La galería Malborough fue ayer Un local rebosante de artistas tan reconocidos que daban vértigo. No hizo falta que sonara el estrépito de una banda, como si aquello fuera un concierto de rock, ni que las guitarras hicieran sus bravatas habituales, sólo había que mirar y ver a los viejos rockeros. Un aluvión de seguidores rodeó a la estrella, entre una de sus magníficas espirales y junto a la sonrisa cómplice de su amigo el gran pintor Luis Gordillo, el incansable Chirino recibía la felicitación de compañeros de lucha y sobre todo de grandes admiradores, por allí pasaron el diseñador Alberto Corazón; el gran pintor y amigo desde hace años, José Luis Fajardo, que iba a comer todos los sábados a la casa de Martín en San Sebastián de Los Reyes.

Cuenta Fajardo que fue en unas de esas reuniones, "en las que solíamos comer chuletas, y a las que también iba Saura, allí se fraguó el guión de La Caza, por ejemplo". Lo cuenta como una anécdota simple, de esas normales que sólo les ocurren a personas singulares como ellos. También acudió a la cita Elvireta Escobedo, la mujer de Millares, que sólo pasó a saludar y ya vendría otro día a saborear de forma más relajada esta lección de arte en forma de muestra antológica.

El catedrático de Historia, el galdense Antonio González, fascinado con la obra de Chirino y para quien el escultor de Las Palmas de Gran Canaria "es el artista vivo más importante del país", no dejó de enumerar las virtudes de este gran autor, "grande, entre los grandes".

Lleno en la sala

A estas alturas de la muestra, de este auténtico concierto de sensaciones, la sala se quedó pequeña, no paraban de llegar admiradores del artista que se quedaron boquiabiertos con la colección, con piezas como La Cabeza de Jano de 2017, las dos versiones de su Aeróvoro realizadas en el 2015 y 2017 y El Viento de 2015. Algunos se sintieron tan cautivados que no pudieron evitar rozar el hierro, tocar la forma y sentir su fuerza y también su plasticidad.

Mientras la mayoría trataba de disfrutar el momento, el artista, esta estrella de rock duro llamado Martín Chirino siguió al pie del cañón saludando amigos, a esos viejos conocidos que han hecho el camino, el Finisterre con él, a su lado.

El periodista Juan Cruz tampoco quiso perderse esta exposición. Gran conocedor de la obra y los razonamientos de Chirino insiste en que el artista grancanario "nunca se ha marchado de la Playa de Las Canteras, él sigue creando con los pies bien anclados en esa arena, por mucho que ahora viva en Morata de Tajuña y antes en San Sebastián de los Reyes en Madrid".

Como dijo Chirino esta antológica es como su vida, y en ese largo camino sus mejores amigos no se olvidan de aquella primera vez que se vieron, o cuando decidieron que trabajarían siempre al lado del maestro como Rafael Monagas, más de cuarenta años viendo como el hierro domesticado podía transformarse en viento, o en una máscara, o en el sueño de la música.

Los conciertos tan sublimes como éste dan para mucho. Se puede seguir el rastro de grandes artistas, de estrellas tan espléndidas que ni siquiera hace falta que suene la música para saber que en esta muestra de esculturas y dibujos se pudo saborear y disfrutar con una amplia representación de los mejores rockeros del panorama nacional y más allá.