La gran carpa blanca del Cirque du Soleil, el Circo del Sol, emerge en la explanada de Plainpalais, en pleno centro de Ginebra. La gélida tarde del pasado jueves 9 de mayo, regada con una intermente llovizna, era la dispuesta para el estreno de Totem en la ciudad suiza. Allí permanecerá este espectáculo mayúsculo hasta el próximo 16 de junio, en lo que será la última plaza europea que acoja esta propuesta antes de desembarcar en Gran Canaria, donde llegará por primera vez esta gran carpa blanca desde el 5 de julio al 22 de septiembre.

El estreno en Ginebra permite adentrarse en las costuras de Totem, descubrir el engranaje de una laureada producción que ha iniciado su cuenta atrás para su llegada al sur de Gran Canaria, en el entorno de Expomeloneras, a la vez que conocer, de primera mano, el día a día del equipo técnico y artístico que con el paso de los años ha convertido a la compañía canadiense en una pequeña ciudad. "Es un pueblo itinerante", explica el director de gira de Totem, Franck Hanselman, mientras se celebran los últimos ensayos y ajustes de uno de los números del trío de anillas.

Totem es una propuesta escrita y dirigida por el artista multidisciplinar canadiense Robert Lepage, en lo que es su segunda colaboración con la compañía tras (2004). El espectáculo cuyo hilo argumental es el origen de la vida y la evolución humana, se estrenó en Montreal en abril de 2010, y desde entonces cinco millones de espectadores de todo el mundo han quedado fascinados del trabajo casi coral de 48 artistas de 28 nacionalidades entre acróbatas, actores, músicos y cantantes.

"En total somos 120 personas en la gira, 48 artistas, técnicos y personal de soporte, equipo de administración, el personal que trabaja con el público, y unas 50 personas que son familia de los empleados, con lo que somos 170 más o menos", detalla Hanselman. La gran carpa, que tiene un aforo para 2.600 espectadores, es el elemento más visible de la producción, pero no el único. Otros espacios auxiliares que se utilizan de salas de ensayo, el departamento de vestuario, o la cocina, que cuenta con un equipo de diez personas, son parte de la infraestructura que precisa y mueve el Circo del Sol. En total, son 2.000 toneladas de material, que para su traslado a Gran Canria una vez completadas las funciones en Ginebra, será necesario desplazar por carretera hasta Barcelona unos 75 camiones, trailers, con todo el equipo: carpas, gradas, vestuario, escenario, cocina...Y en barco hasta la Isla.

Dos días se precisan para desmontar todo, y otros ocho días para el montaje completo. Datos que ilustran como se mueve esta engrasada maquinaria y que ha redefinido el arte circense y lo ha traladado a otra dimensión escénica. El traslado desde Barcelona a Gran Canaria se hará en ferry. Según las previsiones y el plan de trabajo que maneja Franck Hanselman, se prevé que la comitiva del Circo del Sol llegue a la Isla el fin de semana del 22 y 23 de junio, con la mirada puesta en la primera función el 5 de julio.

52 semanas en gira

"Estamos de gira 52 semanas al año, y esto se convierte en nuestra casa. El entorno siempre cambia, y la vista siempre cambia. Aquí estamos rodeados de edificios, y en Gran Canaria será otro muy distinto", detalle el director de gira mientras se apagan las luces, y todo queda a la espera de la puesta de largo en Ginebra.Y aunque Totem lleva nueve años en cartelera, "cada espectáculo es diferente". Explica Franck Hanselman que "nueve años es mucho tiempo, pero siempre va evolucionando, hay artistas que entran y salen, porque esto exige un esfuerzo físico intenso y llega un momento en que dices que el cuerpo ya no puede mas, entonces, de vez en cuando cambiamos de artistas, vienen otras personas, que tienen que aprender, y aportan su experiencia".

Todo en Totem gira en torno a la teoría de la evolución y la doctrina de Charles Darwin. "Tiene un hilo conductor que no es cronológico con la idea, el concepto, parte de la teoría de la evolución", puntualiza Hanselman. Concebido como "un viaje por el tiempo, por el mundo a través de varias culturas, con música de distintas partes del mundo", incluso una suerte de cuadro flamenco que preside la segunda parte del espectáculo, el público asiste durante dos horas a una experiencia para todos los sentidos.

"En el principio no había nada, y siguiendo la estela de Darwin, las primeras formas de vida surgieron por la carga eléctrica de los relámpagos", señala el director de gira para situar al espectador en el arranque de Totem. Su mirada busca al "hombre de cristal", el primer personaje que entra en escena y que desciende desde el puente que preside el escenario a unos 20 metros de altura.

"Lleva un traje con 4.000 piezas de cristales de espejo y representa la chispa de la vida, cae desde el techo de la carpa, y es la vida que brota junto a renacuajos y ranas, que simbolizan las primeras formas de vida". El escenario, cuya fisonomía es mutante, se transforma a la misma velocidad con que se suceden los distintos números y acrobacias imposibles, está presidido por una isla que emula el esqueleto de una tortuga gigante, y donde se celebran los primeros juegos de vida.

Todo un ritmo vertiginoso que obliga al espectador a no bajar la guardia en cada gesto, en cada movimiento. Cada artista tiene a un técnico que se convierte en su sombra. Si el ritmo se altera por cuaquier circunstancia, todo se acompasa, la acción y la música.

El rastreador, el científico, el bailarín amerindio, Valentino y el payaso Misha -protagonistas de gags y transiciones entre números de altura y en pista-, son algunos de los personajes, además del citado "hombre de cristal", que se asoman a Totem en una sucesión de ejercicios en barra fija, danza con aros, trío de anillas que desafían la gravedad, monociclos con cuencos y sus malabarismos imposibles, equilibrio sobre manos, barras rusas, patinaje, contorsión, escalada y dúo en trapecio fijo.

"Cada número tiene su vínculo con la evolución y la teoría", recuerda Franck Hanselman, con continuos juegos de seducción, del pasado y el presente. Guiños a Kubrick y la célebre secuencia de los simios en la película 2001: A Space Odyssey, en la que se escenifica la evolución, donde el primitivo hueso conduce hasta el ejecutivo de maletín y entorno digital; la recogida de la cosecha para enfatizar que "la naturaleza sigue siendo importante en nuestra vida", según Hanselman; el viaje interplanetario en un mosaico visual con motivos de la cultura maya; los cánticos de la etnia micmac, tribu de indios algonquinos; y coreografías escoradas al festivo y colorista Bollywood, se suceden en Totem.

Una eclosión de vida con el plus de contar una banda de ocho músicos en directo, que ejecuta una banda sonora igual de vertiginosa que el show. Ritmos tribales, tecnológicos y orientales que levantan al público de su butaca.