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Alexis Ravelo: "Hoy en día nos faltan figuras como la de César Manrique"

"En una isla, el recurso es quizás volverse ciego, mirar hacia otro lado y no abrir los ojos para poder sobrevivir", afirma

El escritor grancanario Alexis Ravelo. Efe

Entre las urdimbres criminales de Eladio Monroy, el asalto a la gran pantalla de la multipremiada La estrategia del pequinés y en la estela de sus brillantes incursiones en el género fantástico e histórico, el escritor Alexis Ravelo regresa a la novela negra con La ceguera del cangrejo (Siruela, 2019), una road-movie de búsqueda, crímenes y duelo que disecciona el entramado de la corrupción urbanística que asedia el relieve volcánico de la isla de Lanzarote, donde sigue respirando el sueño despierto de César Manrique. En pleno tour de force promocional, Ravelo desgrana algunos entresijos de su nueva novela desde Salamanca Negra. "Dispara", me dice en un interludio, "aunque te advierto que aspiro a probar un poco del Pata Negra que acaba de ganarse Domingo Villar".

¿En qué medida situar esta trama de corrupciones y silencios en la isla de Lanzarote, que redibuja como un personaje más de la novela, desembocaba en su imbricación con la figura de César Manrique?

Es que no se puede entender a uno sin el otro: hoy en día, hablar de César Manrique es hablar de Lanzarote y hablar de Lanzarote es hablar de César Manrique. En este argumento, como en todas mis novelas, mezclo distintos temas que me interesan. Por un lado, nunca había trabajado una novela en la que hubiera un muerto al principio, porque mis novelas no suelen ser de investigación. Además, me interesaba también la figura de la víctima y el luto, y profundizar en cómo viven la pérdida quienes están cerca de la víctima. Y por otro lado, quería abordar de lleno un tema que otras veces he tratado tangencialmente, que es el de la vinculación entre la corrupción política y económica con el desarrollismo, que, en Canarias, en concreto, nos afecta muchísimo. Pero no me terminaba de cuadrar una trama que pudiera aglutinar todo eso hasta que, durante unas conferencias en la Fundación César Manrique, en Lanzarote, entendí que César Manrique era la excusa ideal para abordar todos estos temas. Y ahí surgió el chispazo de esta novela.

Este crisol de lecturas se entrelaza con una cartografía o, incluso, poetización de los paisajes lanzaroteños, que imprime un giro estilístico a su narrativa habitual. ¿Le inspiró la propia isla?

Este libro tiene algo de novela de viajes, porque necesitaba un marco previo que asentara al lector en Lanzarote, en la figura y obra de César Manrique, y en la realidad social, política e histórica de Lanzarote, para que entendiera todo lo que sucede después. El inicio, sobre todo, es más contemplativo y se detiene a mirar el paisaje con una cierta mirada poética. Y en este sentido, me influyó muchísimo el paisaje, porque Lanzarote es uno de esos pocos sitios del mundo en los que aprendes lo que es realmente el silencio. Aunque yo suelo ser bastante cerebral cuando escribo, por una vez, me dejé llevar por el paisaje, el viento y el silencio para que me fuera dictando el estilo desde el que tenía que escribir.

Su protagonista, Ángel Fuentes, repite que en la isla todo está muy cerca, y al mismo tiempo, bajo la superficie.

Exacto, esto es algo que ocurre en Lanzarote e, incluso, en todo el Archipiélago. Y en toda España. Cuando presento mis novelas en distintos lugares de la península, me dicen a menudo: "Perdona, en mi pueblo también tenemos un cacique". Tal vez por eso las novelas funcionan, porque las lecturas que se hacen en uno y otro sitio son parecidas. Sin embargo, en Canarias tenemos esa diferencia de que, además, somos territorio archipielágico, de modo que, si el cacique te está oprimiendo, no puedes irte al pueblo de al lado. Entonces, todas esas relaciones de redes clientelares, presiones o sobornos funcionan a un nivel muchísimo más cercano. Incluso, de parentela. Claro, ¿cuál es el recurso? En una isla, volverse ciego, mirar hacia otro lado e intentar no abrir los ojos para poder sobrevivir en tu día a día.

¿Por qué se decantó por un protagonista, militar de profesión, tan alejado de usted?

Muy alejado, pero pensé que, para el argumento, me venía bien un militar, no de carrera, sino garbancero, es decir, que se mete en la mili para comer. Y tiene que enfrentarse a la imagen de sí mismo que él ha construido. Lo curioso fue construir este protagonista militar desde mi absoluta falta de experiencia castrense, porque ni siquiera fui a la mili, porque fui insumiso. Pero este fue un problema que yo mismo me busqué, que conllevó otra parte de documentación importante para meterme en el pellejo de este hombre. Sin embargo, también este aspecto me permitió salir de la zona de comodidad y, a través del personaje de Ángel, explorar esas fases del duelo de las que nunca había abordado en mis novelas. Me apetecía profundizar en cuestiones como desde las carencias, la pérdida o el mismo complejo de inferioridad de Ángel, que se sabe inferior a la mujer fuerte con la que ha estado, que es Olga, y que va aprendiendo cosas a través de ella. En el fondo, esta es también una novela de amor, desde una perspectiva nostálgica y de ausencia.

Por otra parte, ¿quiso jugar con la que fuera "crónica de una muerte anunciada" de Manrique, aunque se demostrara que fue un accidente, para barajar el posible asesinato de Olga Herrera?

Claro, aunque está demostradísimo que César murió en un accidente -incluso, pude hablar con gente que estaba muy cerca en ese momento-, sí es verdad que hubo muchas teorías conspirativas y que, a nivel popular, siguen latentes. Eso tiene que ver con lo que significaba la figura de César Manrique en aquel momento y con cómo se estaba enfrentando a ciertos poderes políticos y económicos depredadores de la isla. En sus últimos años, tal como reflejan sus entrevistas en televisión, radio o prensa escrita, César estaba muy enfadado, porque veía que ese modelo positivo de explotación turística sostenible que había propuesto estaba en peligro, porque los depredadores económicos estaban atacando la isla con lo que él denominó "arquitectura fascista". Por tanto, había movimientos muy claros en su contra e, incluso, hubo rumores de que estaban intentando declararlo persona non grata en Lanzarote. ¡A César Manrique, en Lanzarote! Por tanto, es normal que, en ese momento, cuando murió de aquella forma tan fortuita, surgieran esas teorías, muy infundadas, pero que expresaban, en realidad, una situación muy real.

¿Cree que hoy en día faltan personajes incómodos como César Manrique?

César Manrique podía ser incómodo porque era un artista con un talento maravilloso, que había aglutinado y comandado un proyecto positivo que funcionaba muy bien. No sólo tenía un gran prestigio a nivel local y nacional, sino, sobre todo, a nivel internacional. Sin duda, necesitamos figuras así, que tengan ese prestigio internacional y que puedan moverlo para el bien. Lo que ocurre es que a eso hay que sumar, además, la propia personalidad de César, que era un hombre muy intuitivo, muy vehemente y, sobre todo, que no conocía la hipocresía ni la diplomacia. Y eso nos está faltando mucho, porque hoy en día estamos muy dormidos, tenemos mucho miedo y nos cuesta significarnos. Sin duda, nos faltan figuras como la de César Manrique.

Sin embargo, precisamente sus novelas interpelan directamente "a los de arriba" porque, tal como dice a menudo, prefiere escribir desde el lado de los perdedores. ¿Hoy encontramos más verdad en la ficción que en la realidad o, en concreto, en las novelas con respecto a los medios de comunicación?

Claro, esa es la realidad que me interesa y es cierto que la literatura nos permite hacer eso, aunque también es verdad que los escritores tenemos una ventaja: no nos lee nadie (Risas). Entonces, podemos decir lo que queramos y, en mi caso, esa lectura política forma parte de mi compromiso, no tanto como escritor, sino como persona. En cambio, los periodistas, aunque todavía quedan algunos cañeros, son cada vez menos libres. Los escritores trabajamos contra el tiempo y plantamos esa semilla que son nuestras novelas, ensayos o poemarios, con la esperanza de que algún día lleguen a un lector. Y eso, en mi caso, me hace mucho más libre para trabajar una serie de temas que siempre están en mis novelas, y que voy variando en los argumentos.

Con todo, después de esta nueva aventura literaria, ¿le quedan futuras peripecias para Eladio Monroy en el tintero?

Sí, habrá una sexta novela de Eladio Monroy, pero le haré esperar, porque aún están por salir dos novelas de la serie original, Los tipos duros no leen poesía y Morir despacio, a finales de año. Pero a lo largo de 2020 aparecerá la sexta, porque ya tengo claro que a Eladio, como mucho, lo jubilaré, pero soy incapaz de matarlo.

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