La pandemia del Covid se ha llevado a un extraordinario artista de Canarias, figura irreemplazable en la arquitectura, la enseñanza, la pintura y, en general, el pensamiento de la belleza, la pulsión creativa en todos los actos de la vida y el estilo de la controversia iluminada por la exigencia de la verdad.

Félix Juan Bordes Caballero emplazó todos sus movimientos en un territorio extenso del saber y su transmisión, como también de severidad crítica en la puesta en duda de cualquier apriorismo. Nunca dogmático, al hablar de arquitectura y de todas las artes encontraba en sí mismo el concepto original, la palabra nueva, un cosmos expresivo en el que la repetición y la rutina estaban desterradas por decreto. La vehemencia verbal testimoniaba el poder de su credo. El discurso estético era en sí propio una obra de arte que persuadía de la fe troquelada en la práctica y de la poderosa muralla de conceptos que protegían sus emociones.

En el escenario natal, el insular, está la mayoría de sus grandes iluminaciones arquitectónicas, concebidas con rigor y grandeza cualesquiera fuesen sus destinos. Muchos tenemos claro el "plano Bordes" de la ciudad de Las Palmas, todos sus proyectos realizados, que mostramos con orgullo al visitante. Y en los muchos profesionales creyentes en la arquitectura funcional y bella que integraron sus promociones de alumnos en la Escuela Superior de Arquitectura, está igualmente ennoblecida esta cosmópolis intercontinental que nunca quiso abandonar, a despecho de requerimientos y tentaciones.

Pero la arquitectura activa pasó a sus hijos y ello le permitió una dedicación absoluta al arte que creía más identificado con su personalidad: la pintura. Practicada durante toda la vida, fue entonces cuando llegó el despliegue grandioso de sus formatos, murales con frecuencia enormes y siempre mágicos a la vista: explosión cromática de un universo abstracto e informal cuyos títulos ayudaban a buscar en el lienzo las referencias preexistentes, por otra parte innecesarias porque la visionaria movilidad de las líneas y la fastuosa agresividad del color hablaban por sí solos del poder gestado en el espíritu.

Félix Juan, mucho más que aficionado a la música, degustaba con delicia y saber las grandes páginas del repertorio y las creaciones del XXI, la inteligencia artificial, los fractales, el espectralismo...

En los primeros meses de este año sufrimos el sobresalto de un accidente nada leve sufrido por Félix Juan al pisar la pintura fresca y resbaladiza de un lienzo sin posible caballete por su dimensión. Lamentamos sus ausencias en las sesiones grancanarias y tinerfeñas de la Real Academia Canaria de Bellas Artes, de cuyos apartados de Pintura y Música éramos respectivamente miembros. Las opiniones de Bordes no solo eran necesarias sino iluminadoras en la apertura de iniciativas de cooperación con los entes sociales. Su inteligencia polémica nutría los encuentros académicos de temas de discusión y siempre estuvo dispuesto a aportar el muy vasto saber de su formación y su experiencia a los ciclos de conferencias públicas que programaba la Academia. En los últimos meses daba forma a su autobiografía, que ojalá haya quedado concluida antes del triste desenlace de ayer. En cualquier caso, será muy importante la difusión de lo que deja concluido y fundamental la inclusión literal de todas sus charlas y artículos.

Félix Juan Bordes Caballero sigue vivo en su vastísima obra artística y teórica. Sentiremos duramente la ausencia de su palabra viva, pero su pensamiento y sensibilidad, en definitiva su alma, siguen con nosotros en incontables testimonios. Y no tardaremos en reencontrarnos en las infinitas llanuras del Edén, donde no perderá una sola ocasión de entablar polémicas€