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El pintor surrealista Paco Juan Déniz junto a cuadros de su etapa en La Laguna, donde creaba piezas muy elaboradas que ofrecen diferentes visiones.ANDRÉS CRUZ

Entrevista | Paco Juan Déniz

"En la pintura siempre hay algo que aprender, un más allá que no termina"

"Sigo una evolución; me preocupan mucho la técnica, el dibujo y el color e investigo para mejorar siempre la obra", destaca el pintor

¿De qué trata la exposición?

Es una especie de retrospectiva porque hay piezas que son de principios de los años 90 hasta cuadros de la semana pasada. He querido también exponer distintos materiales, tales como óleo, acrílicos, dibujos de tinta y a lápiz, pastel o collage. He hecho un juego con todo ello. Muestro obras, asimismo, de cuando trabajaba en una galería en La Laguna llamada La Conca, una etapa distinta de mi pintura con cuadros muy elaborados que ofrecen diferentes visiones.

¿ Cómo ve el mundo real de hoy el más importante pintor en activo del surrealismo en Canarias?

Bastante complicado, la gente está muy despistada. Hoy en día, que tenemos más medios de información, parece que se tiene menos. Veo a la gente muy metida con los móviles, pero la vida está aquí, no allí.

Y el inconfundible mundo de formas que ha creado en medio siglo de actividad continua, ¿sigue hoy vigente en su imaginación?

Sí, yo me sigo sintiendo surrealista. El surrealismo me hace sentirme cómodo al expresarme a mi manera. Desde mi juventud hasta mi madurez he ido viendo la evolución del trabajo. Actualizo mucho, mi pintura es muy del día a día porque me fijo mucho y oigo mucho. Soy una persona que siempre está copiando de la naturaleza y de la vida. Trabajo un surrealismo simbólico donde juego con distintas cosas con una doble lectura: velas, sillones, luz o ventanas.

En su pintura, la pura belleza tiene un amplio margen de expresión, pero también caben las preocupaciones sociales. ¿Cuáles predominan en este momento de su vida y obra?

Pienso que en eso sigo siendo igual. Me preocupan las dos cosas. Lo que sí me gusta de la pintura es que, cuando tocas temas duros, como la muerte, en vez de utilizar las tinieblas hago una cosa alegre, con color y vida aunque el problema esté ahí.

¿Cree que el espectador entra con buen criterio interpretativo en esos elaborados símbolos?

Sí, mi pintura o te gusta o no. Y si te entra te suele enganchar. Hay muchas personas a quienes les gusta mi obra y la siguen.

Hizo su primera exposición a los 13 años, pero actualmente ya suma noventa salidas ante el público. ¿Qué ha cambiado y que es lo que permanece en esa enorme trayectoria?

Sobre todo la evolución. Siempre en la pintura me ha preocupado mucho la técnica, el dibujo y el color, que son muy importantes y por eso no ceso de investigar con lo mismo intentando mejorar cada vez la obra. Por ejemplo, en mis últimas piezas se puede apreciar una evolución en el trabajo y la técnica. Están mejor terminadas y las calidades son mejores.

Trabaja indistintamente con acrílicos, óleos, acuarelas y otras técnicas, pero Déniz siempre es Déniz, inconfundible.

Siempre he querido ser yo, no me gusta ir más allá y en la pintura hago lo mismo. No quiero estar nunca a la moda porque es algo que llega o no. Pinto mi obra y estoy al margen de esas cosas que no me interesan.

Su estilo y sus iconos, ¿ya están cerrados en el universo deniano que identificamos a la primera?

No, como he dicho todo va evolucionando. Por ejemplo, en mis últimas obras aparecen mariposas. Van surgiendo personajes e historias nuevas que voy incorporando, pero suelo tener una idea cuando empiezo un cuadro y luego lo dejo que lleve su mundo, me dejo llevar por él, lo vivo y lo siento. No disfruto en las exposiciones sino en mi estudio donde también padezco porque quiero que las cosas me salgan bien. Soy maniático, pero me gusta ver terminada una obra. Me interesa que el espectador vea que el cuadro no está mal pintado, que está bien. Me ocurre que muchas veces veo pinturas donde me planteo si el artista no tiene un mínimo grado de vergüenza por presentar algo mal hecho donde los colores están mal mezclados y que no sabe dibujar. Yo sí me preocupo en que la pieza salga bien. Toda mi vida la he pasado mirando pintura. En los años 70 vivía en Madrid cerca del Museo del Prado, así que iba mucho por allí y me paraba en cada obra. Mi biblioteca está llena de libros de arte porque me encanta apreciarlo.

¿Qué transmite cuando se declara aprendiz, con un largo camino aún por recorrer?

En el mundo de la pintura siempre tienes algo que aprender, siempre hay un más allá que nunca termina. Yo me iré y me quedarán cosas a medias. En la pintura siempre hay más caminos.

¿Cuál es el legado en su obra de otro gran surrealista canario, Juan Ismael?

Tuve la gran suerte de conocerlo de niño y me gusta su pintura. Aprendí de él viendo. Nunca tuve profesor, pero si una exposición me gustaba iba a visitarla varias veces. De Juan Ismael aprecio mucho su surrealismo poético. Lo malo es que en vida lo pago caro.

En definitiva, ¿quiénes han sido sus maestros?

Tengo bastante influencia de Tanguy, pero también de Magritte, de Juan Ismael, Óscar Domínguez, Leonora Carrington, una pintora que me vuelve loco y de El Bosco. Fui muchos días a sentarme delante de El jardín de las delicias para verlo y como tengo amistad con una de las restauradoras del Prado me permitió acudir a su restauración.

¿Y qué tiene la Vega de San Mateo, a la que vinculan parte de su obra varios artistas, poetas y narradores canarios?

Nací en San Mateo, después viajé por distintas partes del mundo y luego, por circunstancias de la vida, regresé. De hecho, me gusta porque es un lugar muy tranquilo, increíble para trabajar en el estudio de mi casa.

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