Critica

Todos queremos a Elina

La mezzosoprano Elina Garanca, con una imagen de Karel Mark Chichon detrás.

La mezzosoprano Elina Garanca, con una imagen de Karel Mark Chichon detrás. / Efe

Guillermo García-Alcalde

Guillermo García-Alcalde

A pocos meses de su espléndida Amneris en la Aida versión concierto, Elina Garança ha vuelto al Auditorio con el programa de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria para el Festival Internacional de Música de Canarias. A mi juicio, es actualmente la mejor mezzo del mundo en cometidos operísticos. Su delicada y poderosa voz, de extensión casi sopranil, su extraordinaria musicalidad, sabiduría dinámica, vocalizaciones expansivas o apianadas y la perfecta legatura de fraseo, suman las condiciones de una gran liederista.

Por primera vez la escuchamos en un ciclo completo, nada menos que los Wesendonk lieder de Wagner. Su resultado es admirable en todos los sentidos. Aunque muy distintas entre sí, esas cinco canciones, pensadas algunas en la fiebre musical y sensual de la escritura del drama Tristán e Isolda (para muchos, la cumbre del genio wagneriano), recibieron de Garança una concepción diversificada, profunda y muy rica en intensidades.

Con poemas de la propia Mathilde, su anfitriona y amante, quiso el autor demostrar talento en composiciones breves, concentradas en la idea poética sin la menor divagación.

La cantante letona, profunda en la expresión y en la importancia metafórica de la sensibilidad tonal y el color vocal, consiguió una versión memorable de cada lied, con sobriedad idónea para condensar ese gran relato de intimidades. En paralelo con su fuerza inspiradora, sus cumbres fueron las dos títulos relacionados con Tristán, tercero y quinto del cuaderno I’m trebhaus y el bellísimo Traume, único orquestado por el autor. Los otros cuatro lo fueron por el director Felix Motl de manera memorable.

Explosiones de aplausos y bravos, justamente compartidos por la Orquesta y el director, Karel M. Chichón.

Comenzó la velada con la obertura de Rienzi una pieza prewagneriana, tópicamente efectista en el estilo italiano esquivado por el autor en el resto de su catálogo. Baste saber que jamás se representa en Bayreuth. ¿Y para qué la megaorquesta salida a escena, con tanta colaboración ajena? Esos tutti masivos y redoblantes ni siquiera se conocían en los fosos operísticos del tiempo de Rienzi.

Un compromiso ineludible me impidió escuchar la segunda parte del programa.

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