Dice el escultor grancanario Martín Chirino, que en marzo cumplirá 93 años, que esta exposición es casi como su vida, una sinfonía de músicas, de piezas que representan un relato diferenciado de sus idas y venidas, y siempre con esa pasión por seguir creando, por moldear la escultura hasta que termina por parecerse a aquello que alguna vez imaginó.

El escultor grancanario está feliz. Le gusta como ha quedado distribuido en la galería Marlborough de Madrid -donde la exposición permanecerá abierta al público hasta el próximo 28 de marzo- el trabajo de tantos años, desde una fascinante R eina Negra de 1952, una de esas inspiraciones en las que conjuga el impacto de la enigmática Tara y aquellas mujeres que se ponían a vender en el mercado, y las piezas de reciente creación como esa Guitarra, sueño de la Música, de hierro y madera, una combinación perfecta, tan sugerente que casi convierte a la obra en una pintura, pero no, se trata de una nueva creación del artista grancanario.

Chirino y su afán retador aparecen claramente en esta antológica, con esta colección en la que se incluyen 12 esculturas, dos de gran formato, entre ellas Alfaguara. Un arco para el mundo II, la obra de diez metros de longitud realizada en 2005 con la que el artista quiso hacer un homenaje a las víctimas del atentado del 11-M en la estación de Atocha y 29 dibujos inéditos. Como curiosidad estos dibujos, hechos por el escultor en 1973, han sido recomprados por Chirino a una familia de Chicago, que los tenía como una gran posesión.

La paradoja y el reto del escultor canario se esconden con el título elegido para definir esta exposición, este universo: Martín Chirino en su Finisterre, como si ya anunciara que ha llegado a traspasar el horizonte, y que ya está al final del camino.

Pero sólo se trata de un juego de apariencias, toda vez que la realidad es otra y que el artista Chirino se muestra incansable, "sigo trabajando a diario y con la misma preocupación de cada día: termino una pieza y empiezo otra", y como nueva meta ese gran proyecto final que quiere llevar al Teatro Pérez Galdós, en la capital grancanaria con una gran exposición en la que se funda sus trabajos en hierro y la música, con el trasfondo de un sentido homenaje a don Benito, al que no se cansa de repetir que admira de forma profunda.

Martín Chirino resulta tremendamente tenaz, como reconoce su amigo el pintor Luis Gordillo, que ayer al igual que otros amigos no quiso faltar a esta inauguración, que "a pesar de sus años, Martín sí sigue creyendo que con el arte se puede cambiar el mundo, y él lo sigue intentando, como si los artistas fuéramos héroes sociales". Para Gordillo, la grandeza de Martín Chirino reside en la fuerza de su obra, y en su poética.