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Entrevista | Domingo Hindoyan

"La mayor protección para un director de orquesta es la preparación absoluta"

"Con la Filarmónica de Gran Canaria estoy encantado, porque es una orquesta de muy alto nivel", señala el director de orquesta

El director de orquesta venezolano Domingo Hindoyan. LA PROVINCIA/DLP

En su debut con la Filarmónica de Gran Canaria, ¿qué líneas destaca del programa?

Este es un programa extremadamente bello, desde el Concierto para piano nº 2 de Chopin, quizás uno de los conciertos bandera y representantes más importantes del romanticismo y de la escuela del piano, combinado con el ballet completo Dafnis y Cloe de Ravel. Esta obra se hace rara vez completa en concierto, solo se hace en ballet, pero es una obra que va muy bien también en versión concierto y que, además, lleva coro, y es una obra de gran virtuosismo para la orquesta, donde cada miembro juega un rol muy importante. Y el coro no canta como coro propiamente dicho, sino como un instrumento más de la orquesta. No hay ningún texto, sino simplemente vocales, sonidos y consonantes, de modo que el coro funciona más como elemento instrumental que vocal.

Además de la Filarmónica, ¿esta es también su primer concierto con la pianista argentina Ingrid Fliter?

Esta es la primera vez que coincido con esta pianista maravillosa. Así es la vida de los artistas, siempre nos encontramos con colegas por primera vez y es la música la que nos une. Creo que el concierto de Chopin con ella será mágico. Y con la Filarmónica de Gran Canaria estoy encantado, porque es una orquesta de muy alto nivel, muy profesional y, al mismo tiempo, con un temperamento fantástico y una buena conexión entre ellos.

El pasado 2018 dirigió a la Ópera Metropolitana de Nueva York y la Ópera Lírica de Chicago, ¿qué espacio ocupa su vertiente operística en su carrera?

Yo comparto mi carrera entre la música sinfónica y la ópera, que son prácticamente dos carreras diferentes, director de ópera y sinfónico, pero encuentro un gran placer en compartir ambas. Yo de origen soy violinista, así que soy sinfónico, porque crecí tocando en una orquesta. Pero la ópera ha sido una gran pasión y una parte importante de mi carrera desde que fui primer asistente del maestro argentino Daniel Baremboin en Berlín. Entonces, hoy en día, gracias a esta trayectoria operística, he debutado en las óperas más importantes del mundo, como la Metropolitan o como hace un mes en Viena, en Berlín o en Chicago.

¿Alguna formación o repertorio le ha supuesto un reto especial hasta la fecha?

Cada debut en una de estas grandes casas lo es, pero, para mí, conocer a una orquesta nueva, ya sea en Las Palmas de Gran Canaria o en Nueva York, siempre es algo que da adrenalina. Sin embargo, la mayor protección para un director es la preparación absoluta e ir convencido de lo que va a hacer. Luego, una vez que estoy delante de la orquesta se me olvida donde estoy y me centro en hacer música, que es lo importante, porque el lugar pierde toda su relevancia en el momento en que la música está sonando.

¿En qué medida puede compaginar la dirección de orquesta con el violín?

En los últimos dos o tres años ha sido difícil porque he estado muy ocupado con la dirección. Yo siempre quise ser director, pero el violín ha sido y es una gran pasión. La prueba es que hoy tengo mucho menos tiempo para estudiar, pero me puedo pasar horas viendo conciertos de violín en YouTube. Yo consideré que tenía que llegar a un nivel alto en el violín para después poder cambiar y estudiar dirección, pero el cambio fue bastante natural, sin dramas. Cuando tenga tiempo lo volveré a recuperar, porque siempre es enriquecedor para un director de orquesta tocar música de cámara y crear el sonido tú mismo.

Usted se formó en el exitoso programa de educación musical venezolano El Sistema, ¿con qué aprendizajes se queda?

Yo me eduqué en Venezuela y formé parte de El Sistema en la Orquesta Simón Bolivar y después, salí a Europa para estudiar violín y dirección en Suiza, así que la mía ha sido una educación mixta. Pero yo me he enriquecido enormemente con El Sistema, sobre todo, con la música orquestal, con el temperamento y la pasión con la que todo el mundo hace música ahí. Por eso, cuando llegué a Europa ya había tocado una gran cantidad de repertorio y, para dirigir, eso es una gran ventaja.

Precisamente, creó un núcleo de El Sistema en Suiza. ¿Cómo funciona en Europa?

Sí, cuando trabajaba en el Conservatorio de Ginebra, en Suiza, sus directores vinieron a Venezuela conmigo y, cuando conocieron El Sistema, quedaron sorprendidos. Entonces, hicimos un estudio sociológico para valorar si podía funcionar en Suiza, donde ahora ya tiene 8 años y está funcionando de maravilla. De hecho, ya nos estamos uniendo y tenemos varios proyectos en Zurich, Basilea o Lucerna, porque Suiza es un país pequeño, pero el éxito ha sido enorme, no sólo para formar a músicos profesionales, sino porque es educación de la sociedad, más público, es una actividad para los niños y de bajo coste, lo que en Suiza es raro ( risas).

En su contacto con nuevas generaciones, ¿ha logrado inocular la semilla de la música clásica o es la gran asignatura pendiente?

En este tema siempre digo que la música clásica es popular en muy pocos lugares y que siempre está esa cuestión de que es un poco de élite. Muchas veces se exige a los jóvenes que tiene que gustarles inmediatamente, pero yo creo que la música clásica requiere su tiempo. Por eso, cuando se dice que sólo hay mayores en los auditorios, yo digo: pero siempre hay mayores. Esto significa que la música clásica es una cuestión de formación en el tiempo o que, como el queso Roquefort, no nos suele gustar de jóvenes y, luego, poco a poco, nos encanta.

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