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Canarismos

Nadie da duros por pesetas

Nadie da duros por pesetas

Este refrán de uso general en distintos dominios del español viene a proclamar que las cosas nunca se dan de manera gratuita o, dicho de otro modo: «Nadie da nada a cambio de nada». El dicho cuenta con otras variantes como son: «nadie da duros a cuatro pesetas» o «nadie da duros a pesetas». Ambas de uso recurrente y con idéntico valor. Pero más allá de su interpretación primaria y genérica, pueden intuirse aspectos más sutiles en esta forma proverbial. La expresión denota suspicacia, cierta desconfianza ante la insólita generosidad mostrada por alguien. Desconcierto que bordea la sospecha de que tal comportamiento (altruista en apariencia) oculta algo: una pretensión solapada o como si formara parte de un ardid concebido deliberadamente para atraer, convencer y engañar a alguien con fines casi siempre lucrativos.

El dicho, pues, sirve de advertencia al incauto y le pone en guardia, que es mejor no fiarse, “por si acaso”. Es decir, que “dar duros por pesetas” puede ser una manera de “engodar a alguien”, esto es, tratar de ganar sus simpatías y confianza, bajo aparente generosidad, con la única intención de engatusarlo y con la certeza de que se obtendrá algo a cambio. Los recelos que parece suscitar la máxima la ponen en relación con aspectos que tienen más que ver con posiciones de influencia, oportunidades, patrimonio, negocios, etcétera. Lo cual no significa que quede excluida cualquier trama concerniente a aspectos de la esfera más íntima y personal. Sin embargo, el recurso al símil monetario nos sugiere que se refiere a una cuestión fundamentalmente crematística. En efecto, el refrán se inspira en la peseta, como antigua unidad monetaria, y en el duro. El recurso a esta moneda que con valor de cinco pesetas estuvo en circulación hasta principios de la década del 2000 va camino a convertirse en una antigualla lingüística, como sucedería con los «cuartos», los «reales», las «perras chicas» o las «perras gordas». La metáfora construida sobre una moneda fiduciaria lo ciñe, pues, casi exclusivamente, a un asunto pecuniario que tiene que ver con el mundo del comercio y los negocios. El razonamiento es simple: en cuestiones de negocios, «nadie da duros a cuatro pesetas, porque está perdiendo dinero». Y esto pone en entredicho la actitud sincera en cualquier acto de liberalidad que lleve a soportar pérdidas por puro «altruismo», y, por tanto, lo hace sospechoso de esconder espurias intenciones. Lo que puede llevar a pensar a quien se beneficia de la dádiva que «aquí hay gato encerrado». Puede ser empleado ante situaciones más o menos inverosímiles en el campo del comercio o los negocios, como la compraventa de un inmueble a precio de ganga, un reclamo publicitario que oculta las verdaderas condiciones (y lo convierte en publicidad engañosa) o cualquier intercambio comercial que suponga un claro quebranto económico para quien lo propone.

El proverbio se ha acomodado con naturalidad al refranero popular canario, toda vez que actitudes o comportamientos tales como un insólito acto de liberalidad despiertan casi siempre suspicacia en el hombre canario por antonomasia: el «mago/mauro del campo». Así pues, si alguien se muestra excesivamente generoso en asuntos patrimoniales, suscita desconfianza porque eso puede querer decir que «le están haciendo la cama a uno» y mejor estar atento, no sea que le vayan a «dar gato por liebre». Ante tal posibilidad, una representación cuasiarquetípica –podríamos decir– de la situación sería la del mago o el mauro que, atorrado y viéndolas venir, larga con socarronería aquello de: “No, gracias, fumo Krúger”, para dar a entender que no le interesa el asunto.

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