Literatura

Aquellar de la lluvia

La poeta lanzaroteña Macarena Nieves Cáceres construye su libro desde la multiculturalidad poética cuyos textos se abren bajo la advocación de la cita de autores del mundo

Macarena Nieves Cáceres.

Macarena Nieves Cáceres. / C. P. L.

Javier Doreste

Javier Doreste

En Pulp Fiction, la película de Tarantino, hay una escena en que Travolta cuenta a Jackson su experiencia europea. Entre otras cosas, le dice como llaman en Francia a la hamburguesa de cuarto de libra: Royal. Según el gánster el motivo es que usan el sistema métrico y por eso se ven obligados a cambiarle el nombre. Es una viva muestra de cómo la globalización se adapta al terreno. No me importa, parece decir la cadena de hamburgueserías, como llames a mi comida mientras la consumas. Puedes incluso, si eso satisface tu ego galo, llamarla Royal. Lo importante es que te la comas, que me la compres. Me parece un excelente ejemplo de los mecanismos por los que la globalización nos va invadiendo, asumiendo si es preciso costumbres o expresiones locales para poder instalarse en nuestras vidas. El mecanismo viene de lejos. Siempre los imperios han impuesto costumbres, usos, religiones y lenguajes, pero también han sabido amoldarse, a veces por la presión de los de abajo o por no tener palabras propias para ello, al lenguaje y formas de expresión locales. Otras, ha sido el sincretismo para sobrevivir y, o mantener alguna de sus costumbres, el mecanismo usado por los dominados. El arte en general y la literatura en particular, dan múltiples ejemplos de todo esto. Recordemos el esfuerzo de Silvestre de Balboa cuando, en su Espejo de Paciencia, nombra la flora y fauna cubana con los nombres propios de los nativos, incorporando así formas y expresiones desconocidas o desdeñadas hasta entonces por la metrópoli. Es lo que llaman criollización de la lengua. En unos casos será un acto de resistencia, voluntaria o no, y en otros será un acto más de conquista. Los propios dominados ven como su lenguaje se incorpora al lenguaje del imperio.

El habla canaria se mantiene viva entre nosotros pese a los medios de comunicación estatales y el peso de internet en la vida cotidiana

Hay en nuestras islas una larga tradición de este fenómeno. Viana y otros, el mismo Graciliano Afonso, iniciaron un proceso de recuperación del habla de los aborígenes. Después se fue recuperando para la literatura palabras y expresiones, canarismos, a veces como un mecanismo de humor, cual es el caso de Pancho Guerra, otras porque la historia o el texto lo requerían. Hoy contamos con herramientas para ello, los trabajos de Morera, Corrales Zumbado, Dolores Corbella, Álvarez Martínez, O’Shanahan y otros son una buena muestra de este esfuerzo. El habla canaria se mantiene viva, resiste entre nosotros pese a los medios de comunicación estatales y el peso de internet en la vida cotidiana. Pero ello no debe hacernos olvidar el idioma común, el que nos permite leer a García Márquez y Cervantes, ese que se defiende e incluso se extiende maguer la presión anglosajona en los ámbitos científicos y comerciales. Según el Instituto Cervantes, pese a los matices y hablas distintas del mundo hispano, nos entendemos con los de la otra orilla con mucha más facilidad que los anglosajones de orillas distintas entre sí. El cinco por ciento de expresiones o palabras diferentes dan píe a malentendidos y equívocos, piensen en los distintos significados de un constipado a uno y otro lado del atlántico, que las más de las veces devienen en situaciones cómicas. Recuerden las bromas cuando una película argentina obtiene la Concha de San Sebastián, o cuando nos ofrecen un tinto en Colombia. Esa unicidad del idioma nos ha permitido entender tanto la obra de Nicanor Parra como la de Benedetti, incluso los múltiples modismos o criollismos que ambos usan, sus expresiones propias, su habla, enriquecen nuestro vocabulario.

Este debate entre cosmopolitismo y localismo recorre el arte y la literatura canaria. El siempre necesario Juan Manuel Trujillo decía: “…paletismo, es decir, aldeanismo, provincialismo, cosmopolitismo, que todo es una y misma cosa.” Llamaba a un universalismo en el que se mantuviera vivo para el presente lo universal heredado en la tradición canario, asimilándolo y superándolo en un dialogo permanente entre lo propio y lo anejo, sin subyugaciones a uno y otro; esfuerzo del creador para mantener sus raíces subsumiéndolas, sin negarlas pero sin caer en el provincialismo de que lo nuestro es mejor. Ni lo de fuera ni lo de dentro es mejores o peores. Son materiales que el artista debe manejar, manipular, asimilar. Ponía el ejemplo del uso del arte africano por Picasso. Sobre esta cuestión el texto de Lázaro Sanana sobre La rosa de los vientos es esclarecedor.

Esto viene a cuento porque el pintor José Luis Luzardo nos llama la atención sobre un poemario recientemente publicado, con acertado, como siempre, prólogo del maestro A. Sánchez. Tras su lectura, podemos decir que la poeta Macarena Nieves Cáceres toma el camino señalado por Trujillo. Su libro Aquellar de la lluvia se construye desde la multiculturalidad poética. Muchos textos se abren bajo la advocación de la cita de autores de todo el mundo, incluyendo Canarias. Desde Clarice Lispector a Annie Ernaux, pasando por Suárez Rojas, una frase ajena enmarca los versos de Nieves Cáceres. Muestra de la amplia cultura poética de la autora, que sirve para destacar el uso de vocablos canarios, como si de esta manera se persiguiera una síntesis entre lo nuestro y lo de los otros a través de la poesía. Poesía de eminente calidad en la que se tratan temas anclados en el imaginario literario de las islas: el paisaje, los volcanes, las dunas, el viento, el agua, la lluvia. Sobre todo esta: la lluvia. Tan necesaria y tan añorada por los canarios, como símbolo de renacer, de vida, de futuro. “En el hambre del padre/ (me) recojo/ entre sementeras/ el agua que llega/ tiñendo con su alarido/ transparente/ la magua que fractura/ en 59 pasos/ su grieta inconsolable”. Magua, retengan la palabra. Sabemos que es portuguesismo heredado del latín. Viene de maca, mancha, marca, tara o defecto que tiene la fruta. No puede ser sustituida por morriña o saudade o tristeza, añoranza, nostalgia. Es todo eso y más. Es una marca que se nos queda en el corazón, más fuerte en su significado que los vocablos anteriores. El mérito de Nieves Cáceres es encontrar esa palabra tan nuestra y ponerla en un verso de forma tal que no pueda ser sustituida por ninguna otra. Es así que un tema tan universal y a la vez tan canario como la lluvia, el agua que llega, se afianza en el significado de la poesía. De esta forma la poeta canaria hace realidad la que, según Neruda, era misión de la poesía: ver aquello que los demás no ven.

Superando localismos estériles y cosmopolitismos pedantes, Aquellar de la lluvia nos habla de nosotros mismos, recordándonos una cultura común que va desde Edith Piaff a Silvio Rodríguez, de Joseph Brodsky y María Zambrano a Pino Ojeda y Dolores Campos Herrero. El esfuerzo de Cáceres, hermanado con el de Nilo Palenzuela, por ejemplo, es de los pocos que intentan superar el ombliguismo que suele amenazar nuestra cultura.

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