¿Qué es lo que destacaría de esta versión de Carmen que llega a la Temporada de Ópera?
Principalmente la lectura que el director de escena, Francisco López, ha realizado sobre todos los personajes. Me gusta muchísimo eso porque respeta el tiempo, el lugar y la música, pero, además, su metodología logra que la sensibilidad del cantante esté en primer lugar y pone por encima de todo la idea de Carmen como una mujer fuerte que ve en blanco o negro.
¿Y es así como usted veía realmente al personaje?
Sí, porque Carmen no tiene media mesura. Cuando termina de querer ella tiene claro que ha terminado. Y por eso no entiende cómo don José regresa. Es una mujer extraordinariamente moderna, un personaje muy revolucionario para el 1800. Y lo más increíble es que Bizet escribió esta música tan española sin haber estado nunca en España. Es increíble, como ha compuesto una obra maestra de esta altura sin haber visitado jamás Andalucía o Sevilla. Pero te transporta a ese lugar desde la primera nota. Es un genio. Y Carmen también es diferente a todo lo que había compuesto hasta ahora.
¿En qué aspectos considera que Carmen fue una mujer revolucionaria para su tiempo?
En que Carmen es una gitana que no se atiene a las reglas, es una revolución para la mujer, es un ejemplo para fijarse en ella hoy. La acción transcurre en 1875, pero con la visión de una mujer de todos los tiempos porque, como te decía, es un personaje que parte del interior. Aquí vemos una Carmen que no solo canta o baila, sino que es importante lo que piensa en cada momento porque es muy diferente y está delimitado. Pero desafortunadamente, la historia acaba con un caso de violencia.
Don José es el que desencadena toda la tragedia, pero la relación de él con Carmen cambia de pronto muy radicalmente.
Ella estaba enamorada de él. Tanto que cuando él le dice que se va, ella no comprende esta decisión porque en su mundo no hay reglas. Ella no comprende por qué la deja cuando ella ha cantado y bailado para él. Pero ella lo ama tanto que en el segundo acto le dice que tiene que traerlo a su mundo porque ella no comprende el suyo. Es, por tanto, una mujer diferente y ella lo quiere traer a su mundo porque es allí donde está la libertad. Pero cuando acaba el amor, ella corta y no comprende por qué él insiste. En el tercer acto ella está un poco cansada de don José. Y es cuando se ven mundos diferentes. Realmente todo lo que ella hace es ser sincera porque todo en ella es amor y libertad. Ella no tiene miedo de nada, sino de la muerte. Y el tema del destino está presente además a través de una bailarina que baila u observa durante todo el tiempo y que en el final está sentada en la plaza de toros mirando que Carmen va a morir.
Usted ha dicho que esta es la Carmen que siempre quiso hacer. ¿Cómo eran las anteriores?
Eran muy bonitas, pero estaban ambientadas en otro tiempo, y no en el mundo andaluz con estas atmósfera y esta forma de pensar . Era otra energía. Yo, desde que tenía nueve años, deseaba cantar. Y el primer rol que a una niña se le viene a la cabeza es Carmen y cuando lo piensa enseguida te imaginas el flamenco, la tierra española, la andaluza, Sevilla, y un mundo especial. La ópera se puede situar en cualquier momento, pero normalmente todos los teatros de Europa lo hacen en su propio espacio. Entonces lo que es tradicional ahora es nuevo. Y esta Carmen es lo que siempre he deseado hacer y es un regalo para mí.
¿Y no ve nada negativo?
Me hubiera gustado tener más tiempo para interiorizar esta idea aún mejor, pero el tiempo del teatro es así. Llevo diez días aquí, pero me hubiera gustado permanecer un mes para profundizar en eso. Esta es la Carmen que a mí más me gusta porque actúa desde el alma. Y el director ha trabajado desde un punto de vista psicológico, motivándolo todo. Aunque en eso también ha tenido mucho que ver el trabajo del director de orquesta y su trabajo con la voz.
¿Cómo ha sido su carrera profesional hasta este momento?
Empecé hace once años y he ganado todo con sacrificio y estudio. Nadie me ha regalado nada. En mi familia no hay ningún cantante famoso. Con mis abuelas escuchaba a los grandes tenores y era un sueño. Una me ha dado la fuerza de creer y la otra una gran voz, aunque ella nunca pudo estudiar. Pero mi familia siempre creyó en mí y eso ha sido importante. Mis padres me han dejado libre de hacer lo que me hiciera más feliz.
