El psiquiatra Rafael Inglott (Las Palmas de Gran Canaria, 1946) es el nombre propio -en tanto ejerció el liderazgo- que en las Islas lleva la transición en salud mental desde las viejas prácticas de encierro, manicomiales, a un regreso a la sociedad de los pacientes en la última década del siglo XX. Esta operación actualizadora y delicada se sustanció en una normalización ambulatoria, hospitalaria y, en general, en la amplia pluralidad asistencial que se aplicaba ya en la Europa avanzada a unas patologías complejas por naturaleza y tan atravesadas por la singularidad de cada persona, por la condición humana. Pero el hoy director médico del Plan Insular de Rehabilitación Psicosocial del Servicio Canario de Salud (SCS) en Gran Canaria es al propio tiempo una cabeza magníficamente amueblada... como también lo son, y tal vez no por casualidad, otros miembros de su equipo originario en un tiempo de extrema especialización médica. Melómano, lector de filosofía y literatura, viajero sofisticado, con un sentido crítico marcado y una capacidad de análisis que salta por todas partes, Inglott ha optado sin embargo por hacer de todo ello un ejercicio estricto de vida privada. No sostiene esto como un axioma, sino en tanto le encaja con su perfil más íntimo. No en vano estas conversaciones han tenido lugar como esa excepción tardía que confirma la regla. Refractario, casi alérgico, al relumbrón social y, sin embargo, francamente sociable, emocional, amigo de sus amigos y con gran sentido del humor, aunque tímido, Inglott ha concentrado una praxis pública de cuatro décadas, salvo esporádicos y casi forzados pronunciamientos, en problemas de la vida cotidiana de la gente desde un terreno profesional cada vez más arduo y central.

EL ORIGEN

Incertidumbre

"Sí, en efecto, he desarrollado toda mi carrera profesional en mi ciudad natal. Para mí Las Palmas de Gran Canaria sigue siendo una eterna promesa, una ciudad que siempre ha estado a la espera de cumplirse. No quiero decir que hayan quedado frustradas mis expectativas, sería soberbio por mi parte, pues es esa promesa incumplida que mantiene la expectativa y el deseo... No sé, si pensamos en Londres, por ejemplo, es muchas cosas al mismo tiempo, y muy diversas, pero muchas cosas que ves realizadas. Las Palmas de Gran Canaria, sin embargo, no tiene eso que llaman identidad, no la encuentro por ninguna parte; más que una ciudad sería casi más como una anomia [situaciones que derivan de la carencia de normas y de perfiles claros]... Esas mismas grúas del Puerto son como apariciones o presagios de una realidad que de pronto se nos viene impuesta y no se parece en nada a la de hace unos pocos decenios. Es una incertidumbre permanente, estamos tratando de vivir un carpe diem que al mismo tiempo está habitado de angustia; ahora disfrutamos pero ¿y mañana?...

LAS PALMAS

Lo efímero

"Me da tristeza esa especie de celebración un tanto vergonzante de las crisis [ajenas] como algo que nos beneficia indirectamente, por ejemplo con el turismo, ¿no? Lo que está pasando en la cuenca mediterránea con las revueltas árabes. Siempre hemos vivido al socaire de lo que ocurre en otros lados, de una forma coyuntural. Es cierto que el progreso es oportunista, no puede haberlo sin un sentido de la oportunidad, pero el problema de las formas de vida oportunistas, o que se basan únicamente en la oportunidad y no desarrollan formas genuinas de mantenerse a flote, es que son efímeras. Y para mí Las Palmas de Gran Canaria es, en ese sentido, la apoteosis de lo efímero".

INFANCIA

Jesuitas

"Estudié en los Jesuitas [colegio de referencia de la élite local en aquel entonces] y es curioso, porque mi curso era de los de nivel económico más bajo. Yo estudié con becas todo el tiempo, como también en la Universidad. En mí época en el colegio las diferencias sociales estaban como silenciadas, lo que no sé si era bueno o malo, no se hacían distingos abiertos de ese tipo. No era consciente o tenía presentes las diferencias sociales hasta que tenía que estrenar unos zapatos, por ejemplo, y me daba cuenta de que no podía tener unos zapatos tan buenos como los de mis compañeros. Ahí notaba la diferencia, pero sólo en esos hitos. Los domingos teníamos que ir con uniforme, un uniforme azul marino, cuando había celebraciones, y recuerdo que luego nos íbamos por ahí a jugar, sin cambiarnos. En una ocasión nos fuimos a la marea, a las escolleras, que estaba delante del colegio, pues entonces no existía la Avenida Marítima, me desgarré el pantalón y aquello fue para mí un drama tremendo.

ELITISMO

Liderazgos

"Sin embargo, en lo que sí eran extraordinariamente elitistas en su educación los jesuitas era en las diferencias intelectuales, es decir, sí había niveles marcados que llegaron a ser verdaderamente crueles, incluso, para algunos compañeros. Si uno era de una familia de dinero y además inteligente entonces... si podían te metían en el noviciado. Si tenía un alto nivel económico pero no era inteligente, bueno, no bastaba, era un poco dado de lado. Sin embargo, si alguien tenía buen rendimiento pero no era, digamos, de la jet, apostaban por ti; eso tengo que agradecérselo, porque sentí que apostaron por mí, me sentí protegido por ese buen rendimiento. Ahora, me pregunto qué habría sucedido si hubiese sido algo rebelde: no me lo podía permitir, yo estudiaba con beca... En cambio un niño rico y listo podía ser rebelde, incluso desafiante. Recuerdo un caso, un escritor canario que no citaré por su nombre, que también estudiaba con beca, cuya necesidad de medirse con el sistema le trajo serios problemas, de los que pudo salir sólo por su capacidad intelectual. Los jesuitas, en fin, apostaban por las nuevas capas dirigentes".

VALORES

Estabilidad

"En mi época escolar los papeles de las instituciones sociales básicas estaban claros y funcionaban en todos los niveles. No como ahora, que se han devaluado. Y ésa era la razón por la cual hasta cierto punto aquella educación elitista se podría decir que dio lugar a unas cuantas generaciones de líderes en las Islas... y en todo el mundo, por supuesto; es decir [James] Joyce sería inconcebible si no hubiese pasado por los jesuitas y por la educación religiosa [risas]. Y, como Joyce, Fidel Castro. La pregunta es qué ha pasado después para que la palabra del padre, la palabra del maestro ya no baste. Porque se supone que en mi época todo aquello venía respaldado por una formación humanística, aunque fuera conservadora, y unos valores que en aquel entonces eran incuestionables y estaban sin duda vinculados a la llamada castración simbólica [término freudiano que alude a la frustración radical que el/la niño/a siente cuando ve fijados límites a su deseo ilimitado pero que es, a su vez, la que le permite surgir como sujeto].

BIENESTAR

Mutación

"¿Qué ha pasado en Canarias para que todo eso haya funcionado peor? Quizás los grandes cambios del mundo en las últimas décadas (la caída del Muro, la globalización, la democracia en España...) nos cogieron con casi todas las expectativas abandonadas, salvo la del turismo, que se convirtió en los años sesenta [del siglo XX] en una promesa omnímoda de futuro y bienestar, abandonándose lo demás. Desde ese entonces el futuro en Canarias sufrió una mutación repentina. Recuerdo que yo estudiaba ya Medicina en Granada y cada verano que venía la realidad social canaria me resultaba más ajena: se producían muchas transformaciones y muy rápidamente. Esto tenía también aspectos positivos, estoy de acuerdo, como fue que surgiera una movilidad social, incluso pasando al otro extremo, que rompía con el clasismo agrícola. Pero, claro, en todas partes donde ha habido que consolidar una burguesía [en el sentido histórico de clase dirigente que tuvo] ha estado la mano de los jesuitas o la tradición religiosa, insisto. Y eso aquí no se llegó a dar a partir de los sesenta, porque ya estaba la sociedad de Las Palmas de Gran Canaria instalada en una suerte de oportunismo económico que se precipitó o cobró carta de naturaleza con el boom turístico".

LECTURAS

Medicina

"Muchos libros no había en las casas de los compañeros de mi curso. Pero puedo dar una lista de cuatro personas que leían ávidamente: Víctor Ramírez, Fernando Motas, José Luis Romero y Juan José Armas Marcelo. A pesar de la escasez de gente con esa avidez, el nivel medio era de mayor inclinación a la lectura que el de los jóvenes actuales. En mi caso, respecto incluso de mi elección universitaria, sucedió algo curioso, y es que me incliné por la medicina a través de la literatura. Cada vez que caía en mis manos alguna novela donde se trataba el tema de la medicina o se venía... bueno, me acuerdo de La montaña mágica [de Thomas Mann], que leí muy joven, y para mí su lectura fue una experiencia curiosa, pues, por una parte, alentó mi vocación pero, al volver a leerla, me quitó tiempo para estudiar histología -hoy anatomía patológica- y me la suspendieron [risas]; llegué a obsesionarme con esa novela. Todo en ella es pura incógnita, desde el personaje principal que va a visitar a un enfermo a un sanatorio y acaba él enfermo de tuberculosis; además, es verdad, de un modo enigmático que forma parte de la esencia del libro, hasta el último párrafo, describiendo hacia dónde va Europa. Es una de las novelas más inquietantes y más estimulantes desde el punto de vista intelectual que se han escrito nunca. Y, bueno, del mismo modo en que Mann influyó en mi afición por la medicina, en la [especialidad en] psiquiatría tuvieron mucho que ver los personajes de Dostoievsky, sin duda..."

GRANADA

Lo andaluz

"Realmente no me llegué a identificar con el modo de vida andaluz cuando estudié en Granada a partir de 1963. Era una ciudad muy provinciana, con todas sus tradiciones muy asentadas, pero no era asfixiante, porque tenía la otra vertiente de una ciudad profundamente universitaria, con lo cual había cauces inagotables para escapar. Tengo otros compañeros que sí, que les costó menos trabajo adaptarse a una ciudad con mucho carácter y muy exigente con el visitante además respecto de sus propios ritos y demás, y también otros que no lo lograron en absoluto y se tuvieron que marchar. En realidad, pasé por Granada pero Granada no pasó por mí. Tampoco viajé mucho, no, algunas veces a Madrid, pero no salí al extranjero. Pero me eché una novia, y ya sabe que las novias quitan mucho tiempo [risas]; no, no es andaluza, es manchega. Y es la mujer de mi vida, Carmen".

LA MÚSICA

Excitación

"En mi casa había un pequeño tocadiscos y con catorce años un profesor de música, un cura, me prestó unos discos, pensando que me podía gustar: recuerdo perfectamente que eran la Quinta y la Novena de Beethoven y la Sexta de Chaikovski. Estuvieron en mi casa mucho tiempo, tanto es así que al final se quedaron, con permiso del profesor naturalmente, porque ya me daba vergüenza devolverlos [risas] de lo rayados que estaban... Algo que yo no podía expresar de otra manera, y con lo que no me podía identificar de otra manera en el pensamiento humano -eso lo he captado con posterioridad- pero que entonces sentía como una necesidad se me reveló de modo muy intenso en concreto con la Quinta de Beethoven, con cada uno de sus cuatro movimientos. Tanto es así que había momentos en que estaba en un pasaje y me entraba como una excitación pensando en lo que venía después. Y eso me ha pasado muy raras veces con otras experiencias. Me sucede con la música pero no con una película; con la poesía tampoco aunque quizás se aproxime [en el surgir de esa tensión]. Todo lo que hubo en aquella experiencia con la música me marcó de tal manera precisamente por eso".

RAREZAS

Ensoñación

"La verdad es que era un poco raro, ¿no? [risas]. En cierto manera yo sí me tenía por raro: era tímido -y lo sigo siendo- aunque no, nunca tuve problemas de relación, al contrario, era alguien muy querido en el colegio y también siempre he sido muy amigo de mis amigos. Pero luego también he tenido una cierta tendencia a la ensoñación. He pasado por muy despistado, siempre ha habido bromas con eso, y un poco imprevisible respecto a la vida social, mis amigos ya contaban con que no iba a responder siempre con un sí cuando se me invitaba. Y, bueno, he podido disfrutar de libertad porque mis amigos han sido comprensivos. Sí, he sido, como dice, un outsider tranquilo, digamos que nada dado a la histeria [risas]..."

FRANQUISMO

Julián Grimau

"Mi compromiso político antifascista fue después de acabar la carrera, ya en Canarias, pero en la Universidad había actos permanentes de oposición al Régimen, aunque Granada nunca fue de los focos más activos. Recuerdo, recién llegado, en 1964, que en el primer aniversario de la muerte de Julián Grimau [dirigente mítico del PCE], al que el Régimen había ejecutado, asesinado, en la primavera anterior, hubo una protesta masiva y cargas violentas de la policía, persecuciones, porrazos... Fue la primera vez que corrí delante de los grises, aunque poco en verdad; aquello me quedaba un poco lejos aún, pero fue un impacto pasar del "nunca pasa nada" de Las Palmas a mis primeros episodios de confrontación con la policía franquista. Otro episodio que viví fue en 1965 un concierto de José Meneses en Medicina que nunca llegó a celebrarse; recuerdo a Meneses secuestrado por la policía: llegó, lo metieron forzadamente en un vehículo y se lo llevaron, lo que desató protestas y una leve carga policial.

NARCISISMO

Una hija

"No, no fue en Las Palmas de Gran Canaria, me casé en Albacete. Y tengo una hija, sí, una... La verdad es que me da un poco de vergüenza que me pregunte por estas cosas [risas]. Sí, en cierta medida podría entenderse que el gran éxito, digamos, o el negocio de Freud, dicho en los términos de Ricardo Piglia que usted cita, es haber hecho de toda persona un sujeto trágico [en medio de la crisis generalizada de la experiencia y de unas vidas secularizadas y triviales, el psicoanálisis trae una épica de la subjetividad, una versión violenta y oscura del pasado personal, que resulta muy atractiva, señala este escritor y ensayista argentino], que es un poco lo que también llamamos la novela familiar del neurótico. Pero son igualmente ciertos aquellos versos [de J. L. Borges], ¿no?, ¿cómo eran? 'Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca Aquel en cuyos brazos desfallecía Matilde Urbach'. De modo que... y, bueno, respecto a cómo llevo ver crecer a los hijos, se podría destacar, porque siempre me ha resultado curioso, lo que nos cuesta a los hombres, por ejemplo, admitir la sexualidad de las hijas, mientras que las mujeres, las mujeres en su condición de madres, reciben el paso del tiempo con los hijos de otra manera. Los hombres lo viven de forma mucho más traumática, debido quizás a nuestro propio narcisismo, claro; yo no sé por experiencia propia cómo es en el caso de los varones, pero creo que la proyección narcisista sobre los hijos es por igual, y más incluso en los hombres cuando se trata de un hijo varón, seguramente".