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CRÍTICA

Mutter y Mozart, íntimos amigos

«La Mutter» es mucho más que una gran virtuosa del violín, quizás la mejor entre todos los colegas en activo. Es un mito viviente y operante, poseedora de todos los premios de primera magnitud, titular de los honores estatales y culturales más deseados, la intérprete para quien escriben los más grandes compositores vivos, la maestra que forma y lanza a los jóvenes talentos y la generosa promotora de iniciativas solidarias que ennoblecen su perfil humano.

Tan grande solista como camerista, es esta faceta la que la ha traido al Festival de Canarias, marcando en el Auditorio Alfredo Kraus el llenazo más rotundo de la 38ª edición.

En el trío formado para un monográfico mozartiano también se manifiesta el generoso carácter de la diva, pues con ella y su colaborador más frecuente, el veterano y magnífico camerista Lambert Orkis al piano, viene un violonchelista de 19 años, Lionel Martín, perfecto en el balance del trìo y extraodinariamente expresivo en los temas en que Mozart le hace protagonista.

Los atributos del ensemble son los propios de la gran violinista, que nos regala siempre el sonido de un instrumento cremonense. Hablo de la naturalidad de lo exquisito, que hace perceptible desde la primera nota y se adueña de la audiencia sin necesidad de alardes ni florituras. Porque la exquisitez es el alma del estilo, la dimensión estética de una gran sabiduría en la intuición del propósito del compositor. En este caso, Mozart, el más creativo en las ideas (que, increiblemente nunca se repiten en su vastísimo catálogo) y el que más rendimiento artístico consigue de la naturalidad. Este Trío Anne Sophie Mutter tiene un poder ptivativo: el de hacernos creer que suena como Mozart quería, efecto mucho más difícil en e lenguaje camerístico que en cualesquiera otros.

Las cuatro bellíslmas piezas del programa se diferencian poderosamente en sus respectivas ideas, admirables las melodías cantábile, dichas con la inspiración y el vibrato idóneos, y excitantes las secuencias desarrolladas en tiempos vivos. La primera, Divertimenti KV 254 reserva el mayor contenido para el violín, con un adagio sencillamente divino, Las otras tres, los Trios KV 542,502 y 548, dan al violín y el piano un juego equivalente de gran arquitectura en su rica ideación, dejando al cello una función subsidiaria de segunda voz o subrayado de frases y de bajo armónico. También dos cantos melódicos cuya inspirada ejecución explica porqué un muchacho de 19 años recorre el mundo con Mutter y Orkis-.

Sí, es posible que Mozart sintiera en estas maravillosas versiones su «verbo» genial. Con intérpretes de esta magnitud, que arrancaron el aplauso y los bravos del público puesto en pie, parece inteligente que estos programas sigan descubriéndonos en condiciones magistrales el repertorio menos frecuentado de Mozart, autor de tantas obras maestras que no es fácil escucharlas todas en vivo y con instrumentistas de esta dimensión. Del clasicismo rupturista de Mozart al romántico bis de Mendelssohn, excepcionalmente interpretado, hay una distancia corta en el tiempo pero inmensa en el arte. Fue un contraste revelador.

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