El Museo Poeta Domingo Rivero, erigido en faro cultural independiente y multidisciplinar en el corazón de la capital grancanaria, agota su último ciclo y cierra sus puertas en el inmueble radicado en la calle Torres, nº 10. Esta asociación privada, asentada sobre la vivienda en que residió el poeta Domingo Rivero (Arucas, 1852 - Las Palmas de Gran Canaria, 1929), referente de la poesía modernista canaria a comienzos del siglo XX, se instituyó como espacio de diálogo y encuentro entre artistas a lo largo de los últimos siete años.

El que fuera nieto del poeta, el periodista José A. Rivero, conocido cariñosamente como Pepe Rivero, fallecido el pasado 19 de marzo de 2017, abrió las puertas de este centro un mismo 19 de marzo de 2012, fundamentado en un doble planteamiento: por un lado, custodiar y difundir el escaso pero valiosísimo legado poético de su abuelo; y por otro lado, promover este enclave como un espacio referencial en el que convergieran distintas manifestaciones artísticas, desde la literatura y la poesía a la música, el cine, el arte y la investigación.

En vísperas de este año que comienza, este centro cultural que, en los últimos dos años, han regentado Luisa Estévez, viuda de Rivero, junto a sus hijos Domingo y Ana, la subdirectora Elisa María Quintaba y la colaboración de Dunia Sánchez, anunciaba el fin de su trayectoria a través de un comunicado en las redes sociales. "Esta institución da por finalizado un ciclo de actividades marcado por presentaciones de libros, exposiciones, conciertos y otros actos culturales para dar paso a una nueva etapa en la que seguiremos presentes a través de las distintas redes ( Facebook, página web, Instagram)", explicitan desde el museo, toda vez que añade que "asimismo, continuaremos con la difusión del legado del poeta a nivel de los centros educativos con visitas guiadas".

En esta línea, el alma del Museo Poeta Domingo Rivero se concentrará en su página web, que se reformulará como una publicación cultural online que se nutrirá de las colaboraciones puntuales de una veintena de asiduos del centro que constituían su "núcleo duro". Por otra parte, tal como reza el comunicado, en lugar de recibir las visitas periódicas de colegios e institutos, que conformaron una de las apuestas principales del museo, la obra del poeta Domingo Rivero se trasladará a las aulas para seguir difundiendo su legado entre las nuevas generaciones.

En los dos últimos años, tras el fallecimiento de Pepe Rivero, alma máter de este proyecto, el pulso del centro mantenía un ritmo de actividad semanal con la celebración de clubs de lectura, presentaciones de libros, talleres de poesía, conciertos y exposiciones de arte. Sin embargo, el proyecto ha dejado de ser viable para sus sucesores y baja la persiana con más de 300 actos culturales a sus espaldas que, en su grueso, gravitaron sobre las letras.

En este sentido, el Museo Poeta Domingo Rivero logró abrirse un hueco excepcional en el mapa cultural de la capital grancanaria gracias al empeño, compromiso y entusiasmo de su fundador, quien dedicó casi una década a asesorarse, analizar y perfilar las líneas y la metodología que imprimió en el centro. El detonante de su fundación fue la herencia de las obras completas y los objetos personales del poeta modernista en manos de su nieto, así como su inmensa biblioteca y la de su esposa María de las Nieves del Castillo Olivares y Fierro. A este legado se sumaron caricaturas, manuscritos, cartas y una exhaustiva documentación biográfica que abunda en la filiación republicana de Domingo Rivero, su estancia en París y Londres y su etapa como Secretario de Gobierno de la Audiencia Territorial de Canarias.

Esta reconstrucción y exhibición del periplo existencial de Domingo Rivero contribuyó a la reivindicación de su obra poética, tardía y escasa, pero muy relevante en el contexto de las letras canarias en el tránsito del siglo XIX al XX, a la que su nieto rindió homenaje desempolvando los versos de Yo, a mi cuerpo. Pero una de las peculiaridades de esta casa-museo es que la figura del poeta no centró el eje vertebral de su programación, sino que esta abrió sus puertas a escritores consagrados y emergentess para compartir sus obras con el público, toda vez que el estudio del legado riveriano afloraba en actos concretos.

Y este espíritu libre, abierto e independiente que conformó la espina dorsal del Domingo Rivero se debe a que nunca se rindió ante las injerencias políticas o institucionales, sino que bregó consigo mismo manteniéndose a flote con sus propios recursos familiares. En sus salas desfiló una amplia nómina de escritores y críticos reconocidos en el escenario local y nacional, como Eugenio Padorno, el más destacado estudioso de la obra del poeta, Jorge Rodríguez Padrón, Alexis Ravelo, Cecilia Domínguez, Pedro Flores, José Luis Junco, José Luis Correa, Santiago Gil, María Jesús Alvarado, Federico J. Silva, Tina Suárez Rojas, Luis León Barreto, José A. Luján o Berbel, entre muchoos más que, en otros casos, descubrieron sus primas obras entre sus paredes.