Es justo empezar a hablar con un aplauso sincero a Amigos Canarios de la Ópera, que en año de vacas hiperflacas presenta un cartel de digna supervivencia, atractivo sin novedades. El público de la primera función se volcó en ovaciones al final de los dos actos de Norma, buena señal en la apertura de una temporada que sustituye uno de los cinco títulos de abono por un concierto. Hagamos votos por la recuperación de las óperas de Strauss y Salieri que han caído por imperativo presupuestario.

Es la décima presencia en la ciudad del capolavoro belliniano desde 1861, según los interesantes datos del libro-catálogo, el más completo y logrado de cuantos se han hecho en el formato manejable que es 'norma' internacional. El énfasis de la producción recae en la facundia melódica del autor, que es tanto como decir el trabajo de los cantantes y el coro, eficazmente respaldados por el maestro Fabio María Carminatti con una partitura orquestal de perra chica, pan comido para la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria.

Está bien el nivel medio del elenco, pero no sería sensato exclusivizar en ello la calurosa acogida. La propuesta escénica, hecha en casa, renuncia a lecturas complejas y funciona atenida al libreto aunque lejos del realismo ramplón. El concepto puramente decorativista de los tres espacios creados por Antonella Conte, la dirección de Mario Pontiggia -simetrías en colectivos, relieves pictóricos en individuos e ingeniosa delimitación de alturas para dilatar la horizontalidad panorámica de la estrecha boca- son sin duda mucho más estimulantes que cualquier escenografía alquilada por el mismo precio. El vestuario del propio Pontiggia -hombre orquesta que también ha escrito todos los textos del catálogo- es más imaginativo que historicista; discutible pero grato a la mirada. La iluminación de Alfonso Malanda completa con calidad y matices la vertiente visual.

La soprano Dimitra Theodossiou canta el rol titular elaborando musical y escénicamente los perfiles contradictorios de su inmortal personaje. Es imposible no evocar la creación de Callas en la variedad de sus colores vocales, ataques y emisiones, o la de Montserrat Caballé en la frecuencia de la media voz y los filados. Excelentes modelos en la formación del propio concepto, condicionado en ocasiones por la pasión, incluso visceralidad de una voz espectacular, lírica de gran cuerpo y muy extensa entre graves y agudos. Va de menos a más, desde el excesivo vibrato a la proyección más pura y lineal que redondea sus mejores momentos. Recibida con cierta frialdad en Casta diva, arrancó aclamaciones en los finales de acto.

El tenor Fabio Sartori está en el momento más dulce de su poderosa voz, magníficamente timbrada y coloreada por un rico halo de armónicos, fulgurante en el agudo y siempre expresiva en línea de temperamento. Es el tenor seguro y en plenitud que propicia una escucha relajada y sin alarmas. Gusta mucho por presencia y voz la mezzosoprano Ruxandra Donose, un poco justa en las alturas, que tiende a gritar Y está impecable el bajo Carlo Colombara, sobrado de autoridad canora, con un bello y resonante instrumento vocal.

Muy merecida por todos la ovación final, incluyendo a los canarios Rosa Delia Martín y Francisco Navarro, comprimarios de lujo. Y abre temporada en muy buena forma el Coro de la Ópera que dirige Olga Santana, tal vez ligeramente desequilibrado a favor de las cuerdas femeninas. Sin mácula las prestaciones dall interno de la banda dirigida por Juan Francisco Parra.