Literatura

De la importancia de los prólogos

Los prefacios de la Biblioteca Básica de Canarias cumplen, por lo general, su función, pero cosa distinta es el dedicado a Ignacia de Lara por Inmaculada Egüés Oroz

De la importancia de los prólogos

De la importancia de los prólogos / Javier Doreste

Javier Doreste

Javier Doreste

Ha relanzado la Viceconsejería de Cultura del Gobierno Autónomo la mítica Biblioteca Básica de Canarias (BBC) con el objetivo de recuperar una serie de escritoras que o no eran tales en aquel momento o el camuflado patriarcado que nos define había invisibilizado tradicionalmente. No voy a comentar nada de la selección de autoras. Doctoras tiene la iglesia cultural para decidir quién debe figurar, ya sea por su calidad literaria, su influencia o por mera justicia.

Si algo destacaba en la antigua BBC era la calidad de sus prólogos. Pues estos son pórtico de entrada a una obra literaria y su papel, en este tipo de ediciones divulgativas, es claro: contextualizar al autor y su obra, describir sucintamente si viene al caso alguna de sus herramientas literarias y, sobre todo, despertar el apetito del lector. En general los prólogos cumplen esas funciones. No se trata de sesudos estudios críticos, sino de ensayos o introducciones que despierten en el que los lee motivos suficientes para adentrarse en la obra prologada.

Por lo general, los prólogos de la BBC cumplen magníficamente esa función. Me viene a la memoria el certero texto de Lázaro Santana para Espejo de paciencia, breve estudio gracias al cual muchos descubrimos a Silvestre de Balboa, lo leímos y buscamos más información sobre él. Tal es el objetivo de un buen prologo.

Calidad

De los cinco volúmenes que he leído de esta nueva BBC hay que destacar la calidad de casi todos sus prólogos. Victoria Galván González, Blanca Hernández Quintana y Acerina Cruz en sus textos sobre Joaquina de Viera y Clavijo, Tina Suárez Rojas y Macarena Nieves Cáceres cumplen con creces el objetivo. Contextualizan a la autora, describen alguna de sus herramientas literarias y, sobre todo, nos incitan a leer a las poetas que tratan. Otra cosa es el de David Pulido Suárez para María Dolores de la Fe. Es un texto cariñoso, pero no nos cuenta mucho sobre la autora.

No nos dice casi nada del impacto que supuso para ella y sus compañeros de generación el golpe de estado del 18 de julio, ni de su larga amistad con Carmen Laforet, con la que mantuvo correspondencia durante mucho tiempo, una de las pocas, por no decir la única, que mantuvo Laforet con las amigas de la adolescencia, ni porqué circunstancias firmaba sus colaboraciones en los periódicos locales como un hombre. No es reprobable, antes bien, es loable, que alguien muestre su cariño literario y personal por una autora en un prólogo, pero la personalidad literaria de De la Fe queda un tanto desdibujada en la nueva edición de Las Palmas casi ayer, Las Palmas casi mañana.

Confuso y tramposo

Cosa distinta es el dedicado a Ignacia de Lara por Inmaculada Egüés Oroz. Es confuso y hasta diría que tramposo. Donde está la trampa es en la desaparición de información importante para contextualizar a Ignacia de Lara y saber de su vida. Nada se cuenta de su estancia en Mallorca, ni cómo llegó allí ni a qué se dedicó. Tan solo se nos dice que después de la muerte de su esposo en 1931, de Lara se establece definitivamente en Las Palmas. Tenemos que suponer que el traslado al archipiélago balear se debió al oficio del marido, guardia civil, del que apenas se nos cuenta nada excepto que tenía hijos con otra mujer, descendencia que Ignacia de Lara nunca pudo tener y cuya existencia supuso una ruptura en el matrimonio, aunque nunca se separaron. Por qué se mantuvieron juntos, pese al evidente fracaso de vida en común tampoco se explica. El drama vital de la poeta, la frustrada maternidad, que algo tendría que ver con su obra, se diluye.

El asunto se despacha así: «Sin extendernos en detalles y ante el hecho de la imposibilidad de Ignacia de Lara de tener descendencia, apuntaremos escuetamente que el matrimonio lo vivió con muchos problemas, dificultades y sufrimientos a causa de los dos hijos extramatrimoniales de su esposo». Escueta es la información, pero lo peor es la culpa que recae sobre los hijos extramatrimoniales. Son ellos la causa del sufrimiento, no la infidelidad del marido ni el desprecio de este hacía ella, sino los hijos ajenos. Más bíblico no se puede ser.

Esteoreotipo

Antes ya se ha caído en el estereotipo cuando se nos informa: «…hereda por rama paterna la alegría, agudeza y gracia andaluza (…) y por vía materna la sensibilidad, la dulzura, la sencillez, la paciencia (…) de la educación de ambos progenitores la fe cristiana, las buenas costumbres, la tenacidad y la preocupación por la cultura». Ya se ha colado el asunto del andaluz gracioso, como si no hubiera sevillanos tristes o simplemente sin gran sentido del humor. Si se tiene un padre andaluz se ha de tener gracia, alegría, agudeza. Por no comentar lo de las buenas costumbres cristianas y las virtudes maternas enumeradas. Como si los no creyentes no tuvieran buenas costumbres o carecieran de sensibilidad y etc. Más ideológico no puede ser un texto.

Y sin decirnos cómo se nos presenta a Ignacia hecha presidenta de la Acción Popular de la Mujer, sin decirnos a que se dedicaba la Acción Popular en los años de la República. Tal parece fuera una asociación dedicada a la defensa de los derechos de la mujer trabajadora, una especie de reducto feminista enfrentado al patriarcado. De dicha organización, Wikipedia nos dice: «Nació el 29 de abril de 1931 como una asociación para la salvación político-social de España, de ahí el nombre inicial de Acción Nacional, que tuvo que cambiar en abril de 1932 por el de Acción Popular, a causa de una orden del Gobierno republicano-socialista de Manuel Azaña limitando el uso de la palabra nacional». Su promotor fue Ángel Herrera Oria, director de El Debate, que pasó a ser el órgano oficial del partido. Surgió como un frente político para defender a la religión católica, a la propiedad y a la familia.

Una facha

En el primer capítulo de su reglamento se decía que tenía como objetivo «la propaganda y actuación política bajo el lema Religión, Familia, Orden, Trabajo y Propiedad». Su objetivo era pues la defensa de los derechos de la Iglesia y del orden social. Nota: acudimos a Wikipedia por ser de acceso generalizado. Los interesados en el papel de Acción Popular de la Mujer pueden acudir al importante libro del doctor Millares, Incógnitas.

E Ignacia de Lara trabajó incansablemente desde el 14 de abril de 1931 hasta el 18 de julio de 1936 para subvertir el orden republicano. Dio conferencias, recitales y organizó mítines y actos contra la República y los derechos sociales que esta defendía. Su llamada a las mujeres para que se incorporen a la lucha no es en favor de los derechos de la mujer, como los entendemos ahora, sino a favor de la propiedad, la Iglesia y la monarquía. Una facha, vamos.

Es cierto que esto no debe influirnos a la hora de apreciar su obra poética. Pero no se puede ni debe esconder en que campo ideológico militó la poeta. Algo de esta ideología influiría en sus poemas, digo yo. Aclarémonos, no recriminamos que se reedite la obra de esta mujer, los poemas Para ti e Interior valen la pena. Lo que recriminamos es que se nos presente con un prólogo tramposo, disimulando la ideología de la autora y su actividad contra los derechos democráticos que representaba la República de 1931.

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