicación de las lecciones que aprendieron mientras estudiaban el ataque contra Gran Canaria es el desembarco anglocanadiense en Dieppe [ Francia, en 1942], que al final acabó muy mal".

A principios de los 40, "Gran Bretaña aplicó una serie de medidas para mantener la neutralidad de España pero, consciente de que podía fracasar, preparó una expedición para contar con una alternativa si perdía Gibraltar o quedaba inutilizado como base naval", argumentó el también miembro del Grupo Universitario de Investigación en Relaciones Internacionales (Guiri) de la ULPGC antes de recordar que "ya no es ninguna sorpresa que Franco intentó entrar en la guerra y colaboró activamente con el Eje, sobre todo con el III Reich, incumpliendo sus obligaciones como neutral". Entre las opciones al peñón, clave para proteger la navegación por el Atlántico Sur después de que el canal de Suez se complicara a raíz de la peligrosidad del estrecho de Sicilia tras la entrada en guerra de Italia en junio de 1940, Londres barajó las islas atlánticas tanto portuguesas como españolas para evitar el alargamiento de las travesías marítimas con un desplazamiento de la ruta hasta el oeste, casi hasta el Caribe, y, "aunque Azores y Madeira están más resguardadas de un contraataque aéreo alemán por su lejanía del continente, el mejor puerto para grandes buques de guerra, como acorazados, cruceros o portaaviones, era La Luz, por lo que a partir de marzo del 41 se fijó como objetivo prioritario su conquista como alternativa a Gibraltar".

Finalmente, Gran Bretaña descartó la operación Pilgrim, según Juan José Díaz, porque "no merecía la pena provocar la beligerancia de España, solo era una medida de precaución, cuando en abril y junio del 41 pareció que iba a entrar en la guerra, la información procedente de la embajada en Madrid daba a entender que el Gobierno español no estaba dando esos pasos, sino que eran más bien una cuestión de consumo interno y no tenía intención de entrar en la guerra".