Después de un viaje de reescrituras y reinvenciones sucesivas en los ensayos participativos del Laboratorio Galdós, el montaje El crimen de la calle Fuencarral inauguró su vuelo anoche en el Teatro Pérez Galdós instituido como la segunda producción artística en el marco de este proyecto de experimentación escénica.

La sombra del cruento asesinato perpetrado en la vía madrileña en 1888, que marcó el nacimiento de la prensa sensacionalista en la sociedad decimonónica española y provocó una inusitada división entre clases sociales, conforma la línea argumental sobre la que transita este divertimento de alto voltaje en la piel de cuatro trabajadores ficticios de una rotativa, que se desdoblan en hasta 33 personajes para ilustrar esa máxima de que "la historia de un país es también la historia de sus crímenes, de aquellos crímenes que dejaron huella".

Y esta impronta cristalizó además en las crónicas negras de Benito Pérez Galdós, quien plasmó las revueltas, ambigüedades, presiones y dimisiones que suscitó esta algarada social como corresponsal para el diario bonarense La Prensa desde Madrid, y que el reconocido dramaturgo colombiano Fabio Rubiano reformula en clave de farsa burlesca para vehicular, a través del humor y una perspectiva contemporánea, las revelaciones de este episodio sobre nuestra naturaleza humana.

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Bajo la dirección de Mario Vega, el equipo de Unahoramenos Producciones, coproductor del Laboratorio Galdós junto con la Fundación Auditorio y Teatro de Las Palmas de Gran Canaria, subvierte sus habituales códigos escénicos y soslaya sus potentes y aclamados despliegues escenográficos y audiovisuales a favor del "espacio vacío" que acuñara el director británico Peter Brook, de modo que la recreación de cada prisma del suceso acaecido en Fuencarral, desde el homicidio en el inmueble de la víctima y sus sospechosos principales a las pesquisas policiales, la alarma social y los juicios paralelos, recae en los gestos y palabras del reparto, integrado por Marta Viera, Efraín Martín, Ruth Sánchez y Abraham Santacruz.

En esta línea, la puesta en escena, que arropan Iván Negrín, en la iluminación, y Juan Carlos Cruz, en el diseño de efectos audiovisuales, ambos asiduos de los montajes de Unahoramenos, reduce su propuesta escenográfica y de atrezzo a la mínima expresión, lo que revierte en un tour de force interpretativo para los cuatro artistas en escena. "Peter Brook contaba una anécdota en la que, durante el ensayo de una versión de Hamlet, el actor que encarnaba al arquero tuvo que tomar clases de arco durante tres meses para afinar la precisión en el espectáculo, en la que lanzaba una flecha. Pero el mismo día del estreno, Brook le dijo: buen trabajo, pero hoy vas a hacer la escena sin arco", relata Mario Vega. "La clave de esta historia está en que, como público, tú ves la flecha aunque no esté, porque su precisión es la de un arquero, no la de un actor que lo imita".

Este homenaje a la esencia del teatro, despojado de adornos y artificios, constituye el giro manifiesto dentro del sello de la compañía, reconocida a escala nacional e internacional con títulos como Me llamo Suleimán (2015) o Los Malditos (2017) -nominada a tres Premios Max de las Artes Escénicas- y cuyo primera producción al abrigo del Laboratorio Galdós, Ana (también a nosotros nos llevará el olvido), se tradujo también en una nominación a los Max en la categoría de Mejor Diseño de Espacio Escénico para Mario Vega.

Con todo, la desnudez total que reviste, valga la paradoja, El crimen de la calle Fuencarral se imbrica con el sustrato fundamental del Laboratorio Galdós, que abrió sus ensayos a la participación democrática de la ciudadanía -en este caso, dos meses antes de su estreno- y sometió a debate sus cuestionamientos y observaciones hasta la víspera de ayer. Por tanto, una parte del público contempló anoche un espectáculo que diverge del que visionó dos meses atrás o, incluso, una semana atrás, puesto que El crimen de la calle Fuencarral tomó anoche el escenario como el resultado artístico de múltiples mutaciones, podas, crisis y cavilaciones colectivas, de tal manera que, como refirió el propio Vega en la cuenta atrás para su estreno, "esta propuesta te gustará más o menos, pero cuanto sucede en escena está muy discutido y reflexionado". Y lo mejor de este viaje es que, mucho antes de que se alzara el telón, una parte del público ya sentía esta pieza como suya.