Tarde de verano y el ventilador levita al fondo del salón. Las fotografías se apiñan en la mesa y en las estanterías las enciclopedias cabecean en el duermevela de la siesta cuando adivinan otra frase en La ruleta de la suerte. Julio y Candelaria tienen las piernas estiradas sobre los sillones, para que la circulación vaya mejor, y su nieto, sin que ellos se den cuenta, les saca una foto desde atrás, reteniendo con una imagen el tiempo que quedará entre ellos. Él es Joel Peláez Amador, y trae la bolsa de la compra tras responder al mensaje que le dejan en el móvil, ¿Cuándo vienes a comer?, el título del fotolibro que es homenaje y memoria de dos personas que son su hogar

Julio Ramón Peláez Núñez y Candelaria Pérez Cabrera nacieron en puntos diametralmente opuestos. El marido nació en Oviedo en 1932 y, cuando su familia se mudó a Cádiz, coincidió el estallido de la Guerra Civil, apresando a su padre que había sido secretario en un ayuntamiento republicano, razón por la que tuvieron que huir. El destino lo llevó a Tenerife, dando la casualidad que allí se prendó de su futura mujer antes de embarcar en un petrolero desde donde le mandaría cartas para cortejarla. Ella, que había nacido en Los Baldíos de San Cristóbal de La Laguna en 1934, era hija del cañero que se encargaba del buen estado de las tuberías de la zona y trabajaba en la casa de los señoritos adinerados sin nunca olvidar cuál era la diferencia entre una clase y otra. Juntos, tuvieron tres hijos, y Joel es uno de sus nietos.  

La precariedad y la estabilidad

Este párrafo son unas breves líneas con respecto a las horas que el joven tinerfeño de 26 años, conocido en redes como Neoguanche, los ha escuchado, asimilando que aquella historia viva tenía que solidificarse. Después de haber estudiado la carrera de Diseño en la Universidad de La Laguna, empezó a concatenar trabajos precarios en los que las fechas de entrega y la asfixia de la rapidez mermaban su capacidad creativa hasta que aspiró una bocanada de aire al estudiar un máster en Historia del Arte. Una de las asignaturas proponía la composición de un libro y supo que era el momento. "Mi abuelo empieza a hablar, como todos los abuelos, y no para. Tiene muy buena memoria y para mí era normal escucharlo, así que quise recoger esas historias y reflejarlas de alguna manera", comenta.

A pesar de la ternura que desprende, compara los recuerdos con la realidad de las expectativas rotas por una crisis sanitaria mundial, la precariedad intrínseca de la década y el cuestionamiento de un sistema que no satisface las necesidades actuales. Un diálogo que comparte con ellos. "Reflejo un poco la contraposición entre las dos generaciones. Su día a día me traspasa a mí en un momento completamente distinto; por ejemplo, ellos hayan vivido en la misma casa durante 60 años con elementos que tienen significado, desde cómo están pintadas las paredes a cómo el sillón da una anécdota de la forma en que llegó y cómo lo tapizaron, mientras que nosotros salimos de un piso al año, buscamos la manera de sobrevivir y no tienes una constancia de ti por los lugares que transitas". 

Un fotolibro lleno de recuerdos

Las páginas muestran la cotidianidad de la vida interior de la familia: el portal, el buzón, el abuelo cortando papas, la fruta en los cuencos, las vírgenes que velan por la salud de los allegados, los recuerdos de los viajes, los VHS, los medicamentos, la cama, un calendario y las cerillas junto a los puros apagados, unas fotografías, cartas y libro de familia ya amarillentos, y a ellos cogidos del brazo. «Los contextos familiares de cada uno son muy particulares, así que yo me siento muy privilegiado. En general, hay que prestar atención en cómo cuentan las cosas tanto para entender mejor todo lo que te rodea y saber cómo te posiciones con respecto a ello». 

El diseñador construyó el hilo narrativo desde sí mismos hasta ellos, un viaje en retroceso de un cordón umbilical lleno de cuidados, en donde coloca con sentido las imágenes y, también, las notas de voz a la que se pueden acceder a través de un código QR en el que la canción de Angelita de Antonio Molina se entremezcla con reflexiones sobre la subsistencia del día a día. Los mayores tienen sus propios créditos al final del fotolibro: Julio va a la ventita a comprar el pan y Candelaria prepara la comida entre las sartenes. 

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Interior del fotolibro '¿Cuándo vienes a comer?', de Joel Peláez Amador. Joel Peláez Amador

Joel Peláez no sabe cuál será el futuro de este fotolibro. Si alguien lo quiere en físico, que le mande un mensaje privado por Instagram y, si no, da gratis el archivo PDF. «Hay una intención de perder dinero», ríe. Mientras, participa en ferias de autoedición como Pliegue, avanza otros proyectos colaborativos como Objetos perdidos con el grupo de autores y editores P.A.P.E.L.E.,A (Precarios Asociados Pensando En La Edición Rentable, Ayuda) y teje nuevas relaciones, como en el espacio de encuentro Photobook Club Canarias. "Gran parte de lo que soy es gracias a ellos. Mi abuelo nos dice a mí y a mi hermano que somos los hijos que no pudo criar después de haber trabajado toda una vida en la que no pudo disfrutar de los suyos". Al preguntarle por una instantánea, le viene a la mente en la que lo abrazan en mitad del pasillo. Siempre lo harán.