'Lo que el viento se llevó', un peliculón pese a sus excesos grandilocuentes
Durante mucho tiempo, Lo que el viento se llevó fue etiquetada como "la película". Es decir, el no va más del cine de Hollywood en lo que se refiere a cine popular con gran presencia de estrellas, un aparato de producción descomunal, un éxito comercial insuperable y un aura mítica que la encumbró más allá de sus méritos reales. Si a ello añadimos un rodaje que daría para varios guiones, tenemos la fórmula perfecta para el nacimiento de un clásico que aún hoy, a pesar de sus lastres racistas y de los excesos grandilocuentes, sigue conservando un carisma especial. Su larguísima duración garantiza una tarde de pasiones encendidas, galanes con un toque de granuja, guerras entre hermanos, música arrolladora, decorados majestuosos y dramas sin tregua. Y, como núcleo central, la historia de amor / odio entre Rhett Butler y Escarlata O'Hara, sin duda una de las heroínas más grandiosas que ha dado el cine.
No es la mejor película de todos los tiempos ni de lejos, pero ¿cómo resistirse a ver de nuevo a Escarlata poniendo a Dios por testigo de que nunca más iba a pasar hambre?
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