En tiempos del Imperio Romano, al norte de Britania, más allá del Muro de Adriano, la comarca que se extendía desde ese punto fronterizo hasta el fiordo de Moray fue bautizada como Caledonia. Aquel lugar místico, sin cartografiar, inhóspito, con su cielo gris y sus profundos valles, nunca fue conquistado por el invasor. Hoy, casi dos mil años después de que la tribu de los pictos resistiera en pie frente a las expediciones de la Legión Romana, Caledonia es el paraje al que Van Morrison acude habitualmente con su música en busca de la belleza.

Ese viaje arrancó hace justo 50 años. Fue el 29 de noviembre de 1968, cuando Warner Bros sacó a la venta Astral Weeks, el segundo álbum de estudio de Van Morrison. El proceso de creación y la publicación del disco funcionaron como un salvavidas en medio del océano para el músico norirlandés, que llevaba dos años de huida tras desertar como vocalista de Them, fracasar en un primer intento por relanzar su carrera en solitario en Londres, editar en Estados Unidos un primer LP -Blowin’ Your Mind- repleto de melodías pop bajo la producción de Bert Berns y casarse con Janet Planet para evitar la deportación.

La Mafia

En 1968, pese al rastro que dejaban todos esos conflictos, Van Morrison vivía escondido en Cambridge -un barrio de Boston (Massachusetts)- por culpa de un problema aún mayor: mantenerse ingenuamente lejos de la Mafia neoyorquina. En la Gran Manzana, a tan solo 320 kilómetros de allí, una de las familias del hampa se había quedado con Bang Records -la compañía con la que el músico británico había grabado Blowin’ Your Mind- tras la muerte de Bert Berns y los gánsteres no querían saber nada sobre las inquietudes artísticas de Van Morrison.

Le rompí la guitarra en la cabeza”. Esa es la explicación que uno de esos mafiosos, Carmine Wassel De Noia -imposible no imaginárselo como al joven Junior Soprano-, le ofrece a Ryan H. Walsh, autor del libro Astral Weeks: A Secret History of 1968 que ha publicado Penguin Random House por el 50 aniversario de la publicación del libro, sobre el desenlace de la discusión que mantuvo el músico con los gánsteres sobre el enfoque musical de su siguiente álbum. Amenazado y apaleado en Nueva York, Van Morrison encontró en Boston el ecosistema ideal para fluir y dar rienda suelta a su talento.

Por las calles de Cambridge ya se dejaba caer Lou Reed, atraído por las comunas hippies y el esoterismo. En sus bares, Van Morrison ofreció algunos conciertos acompañado por músicos como John Payne o Tom Keilbania. Y, con alguna copa de más, por las noches descolgaba el teléfono para pedir títulos de blues a Peter Wolf en la emisora WBCN. Esas turbulentas experiencias dejaron un poso inmenso en el músico norirlandés, que mientras se mantenía escondido en Boston ya daba forma en sus entrañas al Astral Weeks.

El empeño de Warner Bros por incluirle en su catálogo de artistas liberó a Van Morrison de la Mafia. Joe Smith también le desvela a Ryan H. Walsh en su libro como se solucionó el asunto. “Me presenté”, narra, “en un almacén abandonado con una bolsa que tenía 20.000 dólares en efectivo. Firmaron el contrato y me largué de allí sin mirar atrás. Tenía miedo de que alguien me golpeara en la cabeza, me devolviera el contrato y se quedaran con la pasta”.

48 horas

Sin el riesgo de que Wassel De Noia le reventara otra guitarra en la mollera, Van Morrison regresó en septiembre de 1968 a Nueva York para grabar el álbum. Con Lewis Merenstein en la producción, Larry Fallon en los arreglos y rodeado por músicos de estudio como Richard Davis -contrabajo en la canción que da título al disco y que había trabajado con Miles Davis-, Connie Kay -batería del Modern Jazz Quartet-, John Payne -flauta y saxo soprano- o Jay Berliner -guitarra-, Van Morrison dio forma a la grabación del Astral Weeks en 48 horas.

El resultado es un disco inclasiflicabe por su genialidad. No es un álbum de rock, jazz, blues, folk, gospel o soul aunque, al pasar por temas como Sweet Thing, Beside You, Cypres Avenue, Madame George o The Way Young Lovers Do, suenen cada uno de esos estilos. Astral Weeks está por encima de todo eso. Es el viaje hacia la belleza, rumbo a Caledonia.