Fermín Muguruza, una visión global de la disidencia

El músico y realizador, Fermín Muguruza, analiza los principales elementos de su segundo filme de animación, Black is Beltza II: Ainhoa’, que fue nominado a los Goya =

Fermín Muguruza

Fermín Muguruza / Leandro Betancor

El músico, productor y realizador Fermín Muguruza desgrana los elementos que conforman su segundo filme de animación ‘Black is Beltza II: Ainhoa’ que presentó el pasado 24 de febrero en el Cicca, como despedida de la segunda edición del ciclo ‘Cinezin. Secuencias de acordes’. La película, que fue finalista a los Goya como mejor filme de animación, recorre los principales conflictos de la Guerra Fría en los ochenta. 

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El músico, productor y realizador Fermín Muguruza volvía a Las Palmas de Gran Canaria el pasado 24 de febrero justo veinte años después de su anterior visita a Canarias. Y lo hacía en el marco del ciclo Cinezín. Secuencias de acordes para presentar su película Black is Beltza II: Ainhoa. Su intervención tuvo lugar en el Cicca como despedida de la segunda edición de esta cita que impulsan el área de Cultura del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y la Sociedad de Promoción de la capital grancanaria, que produce Salán Producciones, y que estuvo presentada por los periodistas Diego F. Hernández y Xavier Valiño.  

Black is Beltza II: Ainhoa aborda la historia de la hija del protagonista de la primera parte, una niña que nace en La Paz, en Bolivia, tras la muerte en atentado parapolicial de su madre. Ainhoa crece en Cuba y en 1988, a los 21 años, viaja al País Vasco para conocer la tierra de su padre, Manex, donde será testigo de los últimos estertores de la Guerra Fría. A través de su mirada, el espectador observa los conflictos que marcaron el ocaso de una década y lo que algunos denominaron el fin de la historia.

El filme, que compitió en la categoría de animación en los Premios Goya 2023, comienza con la famosa fuga de Iñaki Pikabea, Piti, y Joseba Sarrionandia, de la prisión guipuzcoana de Martutene, el 7 de julio de 1985 que luego su grupo Kortatu inmortalizó en Sarri Sarri, una versión irresistible del clásico de Toots and The Maytals Chatty chatty. En pleno conflicto represivo, Ainhoa conoce a Josune, una periodista comprometida. Cuando uno de sus amigos muere por sobredosis de heroína, Ainhoa y Josune parten en un viaje iniciático que las llevará por el Líbano, Afganistán y la ciudad de Marsella y ambas se adentrarán en el oscuro mundo de las redes de narcotráfico y sus estrechos vínculos con las tramas políticas. «En 2010 empezamos a escribir la primera historia de Black is Beltza, en el 2014 salió el cómic, en el 2018 pudimos presentar la primera película y en el 2022 salió la segunda», señaló el propio Muguruza durante la presentación. La primera parte transcurría en los 60 con «todos los movimientos revolucionarios, la revolución cubana, la resistencia antifranquista que viví muy de cerca», añade el autor. «De hecho, cuando muere Franco tengo 13 años», añadió. Pero la segunda parte se centra en los ochenta eligiendo el nombre de la protagonista «porque mis abuelos se refugiaron en ese pueblo cuando entran los fascistas en Irún», en plena amenaza totalitarista en Europa. Muguruza recordó la creación de red cometa en Euskadi «que ayudaba a los pilotos aliados que caían en la Alemania ocupada por los nazis, los pasaban por la frontera del río Bidasoa entre Irún e Iparralde, llegaban de la embajada de Donosti, luego a Madrid, después a Gibraltar y de ahí volvían a llevarlos a Inglaterra para seguir combatiendo contra Hitler». 

Muguruza señaló también que «Estados unidos tuvo una obsesión para acabar con la Nicaragua sandinista y para ello utilizó una droga ilegal como era la cocaína etiquetada en forma de crack con la que financiaba la contra». Y recordó como la heroína se utilizó para acabar con la disidencia política en el País Vasco que afectó a algunos de los integrantes de otros grupos coetáneos a Kortatu que aparecen en la película como RIP y Cicatriz. También están los Pogues «que fue a quienes entrevisté por primera vez en la radio de Egin cuando vinieron a tocara Donosti en 1989» y los Redskins, «que son los skinhead como una reivindicación del encuentro con la cultura jamaicana», y diferente de esa otra estética nazi que no tenía nada que ver con ese amor por esa cultura de las distintas músicas que hacíamos».

Pero también aparece uno de los temas de Otis Redding «que incluimos en el disco de versiones de despedida de Negu Gorriak» y Barricada. Muguruza recordó las películas que rodó, viviendo con sede en Beirut, sobre las músicas de Palestina, Marruecos, Túnez, Egipto, Líbano, Siria, Kuwait, Sudán y Yemen, donde «pude palpar todos los ecos de la guerra civil y la revolución» y de ahí provienen los grupos árabes que aparecen en la película. Pero el filme también es un recorrido culinario por muchos de los países, las gentes, los decorados. los carteles, los personajes, porque en los ochenta «no estábamos haciendo sólo la música que nos gustaba». Pero centrado en este aspecto, el artista también recordó que «cuando los Clash cantan en los 77 ni Rolling, ni Beatles, ni Elvis, nosotros no podíamos decir eso porque nuestra anterior generación era la que había cantado contra el fascismo con sus canciones, pasándonos cintas de manera ilegal, escuchándolas en volumen bajo y esas músicas fueron las que crearon nuestro bagaje», afirmó.

La película está repleta de referencias a su faceta musical, como en el caso nuevamente de Kortatu. «Cuando aprendemos el euskera, hacemos el disco Kolpez kolpe y Mikel Laboa canta en una canción sobre el Líbano que es el tema que nos acompaña cuando hacemos ese viaje desde Irán, mostrando esa unidad entre generaciones».

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