La colaboración de la Sociedad Filarmónica de Las Palmas y Promuscan ha propiciado otro concierto excelente, esta vez en el Paraninfo de la Universidad con autores canarios de diversas épocas. El Cuarteto Ornati (Sergio y Adrián Marrero, violines; Adriana Ilieva, viola; y Carlos Rivero, cello, todos de las Orquesta Filarmónica de Gran Canaria) fue la base, con colaboraciones puntuales del pianista José Luis Castillo, el violista José Alvarado y el contrabajista Juan José Márquez. Siete músicos de élite que ratifican el feliz momento de Canarias en el plano de la interpretación instrumental.

La coincidente inauguración del Centro de Arte San Martín nos impidió llegar al comienzo del concierto, con dos piezas pianísticas de Lothar Siemens. Incorporados cuando comenzaba el primer Quinteto con dos violas de José Palomino (1755-1810), admiramos no solo la elegancia de la obra, de magnífica factura clasicista, aunque muy personal en ideas y recursos, sino también la impecable versión, servida con amable dominio y acentos muy comunitativos.

Del añorado Francisco Brito sonaron tres piezas para cuarteto, cuyos títulos Tejeda, Teror y Telde remiten con mayor o menor literalidad a una temática popular que el compositor supo personalizar con gracia e intención, jugando ingeniosamente con efectos no exentos de humor.

Conocimos la estupenda reducción para sexteto que Laura Vega, la más joven del programa y glosadora de cada obra, ha hecho del segundo movimiento (también para arcos) de su Concierto In paradisum. El marcado intimismo y el espléndido juego de masas flotantes o sonoridades tenues que presenta en su forma original esa pieza de tanta belleza funciona admirablemente en la versión camerística. El piano despliega la misma partitura sobre el flou apastelado e impresionista de las cuerdas. Excelente toucher del solista Castillo, a quien la obra está dedicada.

Finalmente, volvió a los atriles el Cuarteto de Cuerda Dies Irae de Juan Manuel Ruiz, estrenado hace once años en la presentación pública de Promuscan. La casi puntillista reelaboración del motivo gregoriano en el primer movimiento y la estética expresionista que regula los efectos instrumentales del segundo se mostraron vigentes en una estructura muy libre que, sin embargo, conserva en todo momento el músculo formal. Los públicos habituales de la Sociedad Filarmónica y Promuscan fundieron su cálido aplauso a los intérpretes, seguros, expresivos y magníficos en toda la velada.