Canarismos

Vale más lápiz chico que memoria grande

La frase expresa un consejo o advertencia que va dirigida tanto al desmemoriado como al que presume de todo lo contrario

Luis Rivero

Luis Rivero

Platón, en Fedro, uno de sus Diálogos, narra el debate que Fedro sostiene con Sócrates. Este le refiere que en Egipto hubo un dios llamado Teut del que se dice que inventó los números, el cálculo, la geometría, la astronomía, los juegos del ajedrez y de los dados, y hasta la escritura. Se cuenta que cuando el dios Teut se presentó ante el rey Tamus le habló sobre la conveniencia de extender estas artes entre los egipcios, explicándole el valor de cada una de ellas. Cuando llegó el turno de la escritura, Teut le aseguró que esta invención haría de los egipcios hombres más sabios y serviría a su memoria; «he descubierto el remedio contra la dificultad de aprender y retener», afirmó Teut. A lo que el rey Tamus, discrepando con tal argumento, respondió que los efectos serían precisamente lo contrario. Ya que, los hombres, confiados en el auxilio que proporciona la escritura, abandonarán a esta el cuidado de conservar los recuerdos y al no ejercitar permanentemente la memoria, esta se perderá en el olvido.

Este diálogo platónico contiene la esencia del debate entre escritura y memoria, sujetos aparentemente antagonistas sobre los que se construye el dicho comentado. La «escritura» como instrumento auxiliar de la memoria, simbolizada por el «lápiz», y la «memoria» como recurso limitado en el ser humano que se genera por la necesidad de perseverancia del recuerdo. Escritura y memoria son, pues, elementos basilares que soportan la enseñanza contenida en el proverbio. Podría decirse que ambas posiciones defendidas en este diálogo platónico llevan razón. Pues si bien es verdad que la memoria requiere un determinado entrenamiento para fortalecerla, no lo es menos que un modo de aprender y memorizar es escribiendo aquello que interesa recordar (y acaso escribiéndolo repetidamente).

Testimonio escrito

Por otro lado, también es cierto que la memoria desaparece con las personas si no se transmite a través del testimonio escrito, y esto es lo que trata de enmendar la tradición oral. Pero la memoria tiene que ver también con el tiempo y con la historia, con el pasado, con lo acontecido. Cuando se habla de algo «inmemorial», se hace alusión a que se pierde la memoria colectiva de algo, a un tiempo del que no hay memoria. Cobra aquí todo su valor la escritura como instrumento para preservar la «memoria ancestral de la humanidad» y recuperar el saber perdido. Y entre la tradición oral y la escrita, resulta de mayor eficacia o acaso es más fiel a lo dicho originariamente o por lo menos más duradero en el tiempo, lo escrito. En rigor, el dicho se refiere a lo escrito con papel y lápiz (y por extensión, con bolígrafo o pluma); quedan excluidos, pues, otro tipo de escritura o asistencia memorística en soportes digitales, sean sonoros o gráficos, incorporados en los últimos año por las nuevas tecnologías, a las que algunos –en una suerte de neoludismo– hacen responsable de la «amnesia social» o «desmemoria colectiva» a la que, casi sin darnos cuenta, estamos asistiendo.

«Vale más lápi(z) chico que memoria grande» es la versión isleña de este refrán [en el español de Canarias el término «lápiz» viene frecuentemente pronunciado sin la «z» final] que en castellano se expresa: «Más vale un lápiz corto que una memoria larga», entre otras formas usuales. Se trata de una frase de etimología imprecisa, aunque quizá podría considerarse una versión deformada/adaptada del proverbio chino que dice: «La tinta más pálida/floja dura más que la mejor de las memorias». En cualquier caso, es probable que se trate de un dicho que surge presumiblemente en ambientes instruidos o en grupos sociales con un grado de alfabetización aceptable, en los que se domina la escritura y la lectura. Su empleo puede ser propio de ambientes académicos y estudiantiles o de determinados ámbitos laborales. La memoria es caprichosa, ya se sabe, y no siempre se comporta como quisiéramos, guardando información que no necesitamos –o al menos, eso creemos– y «olvidando» lo que nos interesa o nos gustaría recordar. Para ello se inventó precisamente la mnemotecnia (llamada así en honor a la diosa Mnemosine que en la mitología griega preservaba la memoria) y que agrupa un conjunto de procedimientos que facilitan el memorizar las cosas.

La frase expresa un consejo o advertencia que va dirigida tanto al desmemoriado como al que presume de todo lo contrario. Y sugiere que ante cualquier idea, discurso mental, tarea a realizar, fechas o sucesos más o menos relevantes, conviene no dejarlo al albur de nuestra capacidad memorística. Así que mejor tomar papel y lápiz y anotarlo para que no se nos olvide. Recuerde que siempre «vale más lápi(z) chico que memoria grande».

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