- Su conferencia de hoy [para los lectores] se titula Islas y plazas: itinerarios literarios. Naturalmente no se le pide una síntesis pero sí alguna referencia a su relación con las islas; si, dado que comenzó a venir a Canarias hace veinte años, es que tiene preferencia por lo insular.

- No soy de preferencias, pero la causalidad ha marcado mis pasos y, en efecto, he ido unas cuantas veces a Canarias; he estado en Lanzarote, Gran Canaria, Fuerteventura, La Palma y Tenerife, en casi todas, pues, y ha sido siempre por conferencia, en relación con algún acontecimiento cultural. Soy invitada y yo correspondo con muchísimo gusto, me llaman y voy [risas]...

- Acaba usted de publicar unas Obras escogidas, lo que en cierto modo es una autobiografía, al menos narrativa. Es curioso pero cada vez gente más joven o, al menos, no en el cenit de su vida, publica memorias... ¿Ha retomado usted los textos?

- No, no he tocado los textos, porque hay cosas que siento que no me pertenecen [obras ya escritas]. Es bien cierto que unas obras escogidas tienen ese componente autobiográfico, pero en este caso fue una idea del editor, no mía. La razón es que se trata de obras que, por ser las primeras, ya no están en las librerías, y menos aun en las de las grandes superficies, que es donde hoy se venden los libros. Eso sí, tiene un prologo magnífico de Daniel Fernández, hoy editor de Edhasa que cuando yo empecé se dedicaba a la crítica. Me he limitado a ojear algunas cosas y cuando he visto algún párrafo me he dicho, vaya, qué bonito...

- Usted está catalogada como escritora afecta a la melancolía, a cierto interrogante existencial. Y, a su vez, a patrones posmodernos, como lo fragmentario, algo muy de los años ochenta... ¿Se ve reflejada?

- Me ha parecido siempre incompleto; no entiendo por qué se me relaciona con esa, como dice, melancolía de lo inaccesible, pues hay otras muchas cosas en mi universo novelístico. En el prólogo de Daniel Fernández se habla de estas cosas, es cierto, pero también comenta que se trata de una literatura muy tajante de estilo, de frases cortas, con un ritmo muy fuerte, que no casa muy bien con la melancolía, es una escritura bastante rítmica y, de hecho, acusa influencias literarias que no van por ahí.

- No es una melancolía al estilo de Marguerite Duras, pues.

- No, en absoluto, es más influencia de la novela negra norteamericana. Me he sentido en esto, insisto, que estaban ofreciendo de mí un equívoco, pues es algo mucho más vital. Me horroriza la melancolía lánguida.

- Bueno, la angustia, como la melancolía, tuvieron un enorme prestigio durante buena parte del siglo XX, y no sin razón: entre otras cosas porque eran un motor de búsqueda vital y no, como hoy, una cosa sólo para medicar. Han cogido mala fama.

- La idea de motor de búsqueda de vida me gusta, para mí eso es lo que es la melancolía o como quiera que lo llamemos. De hecho sobre todo es una filosofía de vida, que tiene que ver con una cierta distancia, con cierto humor... Tiene mucho de mirada agridulce sobre la vida.

- Usted lleva algo más de un año como miembro de la Real Academia. ¿Qué hace allí?

- Mi discurso fue hace un año y pico, sí, pero en realidad llevo sólo meses. Estoy en la Comisión de Cultura, que se dedica a revisar las palabras del diccionario. Hay gente que prepara los temas -un grupo de técnicos, filólogos, muy competentes- y luego nosotros los examinamos. Y la lexicóloga es la que centra la conversación en las reuniones de la comisión. Luego las cosas van a pleno y se deciden. Es interesante, se habla mucho, se discute... Es curioso el enorme interés de la Academia por adaptar las palabras a la actualidad. Y luego están los términos nuevos, pero son siempre por iniciativa de un académico, que los define y defiende directamente en pleno.

- ¿Qué están viendo ahora?

- Estamos repasando las definiciones de todas las corrientes artísticas del siglo XX -cubismo, constructivismo, etcétera-, el modo en que estaban expresadas, pues a veces eran vagas o no ajustadas. Otro término cuya definición está a debate es "figurativo" en su acepción artística.

- ¿Y palabras nuevas?

- Estamos, por ejemplo, con la palabra "tableta" en referencia a nuevos soportes digitales que sirven para leer libros electrónicos, pequeños ordenadores...

- ¿Y tiene usted en mente plantear alguna palabra nueva?

- No, no, yo tengo de sobra con las que utilizo [risas], aunque algunas veces también invento.

- En su discurso de ingreso en la Real Academia aludió a su gran interés por los personajes secundarios, desde sus lecturas infantiles. Es de hecho el tema de su última novela, Compañeras de viaje, mujeres que pasan de golpe a protagonistas.

- Sí, creo que fue producto de la casualidad que se me ocurriera ese tema cuando mi último libro había tratado, en efecto, sobre mujeres que tenían un papel secundario, básicamente acompañantes de sus maridos, pero que por diversas razones se habían convertido en protagonistas, en personajes principales. Es la casualidad, que es muy sabia. Lo de los secundarios era un interés de siempre. Y si había que hablar de literatura [en el discurso de ingreso en la Academia] pensé que merecía la pena enfocar la atención sobre unos personajes ante los que, a mi juicio, la verosimilitud de todo relato está muy vinculado.

- Aunque este tipo de preguntas no suelen tener respuestas claras, por último ¿en qué está usted ahora? ¿Otra novela?

- Sí, estoy en la fase final de una novela, pero voy a un ritmo muy lento, mirando con la mayor atención posible para que todos esos pequeños detalles que tiene una obra queden como deben. Estoy retocando con mucho cuidado, sin plazo definido. Es una novela sobre un joven que tiene que volver a vivir la vida porque ha tenido un accidente de tráfico y tiene que replanteársela. Se trata de una búsqueda en unas condiciones nuevas. Para mí, la idea de tener una segunda vida es algo muy estimulante.