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Teatro
Nacho Cabrera Director

“El teatro nos ayuda a entender verdades que no queremos ver”

El director grancanario Nacho Cabrera. | | TATO GONÇALVES

El director canario Nacho Cabrera estrena en el Teatro Cuyás los días 10 y 11 de diciembre ‘Madre’, la última producción de La República, inspirada en el texto de Bertold Brecht. La compañía ahonda de manera especial en la situación de la mujer en los procesos de guerra, como la víctima perfecta que es violada o asesinada, y en esta obra da visibilidad al pueblo saharaui para que su lucha no quede en el olvido.

¿Por qué se decide de entre toda la extensa producción dramatúrgica de Bertold Brecht por este texto en concreto?

Históricamente, Brecht es uno de los autores de cabecera de Teatro La República. Ahora llega Madre Coraje que siempre estuvo rondando en nuestras cabezas. Tenemos a la actriz que soporta este maravilloso texto, Lili Quintana, y se dan las condiciones arropados por el Teatro Cuyás, el Ayuntamiento de Agüimes y la distribución que asume Acelera Producciones. Además, entendemos que es el momento preciso si atendemos al recrudecimiento de la guerra sorda y callada que se está librando en las tierras hermanas del Sahara. Es un reto grande, pero por encima de todo, hay una necesidad humana de afrontar esta lectura del clásico tan necesaria en nuestros días.

No deja de ser curioso que La República haya transitado, de la noche a la mañana, de la comedia al drama en sus dos últimas producciones: De Mitad y mitad a Madre. ¿Cómo se metaboliza desde la dirección ese notable cambio de registro conceptual?

Durante algún tiempo esa fue nuestra manera de funcionar: balancear desde el drama a la comedia. Mitad y Mitad no es la primera comedia que producimos, aunque ya hacía bastante tiempo que no afrontábamos una, si bien es verdad que el tipo de comedias que afrontamos son muy ácidas y corrosivas. Para un director es muy sano transitar los distintos géneros sin perder la identidad. A mí personalmente me oxigena mucho viajar de un lado a otro del teatro, sin considerarlos extremos, sino una misma visión desde atalayas diferenciadas.

Hábleme de los personajes que interpreta el elenco escogido para la ocasión.

De las nueve versiones que tiene el texto encima, muchos personajes fueron quedando por el camino para finalmente quedarnos con Anisa Brahimi, que interpreta magistralmente Lili Quintana, Toni Báez con varios personajes, entre ellos el alfaquí, que de alguna manera muestra el claro traidor al Sahara y que se pasa a Marruecos y en cuyas espaldas reposa la lectura más militar de esta versión y, por último, Saulo Valerón, que además de ser su segunda incursión con Teatro La República, se atreve con los papeles de los hijos de Madre Coraje, Caraqueso y Brahim

¿Qué le gustaría que el público se plantease al salir de la función?

Que pudiera reflexionar de manera comprometida qué se puede hacer desde el ámbito más cercano de cada uno ante la torpeza de la guerra. No buscamos que nadie se compadezca, ni si quiera que se emocione con lo que le pasa en su vida, buscamos respuestas inmediatas a lo que sucede a nuestro alrededor. Quizás es una quimera, pero no cejamos en nuestro empeño.

¿Qué claves del texto le ha interesado enfatizar con los actores o trasladar con más pulcritud al escenario?

Hemos desechado algunas lecturas que también nos parecían muy interesantes para quedarnos finalmente con aquella que para nosotros es la idea central: la alianza entre el mercado y la guerra. Y a la par nos preguntamos, ¿cómo estalla una guerra?, ¿en qué momento exacto se aprieta un gatillo, se lanzan obuses, se degüella al primer soldado enemigo? Estas son las dos primeras preguntas que hacemos al espectador durante el espectáculo. Hemos querido ahondar más si cabe en un drama antibelicista, y poner de manifiesto que mucho tiempo antes de desenfundar el arma para disparar, la guerra ha comenzado sin que apenas nos demos cuenta.

«Desde Canarias debemos apostar por solucionar el conflicto saharaui y por darle dignidad»

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¿Cómo definiría Madre?

Como un espectáculo que merece ser visto fundamentalmente por la estructura y la idea que Brecht nos regala, que merece ser visto para poner en primera línea aquellos acontecimientos que adrede quieren que olvidemos.

La producción aborda como trasfondo el violento conflicto enquistado de la ocupación del Sáhara por Marruecos y la dignidad de la mujer. Se trata de un teatro abiertamente comprometido como seña legítima e irrenunciable del sello identitario de La República.

Efectivamente. Hemos abordado en los 26 años que llevamos de historia, espectáculos fronterizos donde hemos afrontado desde los grandes dramas de la sociedad, hasta los más pequeños y cotidianos. No es la primera vez que nos enfrentamos a la guerra en la escena. Ya lo hicimos no NWC (No War Cabaret) y San Juan, que también tocaba el tema de manera colateral, o con La historia de un soldado. Esta vez focalizamos un conflicto concreto. Hoy siguen existiendo grandes bolsas de teatro muy convencional y visible en el que no nos movemos muy a gusto. En nuestro ideario de partida hace ya 26 años decíamos que habíamos llegado para asaltar las vitrinas donde estaban aquellos textos intocables. Hoy seguimos haciendo el mismo teatro soterrado y de oposición, un teatro comprometido alejado del panfleto y la propaganda. Nos hemos tenido que reinventar una y otra vez, pero sin perder nuestra esencia, sin traicionarnos. Somos hijos de un oficio tozudo, con una eterna mala salud de hierro.

¿Cree que ese compromiso exige también un espectador ‘diferente’ y sensible al otro lado del escenario?

Sería lo ideal. El teatro también debe hacer de alguna manera apostolado de aquello en lo que cree. El escenario es una tribuna para defender derechos y libertades. Nuestra misión es trabajar para cualquier espectador, para todos, incluso para los que no comparten nuestra visión. De encuentro de las ideas distintas nos alimentamos permanentemente.

El dramaturgo Juan Mayorga señaló en una ocasión que defiende el teatro que nos lleva a descubrir la bestia que nos habita. ¿Comparte esta opinión?

Absolutamente. Es imposible no estar más de acuerdo con la idea de Juan. Hemos compartido largas tertulias a propósito de algunos encuentros, o de preparación para un espectáculo suyo que montamos en 2008, Hamelin. Y esa es la otra parte que verdaderamente nos maravilla, descubrirnos a nosotros mismos y nuestras incoherencias. Hablamos del espectador, pero es indispensable también hablar de lo que como seres humanos nos hace cambiar, a nosotros los que habitamos en un escenario. Aún nos seguimos maravillando cuando sentimos que un texto o una interpretación nos cambia la percepción de las cosas. El teatro nos pone frente a un espejo para descubrir y desnudar nuestras limitaciones y nuestros miedos; para ayudarnos a entender el mundo, sus tabúes, sus metáforas y las verdades que no queremos ver.

Una vieja pregunta: si la finalidad es combatir la indiferencia con el teatro ¿cree que lo consigue, que, efectivamente, el teatro puede lograr eso?

La conciencia hay que alimentarla espectáculo tras espectáculo, del mismo modo que la casa hay que limpiarla a fondo cada semana. Nada permanece inalterable. Un espectador consciente hoy, fácilmente mañana por diversos motivos, deja de engrasarse y acaba justificando lo que en otro tiempo nunca se hubiera imaginado. Pero ese espectador no es sólo el que está sentado en el patio de butacas, nosotros también somos espectadores activos con la particularidad de que estamos subidos en una tarima frente a ellos.

¿Le preocupa la situación en ese territorio tan próximo a Canarias y la desmemoria que se ha ejercido históricamente desde la fecha de la ocupación?

Nos preocupa muchísimo y nos sentimos muy cercanos. Entendemos que debemos empujar para que el conflicto armado acabe en el Sahara Occidental, pero que lo haga cumpliéndose la legalidad internacional y dando a los saharauis lo que durante tantos años le ha sido arrebatado: su tierra. Desde Canarias debemos apostar no solo por dar solución al conflicto, sino darla con dignidad. El arte y particularmente el teatro, debe ser un altavoz a un conflicto que hoy está más vivo que nunca, en una zona olvidada del planeta. España ha hecho dejación de sus obligaciones con este territorio y nosotros como ciudadanos libres, no podemos permanecer de espalda a la injusticia de nuestros vecinos. El Estado español tiene una responsabilidad histórica que debe afrontar. Al final la mejor fórmula para contar cosas y que el espectador vuelva, es hacer un teatro de calidad.

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