De la pandemia ha salido una Aitana más definida musicalmente que la ‘triunfita’ caprichosa, todavía en proceso de cocción, que daba a conocer su perfil solista en aquel verano de 2019. Decidida por un registro pop-rock de resultones estribillos y guitarras peleonas se mostró este sábado valiéndose de sus ’11 Razones’, ese álbum cuya canción central da argumentos para hacer de tripas corazón tras dejar atrás una relación poco simpática: “Déjame devolverte las rosas que son venenosas / y llévate todas tus mariposas, me ponen nerviosa”, cantó, sin titubeos, abriendo la sesión en su regreso al Palau Sant Jordi.

Sala llena, con 13.200 personas según la organización (formato de sillas en la pista y, por tanto, sin requisito de pasaporte covid, aunque sí se pidió en los puestos de bebidas) y público de corte familiar, con abundancia de flequillos infantiles en honor a la artista. Aitana Ocaña Morales, vestido azul con falda al viento, entró envuelta en acordes rockeros reforzados por obra y gracia de dos guitarristas adiestrados, Guillermo Guerrero y Laura Solla (esta fue en la pre-pandemia integrante de la última versión, gallega ella, del grupo originariamente británico Immaculate Fools). Soporte expeditivo para acompañar a la cantante de Sant Climent de Llobregat en sus cantos a la determinación personal y en sus pullas a los amores tóxicos.

Fan de Estopa

Aitana jugaba en casa e hizo saber que había “mucha familia” en el Sant Jordi, la “de sangre” y la ampliada, y evocó sus primeras incursiones en la sala como fan de Estopa. “Recuerdo que pensaba ‘yo quiero estar ahí arriba en algún momento de mi vida’”, deslizó, e hizo una petición: “que disfrutéis, que lloréis, que saltéis”, no sabemos si todo a la vez.

Dominó un pop de guitarras contrastado por la voz algo aniñada, aunque bien modulada, un poco en la estela de Nena Daconte, con ganchos melódicos en temas como ‘Corazón sin vida’ (que fusila a conciencia el texto de ‘Corazón partío’, de Alejandro Sanz) o ‘X, titulado este, como otros del nuevo disco, con símbolo matemático a lo Ed Sheeran. Pero el reguetón no ha desaparecido del todo de su vida, y ahí estuvo, por ejemplo, ese ‘Teléfono’ en su día discutido, ahora más orgánico, con menos electrónica y el latido de la batería.

Con su ídolo

Y en la sección de baladas, muy clásicas y con ramalazos ‘power’, una sorpresa: Pablo Alborán, entrando en escena para darle la refinada réplica en ‘Ni una más’; canción “sobre la desigualdad”, la presentó ella. Aitana conserva a los 22 algo de la fan que no sale de su asombro por compartir escenario con sus ídolos, aunque le echó una paletada de años encima a Alborán cuando le presentó: “Sabes que te admiro desde que era pequeña”.

Los ‘tempos’ editoriales hoy son rápidos y Aitana piensa ya en su próximo disco, según nos hizo saber, al que irán a parar piezas como ‘Berlín’ o ‘Formentera’, sugiriendo esta última nuevos enfoques de signo electrónico. En el Sant Jordi, los giros estilísticos resultaron muy matizados y no complicaron el efervescente diálogo con el público, encendido cuando Aitana presentó a otros invitados: el valenciano Zzoilo en ‘Mon amour’ y los colombianos ‘Cali & El Dandww en ‘+’. Acompañaron a una artista que parece haber sabido construir un vínculo diáfano con sus jóvenes seguidores, desprovisto de divismos, sobreactuaciones e histerias, valiéndose de un aura manejable y ofreciéndose como espejo.